Judicial
Cinco policías fueron asesinados en Cali en 2024; estos son los dramas de sus familias
Con el paso de los días el dolor en sus familias crece. Dejaron solos a sus padres y esposas. No pudieron ver crecer a sus hijos.
Han pasado 27 días desde que la señora Aida Lucía Robles se despidió entre lágrimas de su hijo, Kevin Alejandro Martínez Robles, de 27 años, quien murió luego de luchar por su vida tras ser víctima de una motocicleta bomba que estalló en el sector de Las Piñas, en Jamundí, el pasado 7 de diciembre.
“Para nosotros es muy duro, todavía no acepto que él se haya ido”, aseguró la mujer en medio del llanto por haber tenido que sepultar a su hijo mayor, quien desde hace seis años era policía.
A pesar de nacer y crecer en un hogar humilde en la zona rural de Sibundoy, Putumayo, su amor por servir a los demás lo llevó a unirse a la institución, pues desde que era un niño manifestó que algún día quería portar el uniforme de la Fuerza Pública.
Con sacrificio, sus padres lo apoyaron en su sueño de ser policía y a los 20 años se fue a prestar servicio militar. Continuó con su carrera en la Policía Nacional, primero en su natal Putumayo y hace ocho meses, en el Cauca, donde sufrió varios ataques.
“Venía y manifestaba que eso estaba muy duro, que un día de estos ya no regresaba”, recordó Aida Lucía, pero añadió que a pesar de la zozobra, “nosotros sabíamos que ellos tienen que estar prestos para donde les toque”.
Lo más doloroso para esta madre es que su hijo no va a poder ver crecer a su bebé Jaden Gadiel, quien quedó huérfano de padre a los dos meses de edad. “Esa es la pena que nos da, aunque yo le prometí que íbamos a estar siempre a su lado tratando de educarlo y guiarlo”, dijo la madre del patrullero Martínez.
Además de Kevin, otros cuatro policías que juraron proteger a los colombianos fueron asesinados en Cali y su área metropolitana a manos de delincuentes. Todos ellos llevaban años en la institución en la que sirvieron valientemente y entregaron sus mejores años a la comunidad.
Iván Fernando López, también fue asesinado por criminales el pasado 13 de junio. Estos hechos ocurrieron en medio de un procedimiento judicial en el barrio Guayaquil, en el centro de Cali, luego que el patrullero atendiera una llamada por un ataque sicarial contra un hombre que conducía una camioneta de alta gama.
Una vez la víctima fue trasladada a un centro asistencial, López se dispuso a llevar el vehículo a la estación de Fray Damián con el fin de ponerlo en custodia, sin embargo, fue asesinado por los mismos sicarios que perpetraron el primer atentado por una supuesta equivocación.
De acuerdo con las autoridades, dos de los implicados fueron capturados en noviembre después de más de 4800 minutos de video analizados y cuatro meses de investigación. El Patrullero Iván Fernando López prestó su servicio a la Policía Nacional durante 12 años y dejó una huella imborrable en su esposa y su pequeño hijo de 9 años, quien perdió prematuramente a su padre.
Unos meses después, durante la madrugada del 9 de septiembre de 2024, fue asesinado el intendente Rubén Darío Cadavid, en el barrio Jorge Zawadsky, mientras se encontraba descansando y departiendo en un establecimiento comercial.
Rubén era un hombre servicial y bondadoso que dedicó su vida a los demás, así lo recordó una familiar cercana quien prefirió reservar su identidad por motivos de seguridad. “A él le gustaba mucho todo lo que tenía que ver con la labor social. Cuando estaba en el colegio participaba en obras comunitarias, aconsejaba a la gente y cuando se graduó se inclinó por la carrera en la Policía porque le apasionaba el oficio”, por ello durante 18 años hizo parte de la Institución.
La noche antes de su muerte, Rubén Darío estaba feliz, compró una pizza para compartir con su familia luego de terminar de ayudarle a su hijo de 14 años a hacer tareas. “Él salió como a las 9:00 p. m. y ya esa fue la última vez que lo vimos con vida”, narró su familiar.
El intendente salió a compartir con algunos amigos, pero los momentos de esparcimiento se extinguieron cuando discutió con un hombre quien, antes de huir del lugar, le propinó cinco disparos con arma de fuego: uno en el tórax y cuatro en la cabeza, por lo que el uniformado de 37 años falleció de inmediato.
A pasar de la rápida acción de los policías que acudieron al lugar, el responsable huyó en un vehículo, pero fue capturado días después en el corregimiento de Los Andes, zona rural de Cali.
El presunto homicida fue identificado como Jorge Luis Córdoba, alias Fausto, y de acuerdo con las autoridades ya había estado en la cárcel durante 17 años, condenado por otro asesinato. Se supo que tenía prisión domiciliaria cuando mató a Rubén Darío Cadavid.
Otro hecho lamentable ocurrió en el barrio El Vallado, donde fue asesinado el subintendente de la Policía John Anderson Orobio, en hechos ocurridos el pasado 16 de octubre, mientras departía con algunos amigos en un establecimiento comercial.
Orobio, oriundo de Buenaventura, era comandante de guardia en la estación El Diamante y se encontraba jugando cartas cuando los asesinos llegaron a bordo de una motocicleta roja y le dispararon por la espalda en tres oportunidades. A pesar de que una patrulla lo trasladó rápidamente a un centro asistencial, falleció ante la gravedad de las heridas.
El uniformado, de 35 años de edad, había recibido días antes buenas noticias, pues estaba la posibilidad de un asenso y luego de su muerte, las autoridades iniciaron una investigación que sigue en curso.
Otro joven a quien le arrebataron la vida en Cali fue al patrullero Cristian Ospina Cuéllar, de 21 años y quien llevaba 2 en la Institución. Este caldense, nacido en La Dorada, fue atacado en el barrio Valle del Lili el pasado 7 de noviembre en medio de un intento de hurto.
El uniformado estaba prestando su servicio de seguridad en Bogotá, pero había sido enviado a la capital vallecaucana en comisión de servicio. De acuerdo con las autoridades, Ospina estaba de civil cuando dos sujetos se acercaron a él para, supuestamente, robarle sus pertenencias.
Ante la oposición del policía, los hombres le propinaron varios disparos que acabaron con su vida y como no pudieron encender la moto en la que se movilizaban, huyeron a pie, pero más adelante los recogieron en un carro.
Por estos hechos fueron capturadas cuatro personas: Raúl Ordóñez, quien habría disparado contra la humanidad del patrullero; Bairon Alirio Ramos, conductor de la motocicleta; Gustavo Erminzo Ocampo, dueño del vehículo que recogió a los otros dos presuntos delincuentes y a quien se le incautaron 330 discos de base de coca; y Juan Pablo López, a quien le decomisaron un arma de fuego y una motocicleta.
A pesar de este resultado, nadie llenará el vacío que quedó en sus familiares, quienes deben vivir con la ausencia de su ser querido. “Ahora solo me quedan 21 años de recuerdos a tu lado, llenos de amor y felicidad. Te amo, te amo mucho, siempre te amaré”, manifestó su hermana, a través de las redes sociales.
Una huella imborrable
La vida de la señora Aida Lucía, madre del patrullero Kevin Alejandro Martínez, se detuvo el pasado 7 de diciembre, cuando a través de una llamada telefónica le informaron que su hijo mayor había resultado herido en medio del atentado terrorista perpetrado por las disidencias de las Farc en el sector de Las Piñas, Jamundí.
Su esposo, Segundo Martínez, partió de inmediato para ver a su hijo, quien había sido trasladado a un centro asistencial en Cali. Primero tuvo que ir a Pasto, Nariño y posteriormente llegó a la capital vallecaucana, donde Kevin estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos con un trauma craneoencefálico y heridas por esquirlas.
Un par de días después viajó ella con su hija, de 9 años, para estar con él los que serían sus últimos días. “Los médicos nos dijeron que Kevin ya no tenía esperanza de vivir, entonces nos dejaron entrar para estar con él. Le hablábamos mucho”.
Posteriormente, llegó la esposa del uniformado con el bebé de dos meses. “Si yo lo tuviera en frente, lo abrazaría muy fuerte porque nosotros somos una familia bien unida, pero de pocos abrazos”, añadió entre lágrimas la señora Aida Lucía.
El mismo vacío dejó en sus seres queridos el intendente Rubén Cadavid, en especial en su hijo adolescente, con quien vivía desde que se divorció. “Su hijo era su todo y el mismo sentimiento tiene el niño hacia él, era su amigo y por eso quedó bastante afectado”, indicó la familiar del policía.
Tras la partida del uniformado, sus seres queridos viven con temor, pues a pesar de que según las investigaciones el homicidio se dio en medio de un hecho de intolerancia, creen en la posibilidad de que haya sido planeado. “Uno sabe que en esta profesión tienen muchos peligros”, le contaron a este medio de comunicación.
Desde el día que murió, la familia del intendente ha estado dispuesta a apoyar a su hijo, a quien le inculcarán el amor por el servicio y le ayudarán a superar el dolor.
“Saldremos adelante de la mano de Dios, que es el único que nos puede ayudar a pasar esos momentos duros, que nos puede consolar en nuestro dolor, nuestras tristezas y nos da el valor para seguir adelante”, concluyó la familiar de Rubén Darío Cadavid.