Sophia Vari, esposa del maestro Fernando Botero, enluta al mundo del arte con su muerte

La triste noticia del fallecimiento de Sophia Vari se dio a conocer este viernes, luego de que la prodigiosa artista griega, esposa del maestro Fernando Botero, batallara contra un agresivo cáncer.

Vari tenía 83 años de edad y se había unido en matrimonio al maestro Botero hace más de 40 años. Su arte no tenía relación ni con la escritura, ni con la música, expresiones que eran comunes entre los griegos, pues por la época en que nació, una gran mayoría se decantaba por tocar instrumentos como el piano o el violín y ni qué hablar de tomar inspiración de la literatura griega.

Lo de ella era la pintura, por eso a la corta edad de 17 años supo que su vida profesional sería por y para el arte. Sabía manejar a la perfección las acuarelas y los lienzos, pero se decantó por las esculturas monumentales, una mezcla de abstracción y modernidad con un toque clásico. Inclinación que compartió con su eterno amor colombiano, el maestro Botero.

Sus años de aprendizaje los inició en la escuela de Bellas Artes en L’École des Beaux Arts de París, donde aprendió a trabajar el volumen y el color, los cuales marcaron su trabajo profesional.

“Como toda griega, empecé con pintura muy clásica, si bien la escultura es mucho más relevante en Grecia, más que en Italia. En realidad yo fui siempre una escultora que pintaba y no una pintora que hacía escultura. Yo traté de aprender muy bien a dibujar, recorría mucho los museos, miraba muchos libros”, dijo en algún momento, a un medio de comunicación nacional, pues, por su esposo, era vista como una connacional más.

París, Roma, Montecarlo, Baden-Baden, Pietrasanta, Atenas, Madrid, incluso Cartagena de Indias, expusieron su arte, por el que obtuvo, entre muchos galardones, el Premio de la Bienal de Escultura Fujisamakei del Utsikushi-ga-hara Open-Air Museum en Japón en 1994, Y la Orden Pedro Romero, además de las Llaves de la Ciudad de Cartagena, en 2011.

Al maestro Fernando Botero, quien siempre la admiró, lo conoció en una cena en París, fue amor a primera vista, pues este los sorprendió hablando de arte, guiados por el romántico idioma de esas tierras. Aunque, de primera, no fue más que una coincidencia, la vida ya les había labrado el camino.

“Fue la cosa más banal. Yo quisiera encontrar otra forma de decirlo, más divertida. Nos conocimos en una comida. Empezamos a hablar en francés porque yo no sabía ni una palabra en español, lo hablo muy mal, ahora me defiendo. Fue en París, algo muy clásico, una cena con bastante gente, una gran mesa. Yo conocía poquísimo su obra, casi nada. Conocí primero al hombre antes que al gran maestro y luego pasó el tiempo porque yo tenía problemas que resolver y el también. Él se divorció y yo también”, contaba ella, quien además de trabajar la escultura, era amante de la joyería, la cual también consideraba parte de su trabajo, pues, a sus ojos, eran esculturas pequeñas en plata y oro.

Ambos vivían en Italia, en un pequeño pueblo llamado Pietrasanta. Un refugio para el amor y también para el arte, pues allí reposa el taller de Botero y el de Vari, quien ahora, tras su penosa partida, deja un importante legado artístico al mundo.