Siempre me gustaron las artesanías.
Creo que este gusto tiene su origen en las visitas a ver a mis abuelos los domingos, y pasear por una plaza de mi ciudad en la que los domingos artesanos de muchas partes ofrecían sus creaciones o colecciones. En apenas unos metros, uno podía toparse con una colección de minerales, una moneda romana o una Thangka, una pintura budista sobre algodón y seda.Desde hace muchos años colecciono artesanías de todos los rincones del mundo. ¿Y qué busco en ellas? De forma sencilla me atrevería a decir que reúnan la esencia de un país o de una región. Que estén vinculadas a una tradición; que hayan sido elaboradas de forma artesanal, utilizando materiales locales de calidad; que incorporen unas características visuales y estéticas, y de ser posible, dejen entrever la visión del artesano.
Entre los productos más vendidos en Colombia, se encuentran los elaborados por las comunidades Wayúu, Arahuaca y Kankuama.
¿Y qué sucede cuando la artesanía se eleva a otro nivel, incorporando procesos digitales y distribución en las redes sociales? Nos encontramos con artistas como Édgar Álvarez, el artista detrás de Se lo Explico con Plastilina, un auténtico genio de la animación.
"En los años que tuve la oportunidad de vivir fuera de Colombia aprendí a andar liviano por la vida”, explica Álvarez. “Tener esa posibilidad de moverse. Entre menos cosas tenga uno, más fácil se mueve. Reciclo mucho. Tengo lo que es. Muchas veces en Latinoamérica se acostumbra mucho a estar arreglando cosas. Y a veces es mejor tener un buen equipo que le va a durar a uno toda la vida”.
“Entendía a Colombia mucho más, cuando estaba fuera”, explica Álvarez. “Me volví mucho más colombiano en Estados Unidos. Ver las cosas como desde afuera fue entender qué pasaba en mi país. Hasta mi propia familia, tratar de entenderla muchísimo más. A veces uno necesita distancia. La distancia es muy sana en muchos momentos de la vida”.
¨Hay que partir de que un campesino sabe muchísimo más del campo que uno”, explica Álvarez. “Uno puede saber mucho del computador, pero cada quien tiene sus saberes absolutamente distintos”.
Es interesante escuchar a los artistas y los artesanos, personas que utilizan el arte como mensajeros de ideas. Muy parecido a lo que hacen los periodistas con imágenes, narraciones y textos. “Siempre estoy contando historias que tienen que ver con situaciones en mi país y Latinoamérica”, explica Álvarez. “Me interesa que la plastilina no sea únicamente la cosa técnica, sino que pueda ayudarme a contar historias”. Las celebraciones colombianas siempre están acompañadas de máscaras. “El proceso de elaboración de una máscara de papel maché empieza con la elaboración del modelado en arcilla”, me explica Luis Demetrio Llanos, maestro artesano colombiano, residente en el Municipio de Galapa, en Barranquilla. “Se comienza amasando el barro, dando volumen y forma a la figura que tú quieras. Después de construir la forma, aplico un poco de agua para alisar la superficie, para que cuando se empapele, quede mucho más fácil el momento de desmontar”.
El proceso de empapelado se realiza con almidón de yuca, cortando el papel craft y aplicando de 4 a 5 capas de papel al molde. Después se coloca a secar al sol.
“En el pasado mi papá para hacer 20 máscaras tenía que hacer 20 moldes”, me explica Demetrio. “Ahora con un corte con un cuchillo, se separa el molde de la figura. Queda el molde para sacar otra copia. Después de esto resanamos la pieza y pegamos el papel para que no se note el corte. Colocamos la base y procedemos a pintar cada pieza, incluyendo el lijado, acabado y brillo”.
Las artesanías se fabrican en infinidad de materiales, como sucede con las propias máscaras. En el caso de las Máscaras de Madera, como las utilizadas en el Carnaval de Barranquilla, el proceso comienza con la selección de las maderas. La ceiba roja es una de las más finas, garantizándose así la calidad de la talla. El corte de la madera representa el 10% del proceso de fabricación. El 90% es el proceso manual.
“Se corta la madera en un tamaño adecuado, y después se hacen los trazos para luego hacer el boceto”, explica Manuel Pertuz, maestro artesano colombiano, especializado en la creación de máscaras en madera. “Después comienza el proceso de tallado y lo que es la definición de la máscara. Aplicamos el color de fondo de la máscara. Si es cebra, es el color blanco. Si es tigre, es el color amarillo. A partir de ahí comienza toda la parte decorativa y de diseño de la pieza”.
Cuando visité el taller de Pertuz, me llamó la atención el brillo de las piezas. No tienen laca catalizada, es el propio brillo natural del acabado. Una de las muchas técnicas que han perfeccionado los artesanos colombianos dentro del oficio.
Mi fascinación por las artesanías recae en el hecho de que este arte, porque no deberíamos llamarlo de otra forma, es una combinación de destrezas, muchas veces ligadas a tradiciones y conocimientos ancestrales, tanto en el caso de las artesanías tradicionales como de las étnicas. Tejeduría, cestería, alfarería, trabajos en hueso, bisutería étnica, joyería… Ya hace mucho tiempo que pienso que las redes sociales y los algoritmos encumbran a individuos que no han hecho gran cosa, sino figurar, y que los verdaderos genios de la creación y del arte quedan en la limitada fama, muchas veces restringida al anonimato y a sus pequeñas audiencias.
Este artículo está dedicado a los verdaderos creadores colombianos, portadores de técnicas ancestrales y tradicionales, que en la opinión de este humilde fotógrafo deberían ser conocidos y reconocidos por todos. El Valle de Ubaté, el Valle de Sibundoy, las Riveras del Magdalena, el Volcán Galeras, el Tolima… son tantos y tantos mis recuerdos, que no puedo sino esperar a regresar pronto.