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¿Acuerdo Nacional?

Muy extraña concepción de la vida política hacer una coalición para luego olvidarse del partido para negociar votos con cada congresista.

22 de julio de 2023 Por: Fernando Cepeda Ulloa
Fernando Cepeda Ulloa

No fue un balconazo. De alguna manera, el discurso del Presidente Petro para inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso fue una reminiscencia del pronunciado en su posesión y, en esencia, del espíritu de cooperación que se planteó en el Hotel Marriott el sábado anterior a la segunda vuelta presidencial.

Ese Acuerdo Nacional fracasó, principalmente, por una razón obvia. El Acuerdo Nacional no se construyó como se hace en países que por su condición multipartidista deben recurrir a esa fórmula de gobernabilidad democrática. Fue un Acuerdo Nacional que no contaba con reglas mínimas para su funcionamiento. Caótico. A tal punto que en reciente entrevista el expresidente César Gaviria se preguntó: ¿Cuál coalición? Y, para sorpresa de muchos, el Partido Liberal que él dirige sigue como partido de gobierno pero ya sin la situación similar de los conservadores y los de la U, que se declararon como independientes.

La ausencia de un Acuerdo Nacional bien construido y ello quiere decir con reglas mínimas de funcionamiento, para manejar acuerdos y desacuerdos. Es que sería impensable que la inspiración para formular políticas públicas y otras decisiones de gran importancia no podía provenir solamente del gobierno o de la coalición petrista. La idea que considera que el triunfo presidencial le otorga al gobierno la capacidad de imponer las reformas en el entendimiento de que esa fue la voluntad popular mayoritaria.

La realidad política es otra. El Presidente no obtuvo el control del Congreso. No obtuvo mayoría en esa institución, pese a que lo intentó. Así es indispensable obtener los votos necesarios para contar con una gobernabilidad democrática.

¿Cómo lograrlo? Un Acuerdo Nacional diferente del que el expresidente Gaviria dice que no existió. O sea, un Acuerdo Nacional que tome en consideración las opiniones de los integrantes de ese acuerdo o coalición. ¿Cómo se elaboran esos acuerdos? ¿Cómo se implementan? ¿Acaso se requiere una participación en la conformación del Gabinete en áreas que cada miembro de la Coalición considere claves? ¿O, simplemente, los partidos de la coalición se enteran por los medios de las diferentes iniciativas y deben disponerse para aprobarlas? ¿Y acaso se trata del compromiso de un partido o fuerza política o de cada congresista de esa fuerza?

Muy extraña concepción de la vida política hacer una coalición para luego olvidarse del partido para negociar votos con cada congresista. El precio de la coalición o del acuerdo nacional no puede ser el debilitamiento o desaparición de los partidos y el desconocimiento de sus jefaturas y de sus estatutos. Sería una concepción completamente exótica e inaceptable en un régimen parlamentario.

No obstante el debilitamiento de los partidos en las democracias liberales, se sigue considerando que son claves para un apropiado funcionamiento de la democracia. Un régimen presidencial no se puede permitir semejante desestructuración de una institución política clave para el buen desempeño de la gobernabilidad democrática.

Hay muchas experiencias que se pueden examinar. La Mesa de Unidad Nacional, el Frente Nacional, o las coaliciones que gobiernan en Europa. En los regímenes presidenciales también hay ejemplos y estudios. Son reglas sencillas, sensatas, cuyo presupuesto es el de colaborar en la realización de un buen gobierno. A nadie le interesa un mal gobierno en circunstancias mundiales y nacionales tan difíciles. Las oportunidades para Colombia son enormes y no tiene sentido desperdiciarlas.

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