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El miércoles pasado se realizaron las exequias del patrullero Carlos Andrés Rincón Martínez en el cementerio Campos de Paz de la ciudad de Medellín. Colegas y allegados le hicieron una calle de honor. | Foto: Cortesía de la Policía

RÍO CAUCA

Así recuerdan familiares y amigos a Carlos Andrés Rincón, policía asesinado en Cali

Como un hombre "bueno, responsable y protector" recuerdan sus allegados al patrullero, que desapareció en Paso del Comercio y días después fue hallado muerto en el río Cauca.

14 de junio de 2021 Por: Luis E. Valencia Yurgaki / El País

Te llamabas Carlos Andrés Rincón Martínez y tenías 33 años. Ser policía —según recuerda tu mejor amigo, Héctor Giraldo—, era el sueño que los perseguía a ambos desde los tiempos del pantalón corto, cuando estaban en la primaria de la escuela Quiebra de Casaquillo, al norte del departamento de Caldas, en el corregimiento de Arma.

Ahora todos dicen que habías sido el hombre más bueno. Tu familia lo reafirma entre llantos, sentados todos en la sala de estar de la casa donde compartieron por última vez, hace ya cinco meses, en Medellín.

—Él amaba estar en familia. Era una persona tranquila que amaba el campo, las amistades y, por encima de todo, dedicar tiempo a su hijo —explica su madre, Ana Delia Martínez.

Trabajaste durante casi nueve años al servicio de la Policía Nacional. Héctor Giraldo, tu amigo de infancia, te recuerda como “una persona puntual, tolerante, calmada, alegre, entregada a su hogar, a su hijo. Cuando éramos pequeños, en la escuela me quitaban las medias nueve, era algo de todos los días, hasta que una vez él me defendió, tuvo valor de contarle a la profesora y desde entonces fuimos amigos”.

“Lo último que pudimos hablar, antes de que le pasará ese horrible hecho, es que Carlos quería unos perfumes. Siempre llevaba consigo una energía buena. Me había pedido el favor de ayudarle para conseguirlos”.

—Ve, cursito —le dijo—. Es que yo quiero ir sacando unas dos o tres lociones, bien chimbitas, originales. Si usted me da la posibilidad, yo después le pago.
—Listo, no hay problema, curso.
—Que sea la 212 de ‘Carolina Herrera’.
—Listo.

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Ni Héctor ni nadie podía llegar a imaginar que esa sería su última conversación. Para él, el patrullero Carlos fue, desde siempre, más que un compañero de trabajo, porque Giraldo también hacía parte de la Institución, y su amistad había sido custodiada desde los años anteriores, en Arma, en Quiebra de Casaquillo y, por tanto, ambos eran lo más parecido a una estampa o un sentimiento sepultado que sobrepasaba los grados oficiales o la naturaleza estática del uniforme oliva.

—Esto es muy doloroso. Mi amigo ya no está, pero yo me quedo con la imagen de cuando me defendió de los grandulones de la escuela, porque desde ese momento yo supe que Carlos era un ser responsable y protector. Una persona entregada por completo a la justicia. Yo quiero que su nombre evoque siempre eso en mí.

Todos los hermanos de Carlos están reunidos en la sala de estar. También hay dos sobrinos del difunto, está la madre y, de cuando en cuando, se escucha la voz minúscula de Matías de cuatro años, por lo que su imagen es una sombra del hijo que dejaron huérfano de padre, pero en todo caso el niño por el que Carlos dio todo en tanto pudo hacerlo. Matías hablará al final, porque es un niño educado, y porque Leidy, recién viuda, le ha intentado explicar, con toda la familia, lo que a su mentor, retrato a seguir, le sucedió.

***

La semana pasada se conoció la noticia del crimen del patrullero Rincón, quien fue encontrado muerto a orillas del río Cauca, en la vereda Las Piles, cerca a Palmira, Valle.

El uniformado, asignado a una estación de Policía de Jamundí, había desaparecido desde el jueves 3 de junio en el sector del Paso del Comercio de Cali, zona altamente afectada por bloqueos, pero que fue despejada por la Fuerza Pública. Según la Policía el agente, ese día, estaba de descanso.

El viernes fue hallada su motocicleta en este punto, totalmente incinerada, y el lunes, cuando dieron con el cuerpo sin vida del uniformado en el río, las autoridades indicaron que tenía heridas de arma de fuego y arma blanca.

El miércoles pasado, en horas de la tarde, se realizaron las exequias del patrullero Rincón en el cementerio Campos de Paz, en Medellín. A la ceremonia asistieron familiares y amigos que viven en el municipio de Itagüí, al sur del Valle de Aburrá. Hubo una calle de honor para despedirlo y rendir homenaje a su servicio en la Institución.

La muerte del patrullero fue condenada, incluso, por la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia, entidad de la Organización de los Estados Americanos.

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***

—A mi hermano lo mataron vilmente —dijo Giovanni Rincón en un tono intermitente—. Carlos era un convencido de que el diálogo era la mejor forma de solucionar los problemas y que el servicio a la patria era la mejor decisión que había tomado, él era bueno.

Aunque están todos en casa, un marasmo de intranquilidad desestima su presencia. Falta uno. Matías juega junto a su prima Guadalupe. Ambos despiden una estela de armonía incapaz de volver las manecillas atrás, pero de cara al futuro que todos deberán enfrentar sin su figura, la de Carlos que no está. Una semilla de esperanza para su madre y sus siete hermanos se les ha sembrado en las entrañas, muy en el alma, y eso los conecta a todos. El saber que Carlos siempre fue bueno les da un vínculo. Esa es su prótesis.

Ahora es tarde, Matías y Guadalupe esperan la cena. De hecho, todos esperan la cena. Son las 6:00 p.m. y han pasado siete días desde que Carlos no está. Su esposa Leidy, compungida al no poder hacer más que aceptar lo ocurrido, mantiene sus estribos, pero no puede dormir, dice. Ella siente —en muchas regiones de su ser—, que esta nueva ausencia de su esposo, injusta e insana, le ha implantado un desespero que cobija a toda la casa.

***

—Su tiempo libre, Carlos lo dedicaba a una de sus grandes pasiones: la automotriz. También recuerdo que disfrutaba largas horas de música, ya sea con amigos o familia —explica uno de sus hermanos—.

Te llamabas Carlos Andrés Rincón Martínez y montabas una Yamaha YS125 que acabó reducida a cenizas en cercanías al bloqueo del Paso del Comercio, donde se venía denunciado la comisión de diferentes delitos. Hay una recompensa de 200 millones de pesos a quien ayude a esclarecer tu deceso. Así que solo queda esperar.

Ahora Matías habla. La familia, cansada.

—¿Dónde está mi papá? ¿Por qué no viene?
—¿Qué te gustaría decirle?
—Que venga.
—¿Dónde puede estar tu papá?
—Afuera —dice señalando a la puerta—. Él está allí afuera.

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