Drama del desplazamiento por guerra entre pandillas en El Vergel, oriente de Cali
Enfrentamientos entre las pandillas Los Calvos y La Tatabrera han generado desplazamientos internos. Esta semana se conoció el drama del barrio El Vergel en el oriente de Cali.
Enfrentamientos entre las pandillas Los Calvos y La Tatabrera han generado desplazamientos internos. Esta semana se conoció el drama del barrio El Vergel en el oriente de Cali.
Ahora, en las noches, la mujer duerme en un sitio con nombre de pájaros. Pero al fondo no se escuchan cantos, ni viento, ni nada. Solo su voz. La voz de Marta tiene un sonido triste, como una guitarra con una cuerda destemplada: a Marta hace dos semanas le mataron a un hijo. Era contratista de una empresa de telefonía celular, tenía 34 años y tres niños.Pasó en su propia casa. Allí le dispararon. Estaba en una fiesta y en medio de la celebración algo salió mal, hubo una discusión. El muchacho de Marta, pensando en sus hijos, en que tal vez aquello podría terminar feo, decidió marcharse. Irse a su casa. Dormir. Darle un beso a sus niños. Pero no alcanzó: los hombres lo siguieron, le dispararon.Después de eso Marta decidió irse. Salir corriendo. Alzar lo que le quedaba de su vida en una maleta. Levantar vuelo. Ahora ella está refugiada a las afueras de Cali en un sitio con nombre de pájaros. Ahora Marta es una desplazada.Su drama, sin embargo, no ocurrió en la selva del Chocó o en las montañas antioqueñas o en la sabana cordobesa o en tierra caucana. Al hijo de Marta no lo mataron paramilitares, ni lo asesinó la guerrilla. Su casa tampoco quedaba en la mitad de un cultivo de coca. Marta está desplazada adentro de esta ciudad. Su tragedia ocurrió a menos de una hora de camino de usted, señor lector, si también está aquí, en Cali.Familias en fugaEn esta ciudad la violencia ha llegado a dimensiones tan grandes, que la gente está abandonando sus viviendas para salvar la vida. Un ejemplo, el más palpable, es el que esta semana denunció la Personería Municipal en El Vergel, donde 20 familias tuvieron que dejar sus casas por el enfrentamiento entre dos pandillas, Los Calvos y La Tatabrera.El Vergel es un barrio al oriente de la ciudad donde viven al menos 5.000 personas y donde existen 16 pandillas, algo así como una pandilla cada cuatro o cinco cuadras. Cuadras con calles a medio hacer, así como la mayoría de casas.Ahora es jueves y la poca gente que se ve en las calles solo habla de los enfrentamientos. De la balacera de la noche anterior que dejó a una niña de tres años herida. Pero de lo que más hablan es de las familias que se han ido. Lo comentan en voz baja. Señalan las casas y nombran sus apellidos: Vargas, Mosquera, Ospina, Bolaños, Quiñones... Ninguno ha regresado. Eso que dijeron sobre 15 de las 20 familias desplazadas regresando, es mentira. Antes, hay más familias que están pensando en irse, dice uno de los líderes comunales.La situación de El Vergel es la más conocida. Las balas perdidas, los proyectiles incrustados en las puertas, los vidrios rotos, el llanto de los niños en las noches. La gente huyendo por una pelea que no es suya. Porque el génesis de la confrontación no es otra que una disputa entre bandos: el primero de enero uno de los integrantes de la Tatabrera habría sido asesinado por los Calvos. Ese fue el día en que todo cambió en el barrio.Allí el problema ha llegado a ser tan grande y tan difícil de abordar, que la gente que se ha quedado ha pensado en armarse para hacerle frente a los hombres que hoy son los dueños del miedo. Pero sobre todo lo han pensado para defender a los niños. Y la dignidad de seguir viviendo donde la gente quiera. No donde le toque. No donde lo empujen. Donde quiera. El drama se repite más allá de las fronteras de ese barrio. De acuerdo con datos de la Personería Municipal, en Barrio Taller, Suerte 90 y Siloé, hay casos similiares. Andrés Santamaría, el personero de Cali, dijo por eso que este lunes buscarán a las familias afectadas para analizar su situación y determinar qué acciones se pueden tomar para atender el problema.Uno de los mayores problemas para intentar conjurar todo esto, es la falta de denuncias. De hecho, Carlos José Holguín, secretario de Gobierno de Cali, dice que ante la falta de denuncias formales, la Alcadía no puede entregar la ayuda del Estado. Es importante que haya una denuncia puntual, para empezar a trabajar. Aunque en Cali hay cerca de 20.000 desplazados, nadie sabe a ciencia cierta cuántos de esos provienen de aquí mismo, del corazón de esta ciudad. Pero hay un número que permite cálculos, un acercamiento: en lo corrido del año, 11 personas han muerto por enfrentamientos entre combos. Cali tiene 134 pandillas en 17 de sus 22 comunas. El 44% se encuentra asentado en Aguablanca.Este viernes, en El Vergel, hubo una reunión con integrantes de La Tatabrera. La Personería y la Policía hablaron con los muchachos sobre sus problemas. Escucharon sus quejas. Algunos dijeron que el barrio necesita más canchas. Todos, coincidieron en que ellos, los muchachos, necesitan oportunidades de trabajo. Un chance para dejar de ser vistos así, como simples pandilleros. Para poder hacer esa reunión, la Policía tuvo que acordonar varias cuadras a la redonda del salón. El caso de SergioSergio es un mécanico de 29 años. Alto, moreno, con las manos grandes. También con mucho miedo. Dice que no piensa volver a su casa. Su casa, antes, quedaba en Potrero Grande, también al oriente de la ciudad.Dice que no volverá porque ahí, en un anden de ese barrio, cayó uno de sus hijos. Fue en octubre pasado. El niño de 11 años fue otra víctima de esas guerras ajenas que hacen correr la gente adentro de la misma ciudad. Cayó en un enfrentamiento que duró casi cinco horas, con disparos desde todos los lados. La bala que impactó al niño fue disparada desde otro sector. Un sector donde también hay una pandilla que pelea con otra. Una pandilla que tal vez no quería acabar con la vida del hijo de Sergio, pero que terminó también amenazándolo a él y al resto de su familia para que no dijeran nada. Una pandilla que les sugirió que se fueran.Sergio, su esposa y su otro hijo viven ahora en una casa prestada. Nunca denunciarán su caso. Tal vez nunca pierdan el miedo. Esta situación solo nos interesa a nosotros, al Estado no, afirma el hombre, mirándose las manos.
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