CAMBIO CLIMÁTICO
La dolorosa razón por la cual se están muriendo los elefantes en una zona de África
Un total de 55 paquidermos han fallecido en una reserva de Zimbabue en los últimos dos meses. El país, y parte del continente, ha sido duramente golpeado por el cambio climático.
La grave sequía que sufre Zimbabue por el cambio climático, al igual que otros países del sur de África, no sólo afecta a los humanos sino que se está cebando con los elefantes, que mueren de sed y hambre en varios parques nacionales.
La situación es especialmente preocupante en el turístico Parque Nacional de Hwange, que se hizo especialmente famoso en 2015 a raíz de la muerte a manos de un cazador de su inquilino más emblemático, el león Cecil.
Un total de 55 paquidermos han fallecido de hambre y sed en ese reserva en los últimos dos meses, informó el pasado lunes el director de relaciones públicas de la Autoridad de Gestión de Parques y Fauna de Zimbabue, Zimparks, Tinashe Farawo.
"La situación en la mayoría de nuestros parques es urgente debido a la sequía causada por el cambio climático", dijo Farawo a la cadena estatal de televisión zimbabuense ZBC.
The Bhejane Trust, una organización conservacionista que trabaja en Hwange, donde viven más de 45.000 elefantes, ha hallado colmillos de estos paquidermos rotos cerca de los pozos de agua, señal probable de peleas entre los grandes animales por el poco líquido disponible.
En este parque, el agua ha de ser bombeada artificialmente hacia las zonas con depresiones, dado que no mana de forma natural, según explicó Trevor Lane, director de The Bhejane Trust, uno de los grupos que ayuda en esas operaciones.
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La sequía también ha obligado a poner en marcha un dispositivo de rescate en otro parque nacional, Mana Pools, donde los elefantes se estaban muriendo de hambre y sed.
Las depresiones de este parque —considerado sitio de interés mundial por la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco— están ya secas y, con las lluvias del verano austral todavía lejos, voluntarios y donantes locales se han puesto manos a la obra para evitar la muerte de los animales.
"No queda nada para que coman los animales, es increíble", explica Dave McFarland, operador de safaris y coordinador de este plan de emergencia, bautizado "Alimentar Mana".
Sólo en las últimas dos semanas, según este experto, cuatro crías de elefante perdieron la vida por la falta de alimento y agua.
"Una de ellas, tristemente, estaba protegida por su madre pero, un par de días después, ella murió también", relata McFarland.
Las cifras exactas de las bajas provocadas por la sequía son difíciles de cuantificar en la vasta superficie de este parque de 2.000 kilómetros cuadrados que acoge más de 10.000 elefantes, muy popular tanto entre los turistas locales como internacionales.
Zimbabue, al igual que otros países de la región meridional africana, como Namibia o Botsuana, ricos en fauna salvaje, recibió muy poca lluvia en los últimos meses.
Por culpa de este fenómeno, la ONU estima que más de cinco millones de zimbabuenses —un tercio de la población del país— necesitará ayuda alimentaria antes de la próxima cosecha, prevista para abril.
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Los elefantes, sin embargo, están ya muriendo y padeciendo por este mismo desastre meteorológico, especialmente los más jóvenes.
Una prueba visible es la fractura de las manadas, en un intento muchas veces vano de los padres de proteger a sus crías.
"Se han separado individualmente y las madres caminan con sus crías, 200 metros detrás, en un duro camino buscando comida", indica McFarland.
"A veces las crías se rezagan demasiado lejos y se pierden. Las madres no pueden encontrarlos; la situación no es buena", añade.
Hasta la fecha, cinco crías han sido rescatadas en este parque y trasladadas a un centro de rehabilitación en Harare.
Los voluntarios y donantes que trabajan en "Alimentar Mana" han distribuido en las últimas semanas unos 9.000 fardos de heno y, para los próximos días, planean entregar al menos otros 7.000 más, pero la situación no es fácil.
Mana está a unos 380 kilómetros al norte de Harare, capital de un país que atraviesa una grave crisis económica cuyos efectos se dejan ver, por ejemplo, en forma de escasez de combustible.
Mientras, los elefantes de Mana Pools se han concentrado en una superficie de apenas 40 kilómetros cuadrados, donde aún queda un poco de pasto, a la espera de que el comienzo de la temporada de lluvias, en unas seis u ocho semanas, traiga mejores noticias.
Por si fuera poco, hay elefantes que están llegando desde la vecina Botsuana (el país con más elefantes del mundo) por los efectos de la sequía que también hace mella allí.
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Además, a la precaria situación climática hay que sumarle el peligro del ántrax.
Esta enfermedad mortal se transmite por esporas que yacen latentes en el suelo, hasta que quedan expuestas y son ingeridas por los animales en tiempos de sequía.
En concreto, varios hipopótamos murieron ya por esta causa en las últimas semanas en Hwange, según detalla Trevor Lane.
Pero no todo el mundo está de acuerdo con la estrategia de proporcionar alimentos y agua a los animales de forma artificial, como se hace en Mana Pools.
Algunos conservacionistas argumentan que esta clase de situaciones para los animales ocurren regularmente cada octubre, cuando se concentran muchos en esos escasos 40 kilómetros cuadrados en los que abunda el pasto.
Otros —empezando por el propio presidente del país, Emmerson Mnangagwa— apuntan que Zimbabue tiene demasiados elefantes y que la superpoblación está dañando un ecosistema ya de por sí frágil.
El Gobierno estima que hay unos 84.000 elefantes y que Zimbabue solo tiene capacidad de dar hogar a unos 56.000.
Pero en Mana Pools, McFarland y los que trabajan en la operación de emergencia están motivados por los buenos resultados vistos entre los elefantes a los que ya han ayudado hasta ahora.
"Una vez que empezamos con el heno, los estómagos de los elefantes comenzaron a funcionar adecuadamente de nuevo", enfatiza con optimismo.
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