Feria de Cali
¿Lo recuerda? ‘Cali: de película’, el documental de Luis Ospina y Carlos Mayolo que retrató la feria de los caleños hace 50 años
Hace medio siglo se estrenó el corto documental ‘Cali: de película’, que retrató para la posteridad la cultura caleña en época decembrina y de feria. Inolvidable.
Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
La luz de Cali a las 5:00 de la tarde cae sobre las personas como un embrujo irresistible, pero hay que observar bien para captarlo, como lo hicieron Luis Ospina y Carlos Mayolo en el corto documental ‘Cali: de película’, estrenado en 1973 como un publirreportaje fallido de la Feria de Cali que, a pesar de ello o justamente por ello, es hoy uno de los mejores retratos de la cultura caleña en los años 70, del momento cuando la ciudad se transformaba en mito.
El documental, de apenas 14 minutos, reúne todos los elementos populares de la mitología caleña, empezando por el sincretismo religioso heredado de la Colonia, reflejado en la secuencia de apertura: al son de campanas muestran las principales iglesias de la ciudad, solo para terminar enfocando el Cerro de las Tres Cruces bajo un cielo naranja de calor extremo. Es allí cuando una voz demoníaca, quizá la del propio Buziraco, recita: “En Cali, construyeron las tres cruces para que no entrara el diablo. Pero el diablo ya estaba adentro y no pudo volver a salir”.
Después viene un recorrido delirante por una ciudad poseída por la época decembrina y el fervor ferial: los puestos de pólvora, año viejos y máscaras de diablos, el centro con sus bullosos vendedores ambulantes, “a 20 pesos la metralla, para que su hijo cuide la casa”, dice un hombre que ofrece juguetes que imitan armas de fuego. Seguido, desde la perspectiva de la gente parada a los lados de la calle, aparecen las tomas de la cabalgata, destacando a los jinetes que beben aguardiente blanco y lucen a sus animales.
El Aguardiente Blanco es enfocado dos veces en todo el documental, muy poca visibilidad para el producto estrella de la Industria de Licores del Valle, la empresa patrocinadora de la producción y que, como cuenta Eduardo ‘La Rata’ Carvajal, fotógrafo y asistente de dirección en ‘Cali: de película’: “Se disgustaron mucho cuando salió, porque esa era la visión que nosotros teníamos de la feria, no pretendíamos hacer nada complaciente o una postal, trabajamos con total libertad”.
Apenas dos años antes, en 1971, Andrés Caicedo había fundado su Cine Club, mientras que Luis Ospina y Carlos Mayolo estrenaron ‘Oiga vea’, su primer documental sobre los Juegos Panamericanos de Cali. Por lo que, en 1972, cuando el Grupo de Cali ya estaba conformado y rodando, Mayolo y Ospina, quienes trabajaban en la agencia de publicidad de Hernán Nicholls que, para su fortuna, manejaba la cuenta de la Licorera del Valle, le propusieron al mítico publicista hacer un documental sobre la Feria de Cali. Gracias a las artes de seducción que dominaba Nicholls, el documental terminó financiado por la Industria de Licores del Valle.
Entre diciembre de 1972 y enero de 1973 se rodó ‘Cali: de película’. Como cuenta ‘La Rata’ Carvajal, “recorrimos toda Cali con una cámara de mano, sin un guion previo, solo nos guiábamos por la programación de la feria, como una persona del común”.
Entre la cabalgata, captaron otras costumbres de lo que hoy llaman “la Cali vieja”, como los grupos de diablitos que perseguían con un látigo a los transeúntes, así como conjuntos de chirimías que recorrían las calles en diciembre.
El equipo de rodaje estuvo conformado por Luis Ospina y Carlos Mayolo en la dirección, Eduardo Carvajal en fotofija y asistencia, así como Ute Broll —novia de Mayolo en aquellos días— encargada de script. Todos ellos se internaron en la ciudad y cubrieron, siempre con una mirada irónica y, a veces crítica, algunos de los eventos feriales más populosos, como el reinado y las corridas de toros.
A las reinas las muestran en traje de baño, en el Hotel Intercontinental, bajándose de los buses y de las carrozas, incómodas entre la multitud, mientras se escucha la voz de una mujer —aunque sospecho que era Mayolo imitando a una— que va comentando: “Mira esa vé”, “Ay, casi se le daña la corona, vé”, “Uy, no va a caber por ahí, vé”, “cuidado se quiebra”.
Quizá las imágenes más encantadoras del documental son aquellas tomadas en la Avenida Sexta, jóvenes compartiendo en fuentes de soda, mujeres vestidas de colores “como las flores” caminando despeinadas por la brisa, que transmiten la frescura y la nostalgia de una ciudad en primavera.
Pero, pocos segundos después, choca con esta visión de juventud eterna, la trompeta de la fiesta brava, una secuencia que expone con una crudeza absoluta el goce popular de la tauromaquia y, aunque para la época estas imágenes resultaban comunes, hoy podrían considerarse críticas.
José Urbano, crítico de cine, considera que “ellos no buscaban eso, aunque en ‘Oiga vea’ sí hay una mirada crítica de los Juegos Panamericanos, pero yo no siento que para ellos fuera muy importante hacer crítica en ‘Cali: de película’, en este documental buscaron definir la caleñidad, ¿qué es eso de ser caleño? Porque, para esos años, había claridad sobre lo que era ser paisa, o pastuso o costeño, pero la caleñidad, por ser un híbrido de tantas culturas reunidas en esta ciudad, no estaba tan clara”.
El crítico de cine señala que ‘Cali: de película’ es el intento de los cineastas caleños por adaptar el documental mudo ‘A propósito de Niza’ (1930), del director francés Jean Vigo, donde se privilegia el ritmo del montaje, el sonido ambiente y se omite el “voz en off”, para dar una impresión más directa de la realidad. Esta obra, que consagró en imágenes a la ciudad de Niza, era reverenciada por Ospina y Mayolo, por lo que ellos buscaron hacer un retrato imperecedero de Cali. “Que quien viera esta película no le quedara duda de qué era Cali”, afirma Urbano.
A mitad del documental, que por el cúmulo de instantes enlazados genera una impresión de abarcar muchísimo tiempo, cobra importancia el leitmotiv del payaso callejero, marcado por el piano inolvidable del clásico ‘Cara de payaso’, de Nelson y sus Estrellas.
El final muestra la quema de pólvora —sin ninguna precaución— en noche vieja y el amanecer del nuevo año, cuando los caleños salen a los balnearios cercanos. Aquí cabe mencionar que la última escena, que muestra a un grupo de parejas bailando, no fue grabada en Cali.
‘Cali: de película’ es considerada la segunda parte de un tríptico de la Cali popular hecho por Ospina y Mayolo, que completan ‘Oiga vea’ (1971) y ‘Agarrando pueblo’ (1978).
Debido a que era muy complejo grabar en las discotecas caleñas por dificultades técnicas y, además, porque los directores no buscaban bailarines expertos, terminaron grabando a varias parejas y familias en El Pedregal, de Yumbo. En este sentido, vale la pena recordar que todos esos íconos de lo que se conoce como la caleñidad, instrumentalizados hoy por la oficialidad y por la publicidad, en esos días apenas se estaban descubriendo y mitificando por la mirada de estos cineastas que captaron como nadie más la luz única de Cali, su embrujo y su locura. No en vano, el documental está dedicado a Jovita Feijóo.
A la pregunta de cómo sería rodar un ‘Cali: de película’ en la actualidad, ‘La Rata’ Carvajal responde que “no sería posible, nos robarían la cámara”.