ALCALDÍA DE CALI
Caravanas, inseguridad e intolerancia: ¿Por qué Cali se convirtió en una ciudad fuera de control?
Líos por las caravanas fúnebres y de Halloween; violación a la norma del parrillero hombre; inseguridad en el MÍO. La ciudad vive las mismas problemáticas desde hace décadas. Expertos aseguran que la solución no (solo) está en el Gobierno.
Cali pareciera ser una ciudad inmersa en un bucle, en el que sus problemas se repiten año a año. Basta hacer un repaso en las hemerotecas, desempolvar periódicos no tan antiguos, apenas de la última década, para comprobarlo.
En 2016, por ejemplo, se publicó una noticia muy similar a las publicadas hace unos días, con la celebración de Halloween. “Motociclistas disfrazados generaron caos en vías de Cali”, se titulaba la nota. Y agregaba: “Quedó bloqueada la calle quinta, desde Comfenalco hasta el Club Noel. No hubo buen comportamiento, además de bloquear las calles, los motociclistas practicaron peligrosas piruetas”.
En 2021 la noticia decía algo muy parecido: “Pese a los operativos realizados por las autoridades en la víspera de Halloween, cientos de motos recorrieron distintos puntos de la ciudad en gigantescas caravanas. En los videos difundidos a través de las redes sociales se observan cómo los motociclistas recorren las calles, a alta velocidad y realizando maniobras de alto riesgo”. Igual a lo sucedido el pasado fin de semana.
Pero no solo las caravanas de la Noche de Brujas son una problemática recurrente. Aún sucede lo mismo con las caravanas fúnebres, donde cierran las vías, hacen disparos al aire y cometen algunos atracos. “Caravana fúnebre con disparos al aire causó terror en el norte de Cali”, titulaba un diario nacional el pasado 6 de octubre. “Siguen denuncias por actos violentos en caravanas fúnebres, ¿quién los controla?”, se preguntaba El País en 2019.
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El bucle se renueva año tras año con otras problemáticas que parecen eternas: la reiterada violación a la norma del parrillero hombre, la cotidiana invasión al carril del MÍO; los homicidios; los hurtos.
Pablo Uribe fue subsecretario de Seguridad durante la alcaldía de Maurice Armitage. Debió lidiar con varios de esos asuntos salidos de control desde hace años. En su concepto, son tres las razones que lo explican.
Para empezar, hay un asunto cultural que es transversal al bucle: el contrato social se rompió en Cali. En otras palabras, los ciudadanos no están respetando las normas mínimas de convivencia.
“En Cali hay un estado social en el que mucha gente pasa por encima de los demás. Invadir el carril del MÍO viola todas las normas de tránsito, de seguridad, se podría causar un accidente por eso, pero la gente que lo hace lo que quiere es llegar rápido. Hemos llegado a un estado de cosas en el que todo el mundo ve que la norma se rompe todo el tiempo, entonces la conclusión es: ‘si todo el mundo lo hace, yo también’”.
Un artículo publicado en la revista Science, agrega Pablo, estudia esos fenómenos. Concluye que en los ambientes donde la norma se rompe de manera sistemática, cuando llega la hora de decidir entre cumplir una regla o hacer lo que es más cómodo, el raciocinio subconsciente es hacer lo más cómodo, como meterse en contravía, pues predomina la lógica de que si todo el mundo lo hace, por qué yo no. Y eso a su vez hace que se rompan otras reglas todo el tiempo, como está sucediendo en Cali.
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Pero no es lo único que explica el bucle. También hay una debilidad institucional en los organismos encargados de hacer cumplir las reglas: Policía, Fiscalía, pero también los funcionarios de la Alcaldía, los agentes de tránsito. En Cali no solo son pocos, sino que no cuentan con las herramientas y la seguridad para hacer su trabajo.
“En el Dagma, por ejemplo, ¿cuánta gente hay para inspeccionar los temas de exceso de ruido, una problemática que genera muchos conflictos de convivencia? Muy pocos. O los inspectores de Policía en la Secretaría de Seguridad, encargados de lo relacionado con el Código de Policía. No tienen asistentes. Me tocó ver cómo algunos debían escribir a máquina porque tampoco contaban con computadores portátiles.
Entonces en Cali no solo el contrato social está roto, sino que la gente encargada de hacer cumplir la ley tampoco tiene los recursos. Y no los tiene porque ese estado de cosas le favorece a intereses corruptos. Exceptuando la Policía y la Fiscalía, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en Cali son contratistas por prestación de servicios, y la gran mayoría son recomendados por concejales y políticos, es decir que en las entidades encargadas de hacer cumplir la ley hay falta de independencia y una influencia política indebida”, comenta Pablo.
Gustavo Orozco es experto en seguridad ciudadana. En su análisis de lo que está pasando en Cali desde hace tanto, desvirtúa una frase que también se repite: que los problemas de seguridad de la ciudad no se resuelven con un policía en cada esquina. Eso, en parte, es falso, dice Gustavo. Cali sí necesita más policías, aunque no es lo único.
La ciudad también requiere reconocer a los actores criminales que hay detrás de los hurtos, de los homicidios. Y que la Alcaldía priorice la seguridad en su agenda, algo que no ha ocurrido durante el gobierno de Jorge Iván Ospina.
“Eso es evidente con los cambios drásticos en inversión en seguridad que proponía la actual alcaldía y que se han ajustado gracias a la presión social y al control político. El Alcalde además no hace consejos de seguridad, o muy pocos, mientras alcaldías anteriores hacían un consejo de seguridad semanal, entonces la seguridad no es una prioridad y por eso desmontaron unos esfuerzos que sí tenían evidencia que funcionaban y eso le está pasando factura a Cali. A la Secretaría de Seguridad han llegado personas sin experiencia en lo que se debe hacer, exceptuando al General retirado Carlos Javier Soler”, comenta Gustavo.
(Soler renunció tras denuncias por haber presuntamente establecido contratos con exmilitares vinculados al paramilitarismo).
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Alberto Sánchez Galeano fue asesor del exsecretario de Seguridad, Andrés Villamizar, durante la alcaldía Armitage. En su análisis de lo que está sucediendo, esa sensación de desorden, señala la posición geográfica de Cali, una capital en medio de una región donde se desarrollan los principales focos de confrontación y de operación de estructuras armadas organizadas en el país: norte del Cauca, Nariño, también Chocó. ¿Qué pasa hacia adentro, en la ciudad? Que el gobierno no cuenta con la infraestructura suficiente, las capacidades en número de hombres, ni la inversión que requiere el andamiaje de la seguridad y la convivencia.
“Y esto ocurre entre otras cosas porque la ciudad es la única preocupada por el fenómeno. La nación ha sido muy inferior a su responsabilidad en materia de seguridad estratégica en Cali y el mejor ejemplo es lo que pasó durante el paro nacional”, comenta Alberto.
¿Qué hacer entonces para romper el bucle en Cali, el ciclo de problemáticas que se reiteran? Pablo Uribe, el exsubsecretario de seguridad, considera que es un asunto que no solo le compete a la alcaldía, sino a cada ciudadano, para reestablecer el pacto social en el que se cumplan las normas.
“Lo que debe hacer el próximo alcalde o alcaldesa es liderar un diálogo participativo para definir cómo y desde dónde se va a empezar a reconstruir ese contrato social. Las soluciones tienen que venir de la ciudad, no solo del alcalde. Si el carril del MÍO se invade, se debe convocar a un diálogo con los taxistas, los moteros, las asociaciones, los comerciantes, la academia, todos. Sentémonos a hablar los que están involucrados en los problemas, porque no podemos seguir haciendo lo mismo”.
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