Columnistas
Ahora la salud
Desde la ciudadanía debemos exigirle especialmente a la Comisión Séptima, donde se hundió la reforma anterior, una dosis de sensatez y responsabilidad histórica.

Mientras la construcción de una política pública exitosa puede tardar décadas, en medio de difíciles retos de expansión e implementación, su destrucción deliberada e inconveniente puede darse en cuestión de pocos días. Este es el caso del sistema de salud, que en treinta años de gobiernos de todas las corrientes ideológicas ha alcanzado a beneficiar a casi el 98 % de la ciudadanía luego de empezar cerca de un modesto 30 %.
El gobierno Petro ha hecho todo lo posible por desmontar el actual modelo de salud, a través del enfurecimiento permanente a la ciudadanía por las innegables falencias del sistema, y con la falsa promesa de que el camino de la estatización las resolvería sin problema alguno. Pero de fondo, un modelo de salud que le devuelva a los políticos regionales el control de los multimillonarios presupuestos traería enormes riesgos de corrupción y retiraría del mapa a algunos de los más importantes aliados de la profundización del alcance del sistema.
Este esfuerzo por desacreditar y derrumbar un modelo funcional, y abrir las puertas hacia un esquema desconocido y lleno de riesgos, ha avanzado con pasos determinantes en la Cámara de Representantes en los meses recientes. La aprobación de la reforma a la salud en su segundo debate en la Cámara, hecho registrado la semana pasada, no es ninguna sorpresa, pues el gobierno siempre ha contado con favorabilidad y mayorías allí. La verdadera batalla por la salud tendrá lugar en los debates reglamentarios restantes, que serán en la Comisión Séptima y la plenaria del Senado, en ese orden.
El futuro de la muy perjudicial –y ahora también cargada de politiquería– reforma al sistema de salud de los colombianos ha quedado en manos del Senado de la República. Desde la ciudadanía debemos exigirle especialmente a la Comisión Séptima, donde se hundió la reforma anterior, una dosis de sensatez y responsabilidad histórica. A sus integrantes debemos pedirles que sobre las presiones de la burocracia esté la responsabilidad con el electorado nacional y su bienestar, y que antes que la charlatanería y los cálculos alegres del gobierno se encuentre el apego por la evidencia científica.
Hace un año, en el mismo tercer debate reglamentario y ante la misma comisión del Senado, la versión anterior de la reforma a la salud fue derrotada con nueve votos en contra y cinco a favor. De los integrantes de esa comisión, casi todos han afirmado que en esta nueva apuesta por pasar la reforma votarían de la misma manera. Los votos de dos senadoras, una del Partido de La U y otra de Colombia Justa Libres, son menos claros, según reportes más recientes. Son muchas las inquietudes que pueden plantearse sobre los motivos por los que un congresista termina cambiando su voto de un año para otro.
Por eso, con valor ciudadano y contundencia debemos preguntarles a varios de los senadores de la Comisión Séptima, cuyos votos siguen en la incertidumbre, por qué esta vez sí apoyarían una reforma por la cual el año pasado, en un proyecto idéntico en su propósito y en su objetivo, votaron en contra. A ellos hay que recordarles su deber de escuchar a la ciudadanía y a los expertos, como lo hicieron hace un año de manera oportuna, ahora que todavía no es demasiado tarde.
Si hoy la salud atraviesa horas tan oscuras desde un modelo funcional –con sus ya conocidos errores– que el gobierno ha dejado en agonía, ¿cómo sería desde un nuevo modelo construido desde la irresponsable estatización, la charlatanería y las promesas imposibles?
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