MUSICA
¿A qué suena la nostalgia?, estas canciones seguramente le traerán más de un recuerdo
De los recuerdos del abuelo, de la cumbia en Latinoamérica y del bolero y Benny Moré, va el escrito de Cultura Siguaraya.
Una canción, cualquier canción, es una píldora para recobrar la memoria, para traer del pasado recuerdos que alegran y que avivan llamas. Una canción es un tiquete para reconstruir la presencia de quien ya no está, para rememorar momentos que nos hicieron crecer, para despertar el sentimiento de esa primera vez. Hoy queremos que viajen con nosotras al pasado y que escuchen a qué suena la nostalgia.
Al son de una buena salsa
Recuerdo que desde muy pequeña la música, en especial la salsa, se convirtió en parte de mi vida. A los nueve años ingresé a una academia de baile, todos me apoyaban y mi abuelo no era la excepción. Aunque nunca tuvimos una relación cercana, yo sabía que “él nos quería a su manera”. De hecho, una forma de cariño fue grabar un cd para mí, con las canciones que sonaban durante los ensayos de baile. Yo aún no comprendía cuán importante era la salsa para él.
Ya adolescente y con un poco más de conciencia empecé a comprender qué significaba aquel cuarto lleno de discos de vinilo que tenía mi abuelo Jaime, y por qué pasaba tantas horas ahí. Cuando yo ingresaba lograba reconocer algunos nombres de artistas que, a pesar de no ser contemporáneos a mi época, había escuchado y disfrutado desde siempre: Rubén Blades, Celia Cruz, Los Van Van, El Gran Combo y Héctor Lavoe, a quien asocié con uno de mis cantantes favoritos: Marc Anthony.
Es por eso que cuando a mi mente llega ese tarareo “alalalalalalá” de la canción Mi Gente compuesta por Johnny Pacheco e interpretadas por Lavoe en 1975 y luego escucho la versión de Marc Anthony de 2007, siento cómo dos generaciones de música y familia se fusionan, cómo a pesar de los años una canción puede guardar recuerdos de mi abuelo y míos, es como si los dos viviéramos en la misma época y no nos separaran los años.
Con el tiempo entendimos que su gran amor no fue una mujer, ni su familia, siempre fue la música: esa colección de vinilos que creo rondaba más de los mil. Hoy que su cuerpo físico ya no está en este mundo prefiero recordarlo siempre con una buena canción de salsa.
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Nostalgia cumbiambera
La nostalgia me invade de la manera más alegre posible. Escucho ‘Yo me llamo cumbia’ compuesta en 1969 por Mario Gareña, y recuerdo mi recorrido de seis años por Suramérica. Esa palabra que acuña a un crisol de sonoridades inmenso, acompañó pasos, fiestas, amores y desamores, amistades entrañables, inclusive el sentimiento de revolución que tanto me da esperanza en mundos mejores.
Cuando salí de Colombia en 2009 había escuchado un poco de ese abanico cumbianchero, y a medida que fui adentrándome en la vastedad del surcontinente, fui descubriendo que esas raíces afrocaribeñas e indígenas, mezcladas con ciertas cadencias que trajo la colonización española, han generado identificación popular, resistencia cultural: han acompasado procesos históricos adaptándose a cada geografía y circunstancia social, política, económica y cultural de los lugares en los que se han arraigado.
La popularidad de las cumbias me genera también una nostalgia colectiva, pues sé que sus ritmos festivos y sus distintos matices armónicos y melódicos vienen hilando narrativas que avivan la memoria histórica. Hay investigaciones muy completas acerca de su paso en determinados procesos políticos como la crisis económica del 2001 en Argentina, el final de la dictadura de Pinochet en Chile, entre otros.
De las primeras músicas que canté cuando tuve una banda de amigas y amigos en Buenos Aires, luego en un proyecto a dúo, la cumbia me regala nostalgias diarias. Podría citar varios ejemplos sobre el mensaje que esta música juglar dispersa por el mundo. Tengo muchísimos recuerdos con ella desde niña, durante mi adolescencia, y en todas las etapas que vinieron con la época universitaria, el viaje como mochilera y con mi participación como cantante. Quizás a la mayoría de personas suramericanas les suceda lo mismo: su alegría se ha ido convirtiendo en un folclor latinoamericano diverso y popular.
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Canción mañanera
Todas las mañanas suelo despertarme cantando. ¿Les ha pasado? Me levanto de la cama y sin motivo aparente empiezo: “cómo fue, no sé decirte cómo fue, no sé explicarme qué pasó, pero de ti me enamoré”. Sé que no le llego ni a los tobillos a la hermosa voz de Benny Moré y estoy segura de que la razón por la que canto esta canción de vez en cuando no se compara con los motivos que tuvo Ernesto Duarte para escribirla. Pero, pese a esto, esa melodía aparece en mi voz y me remonta a la primera vez que me sentí cercana al bolero.
Era diciembre de 2010, me encontraba en la casa familiar de quien en ese momento era mi pareja. Su papá, un caleño amante de la música cubana, musicalizaba para nosotros el final de la tarde. Ya con sus traguitos encima, nos mira fijamente y nos dice: “Esta canción es para ustedes”. Suena allí ese maravilloso bolero que fue interpretado también por Elena Burke, Vicentico Valdés y Tito Gómez. Suena allí ese tema con el cual empecé, sin saberlo, a enamorarme de esta manera de hacer música que me parecía melosa y exageradamente romántica. Pero de a poco, como se construyen los amores duraderos, me fui acercando a la conexión que el bolero tiene con las emociones.
Hoy, once años después de ese primer encuentro con este género, me despierto de nuevo cantando con nostalgia por haber estado alejada de este amor musical, que por fortuna ya no tengo que esperar, pues ha llegado para no irse nunca más.
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