DISTRITO DE AGUABLANCA
De la violencia a 'gestores' de paz, la historia de estos jóvenes del Distrito, en Cali
Jóvenes del Distrito de Aguablanca superaron las influencias de un entorno hostil que los empuja a una vida en la ilegalidad. Ahora le sirven a la comunidad como gestores de convivencia.
Cuando era niño, sus padres le daban avena y a José Antonio Riascos Torres, no le gustaba, le parecía babosa su textura y buscaba la forma de evitarla. Pero ahora, esa avena es su emprendimiento que le da para vivir.
Desde 1998 salió desplazado por el conflicto de Triana, en el km 43, de la vía a Buenaventura. Llegó a Cali, hizo el bachillerato, prestó servicio militar y se vinculó al Ejército Nacional de Colombia.
En 2012 cayó en un campo minado en el Catatumbo y unas esquirlas afectaron su columna vertebral y su clavícula derecha. Cambió su uniforme de soldado por el de guarda en una empresa de seguridad, pero no duró un año porque su cuerpo no le respondía a las exigencias de su trabajo, por su lesión.
Intentó como vendedor de calzado, cuando apareció el programa de Gestores de Cultura Ciudadana de la Secretaría de Seguridad y Justicia de la Alcaldía de Cali, que le brindó capacitación en el Sena como técnico en fabricación de calzado, en manejo ambiental y ahora en emprendimiento en innovación.
José Antonio recordó que lo que sí le gustaba era el arroz que preparaban en casa. Tenía un sabor muy rico porque sus padres cogían ‘la pepa de mi peso’, un fruto tropical del Pacífico y le extraían la esencia con la que le daban sabor al arroz.
Y esa fue la receta para su clase de emprendimiento: preparar avena con esencia de ‘la pepa de mi peso’. Hoy es la delicia del barrio Las Orquídeas, donde él reside y la comercializa. “Le cambió el sabor y la textura”, dice de la bebida con la que aspira a crecer como emprendedor.
Hace cuatro años nadie daba un peso por mí; era un pandillero, lo acepto, no me da pena decirlo, confiesa con mucha seguridad Carlos Andrés Muñoz Gómez, de 27 años.
Él relata que “vivía en la zona de confort, no aportaba nada a la comunidad y creaba barreras invisibles a los jóvenes”.
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“Yo delinquía, robaba y era jíbaro al servicio del microtráfico, vendía drogas y les enseñaba a las nuevas generaciones a consumirlas. Lideraba una pandilla y les enseñaba a los jóvenes cómo hacer dinero fácil”, confiesa Carlos Andrés, hasta que un impacto de bala le dio vuelta a su vida.
“Estuve hospitalizado al borde de la muerte, tenía mis ‘liebres’ (enemigos) y una me atacó en la espalda y me afectó un pulmón; gracias a Dios sobreviví”, cuenta.
“El proyecto Armitage comenzó en 2016 y en 2017 me enteré por Cisalva. Fue Lorena Penagos y me brindó esta gran oportunidad de vida, me explicó los protocolos; yo no quería ir, pero ella tuvo poder de convencimiento y me dijo: ‘Usted no está solo para lo malo, también para liderar buenas cosas’”, evoca Muñoz.
Allí le motivaron a mostrar la verda- dera persona que era. Descubrió sus talentos y comprendió que una forma de compensar a su comunidad de lo que les hacía, era replicar con actos buenos.
“Comencé a trabajar con gestores ambientales por la paz, del Dagma; Marcela Calderón nos llevó a El Poblado II y formamos la primera huerta comunitaria, fue una experiencia muy linda”, relata.
En una reunión en FundAutónoma, se encontró con ‘una libre’ suya. “Nos miramos mal, pero decidimos escucharnos; hoy somos grandes compañeros de trabajo: formaron la escuela Cirisena Fútbol Club, donde se levantaba la frontera invisible más generadora de violencia en el sector. Y crearon la Fundación Jóvenes Guerreros Caminantes por la paz (Jo.que.ca), donde alimentan a la juventud de liderazgo, le dan su dosis personal de arte, cultura y opciones de empleabilidad y emprendimiento y montan obras de teatro para colegios públicos y privados.
A la par que vivía su transformación, terminó su bachillerato, interrumpido por andar en la pandilla. Hoy hace una carrera técnica en manejo ambiental en el Sena.
“Trabajo como gestor de convivencia ciudadana, enfocado en derribar las siete fronteras invisibles del sector; gracias a este proyecto de Armitage, hemos logrado eliminarlas con el fútbol, arte, cultura, teatro, huertas urbanas y cine foro”, dice.
“Estoy muy agradecido con la Alcaldía de Cali por esta oportunidad para quienes tuvimos estas falencias en nuestras vidas; seguimos en la lucha, doy gracias a Dios por la oportunidad de vida; sin sacrificio no hay victoria, atrévete a soñar”, concluye feliz y sonriente Muñoz.
Mi vida era un desastre total. En El Poblado II, Comuna 13, probé la marihuana y el perico y para consumir vicio, si no tenía dinero, me iba a robar una cicla, un celular, una panadería, un estanco, buses; a mí me pasaban armas; no podía ir a Mojica, Robles, Gremio y el Polideportivo, porque me sacaban a bala, a cuchillo, a piedra y nosotros hacíamos igual con los otros.
Así resume su vida Christian Alexánder Mosquera, hoy de 28 años, hasta un día que se emborrachó, cazó una pelea y le disparó a alguien, y aunque no le causó la muerte, sí le hizo daño.
Christian fue a prestar servicio militar y allá recibía las noticias de que sus amigos estaban en la cárcel o los habían matado y reflexionó sobre el rumbo que quería darle a su vida. Y quien hoy es su esposa, lo retó: ‘O cambia y deja la calle, el vicio y la rumba, de lo que no le quedan sino enemigos, o no podemos seguir juntos’.
“Encontré un buen empleo en Blanco y Negro Masivo, pero quería volver a lo mismo, porque no faltan los malos amigos, pero David Marín me invitó a las reuniones”, cuenta sobre su proceso.
Así llegó al programa TIP Jóvenes sin Fronteras y por medio de Cisalva y de la Policía, le plantearon cambiar su arma por una oportunidad. A los seis meses ingresó al programa Gestores ambientales por la paz, haciendo recolección de residuos sólidos, entre otras labores.
Fue cuando conoció a un profesor de música y a integrantes de Son, Sabor y Cultura, un grupo de salsa, y se vinculó, pero también hacen música para promover el cuidado del medio ambiente y transmitir mensajes de paz.
Ahora recibe clases de barbería y quiere abrir una peluquería, para tener un ingreso fijo. “Gracias a este proyecto, mi vida dio un giro de 180°; antes me miraban con desprecio y decían ‘este man no vale nada’. Ahora me relaciono con la comunidad, me apasiona el trabajo con ella y me buscan; para mí este programa ha sido excelente, le doy gracias al Alcalde”, enfatiza Christian.
John Édinson Olave tiene 28 años y vive en El Vallado, en la Comuna 15. Y pese a crecer en ese entorno marginado y vulnerable por las pandillas y la delincuencia, no tuvo riesgo de delinquir porque viene de una familia cristiana.
Pero sí creció expuesto a riesgos potenciales, dice, como una bala perdida o malas compañías que quisieron influenciarlo, pero la mano fuerte de sus padres siempre estuvo atenta para evitarlo.
En medio del conflicto interno en el barrio, vio morir a sus amigos y familiares en guerras sin sentido. Quedó solo con su esposa, quien padece distrofia muscular, una enfermedad huérfana que la tiene en silla de ruedas. Ahora él busca una silla de ruedas, pero eléctrica, “pero es difícil en ese sector que es poco visible”, comenta.
Entró al programa para darle a ella y a su familia mayor estabilidad, porque estudió diseño gráfico en el Sena, pero no encontró empleo y si le resultaba alguna opción, no era bien pagado, cuenta.
“Estoy agradecido con este programa porque me permitió ayudar a mi esposa y a mi familia”, dice John Édinson, quien se desempeña como gestor de convivencia ciudadana. Y como le gustaba la música, se unió a Son, Sabor y Cultura, grupo que ya está en redes sociales y suman 2700 seguidores en Facebook e Instagram.
Cuando su esposo abandonó el hogar, Jenny Susana Cortés quedó con cuatro hijos para alimentar y educar. Y pasaban trabajos. Hasta que por medio de sus tíos se enteró del programa gestores, se vinculó y con las capacitaciones, descubrió destrezas que ella no sabía que tenía.
Ahora estudia para técnica ambiental en el Sena y participa en el Fondo Emprender, para abrir una cría y comercializadora de pollo, dice ella.
Mientras tanto, el hijo mayor presta el servicio militar y sus tres hijas son atletas de la Liga Vallecaucana de Atletismo; la de 17 años entrena lanzamiento de jabalina y las gemelas, una practica salto largo y otra carrera con vallas.
Jenny Susana empezó como gestora ambiental y ahora es gestora de convivencia ciudadana. “Laboro en espacio público, haciendo respetar el espacio peatonal y estoy muy contenta, porque mi vida dio un giro grande”, declara.
Ella les explica a los invasores del espacio público, que todos tenemos derecho a trabajar, pero debemos hacerlo de forma ordenada. “Algunas personas colaboran, pero otras responden con grosería y altivez, pero no nos tocan, porque vamos con apoyo y asistencia de la Policía”, confiesa.
Programa de resocialización
En 2019, la Estrategia de Gestores de la Alcaldía dirigida a generar procesos de inclusión y reinserción social a población vulnerable y jóvenes riesgo social, ha pasado a la Secre- taría de Seguridad y Justicia, que direcciona sus esfuerzos a formar gestores de convivencia ciudadana, como facilitadores y referentes comunitarios e institucionales con competencias que ayuden al mejoramiento de la convivencia en sus entornos y a ser productivo social y económicamente, y con conocimientos asociados a enfoques de cultura de paz, cultura de legalidad y prácticas restaurativasi.
El proyecto se enfoca en el fortalecimiento psicosocial de los gestores, con educación emocional frente a su contexto familiar y social y su capacidad de reflexión frente a su actos. Igualmente, se les preparara para la inserción laboral con la identificación de sus habilidades, capacidades y competencias con las que logren potenciar un arte u oficio que fortalezca un proyecto de vida desde la legalidad y la convivencia.
Como retribución a la sociedad, los gestores actúan en espacios como facilitadores pacíficos e implementan acciones con prácticas restaurativas y como embajadores de territorios de paz para buscar fortalecer el tejido social y comunitario.
Resultados
El proyecto Gestores de Convivencia Ciudadana, este año lo maneja la Secretaría de Seguridad y Justicia de Cali, a través de la Subsecretaría de Acceso a Servicios a la Justicia.
El programa suma 927 personas resocializadas, 692 de ellas, capacitadas en tres meses en 22 grupos en la Universidad Antonio José Camacho, dijo Lina María Bastidas, psicóloga coordinadora del proyecto este año.
Otros 235 se han capacitado en 9 meses, que hoy laboran en las calles de 24 barrios, 20 de ellos en el Distrito de Aguablanca, dos en Floralia y San Luis y dos en barrios de ladera.
Pretende identificar las habilidades sociales de los gestores de convivencia ciudadana, privilegiando la familia, que permitan potenciar el desarrollo en cultura de paz, cultura de la legalidad, empatía y prácticas restaurativas.