El Son nace en Cuba. La onda corta trae esos sonidos a Colombia en los años 20 ó 30.
Unos años más tarde aparece el género de la guaracha. Un ritmo musical originado en Cuba,
que se escuchaba en las salas de baile de los barrios más populares. Pero la realidad
es que nadie fuera de Cuba recibió indicaciones de cómo bailarla. ¿Cómo se bailaba una guaracha?
Con un ritmo rápido, y letras cómicas y picarescas, pronto pasó a formar parte del repertorio
de trovadores y orquestas. Y es muy posible que esta guaracha tuvieras sus orígenes en los bailes
desenfadados y humorísticos que se escuchaban en tierras de mi abuela Regla, Cádiz.
Y podríamos hablar del danzón, del chachachá o del mambo. La realidad que ya desde el Siglo XVII,
se venía dando la fusión de la música de los colonos españoles y franceses con la de los esclavos venidos de África.
Una curiosa mezcolanza de estilos afro-caribeños que fueron evolucionando. Por ese entonces, miles
de puertorriqueños vivían al Este de Harlem, en lo que se llama el Barrio o Spanish-Harlem. Las mezclas
del jazz con los ritmos tradicionales influyeron en una nueva generación de latinos en Nueva York.
Si el mundo le dio el título del Rey del Mambo a Pérez Prado, en Nueva York ese título se le concedió
al puertorriqueño Tito Puente, muy conocido también por sus boleros.
En 1959, el cubano Eduardo Davidson crea la pachanga, una mezcolanza de lucumí afro-cubano;
los ritmos africanos de las tradiciones Yoruba; y la samba brasileña. Muchos piensan que fue
José Fajardo quien creó la pachanga, pero más bien fue esencial en su popularización.
Es un período de fuerte inmigración de latinos a Nueva York. “Y de colombianos que habían
estado en la Guerra de Coreaás”, explica Lozada.
“Esos emigrantes traían muchos LPs (Long Plays).
Se pone de moda la pachanga”.
Pero es importante referirse a la aportación de Cuba. Aunque es difícil hablar de unos pocos. El antecedente del mambo podría encontrarse
en el danzón de Orestes López, que incorporaba un nuevo ritmo en su canción Mambo. Deberíamos hablar de Enrique Jorrín,
quien incorporó cortos coros durante los danzones.
En el Nueva York de los 50, se incorporan la tumbadora e incluso un motivo sincopado que ya utilizaban los 'treseros' en sus montunos.
Y hasta me atrevería a citar a José Urfé y su mejora del danzón, añadiendo el concepto del montuno.
Los músicos en Nueva York querían ganar el mercado de la música en Estados Unidos. “Cuando tocaban un guagancó o un montuno,
explica Lozada, no les llegaba. Es por eso que mezclaron Rhythm and Blues, Soul, B-Bop, con merengue y montuno. Y ahí aparece
el fenómeno del boogaloo. Ese boogaloo latino que abrió las puertas al trombonista Willie Colón, nacido en el Bronx,
que terminó tocando con el recién inmigrado Héctor Lavoe. La fórmula original del boogaloo era lenta. El caleño,
acostumbrado a bailar rápido la guaracha y el mambo, encontró esos nuevos ritmos muy lentos. Alguien decidió acelerarlo,
escuchando los discos de 33 a 45 rpm”.
Años más tarde aparece el Movimiento de la Salsa, que nace en las escaleras de los proyectos del Bronx, hacia 1968. En 1971,
entre las avenidas Segunda y Tercera, en la Calle Trece, en el Bajo Manhattan, se graba un concierto de la Orquesta Harlow
con Izzy Sanabria (Mr. Salsa) y la participación de Johnny Pacheco. En el año 1972, la película Our Latin Thing (Nuestra Cosa Latina),
no es sino una crónica del nacimiento de la salsa en un concierto en un Club en Midtown Manhattan, llamado The Cheetah Club,
donde Fania All-Stars presenta lo mejor de la escena latina neoyorquina.
Y la siguiente película Salsa, proyecta este movimiento, imparable ya, al mundo. En el 73, miles de personas se reúnen en el
Yankee Stadium para ver otro evento de Fania All-Stars. Un año después, Lavoe canta en Puerto Rico la canción Mi Gente,
que se convertiría en un auténtico himno para los salseros.
Como en muchos lugares del mundo, la música supone un escape. La música se convierte en la música identificativa de los
latinos en Estados Unidos. Una válvula de escape a los problemas que azotaban muchas comunidades latinas deprimidas,
como El Barrio. Las letras de las canciones de salsa comienzan a incorporar mensajes sociales y políticos. Ya no es un
género únicamente para bailar. Y se expande su ámbito de influencia. En 1977, Rubén Blades graba con Willie Colón,
cambiando el género por el uso de unas líricas diferentes.