Pelando el cobre
Aún no destaparé mi carta para las elecciones de 2022, pero lo que sí está claro es que espero no llegar a junio del próximo año con el complejísimo dilema de decidir si votar por Petro o por Hernández.
Las últimas encuestas presidenciales de Colombia muestran a Gustavo Petro, candidato de la Colombia Humana perdiendo votantes potenciales. Una tendencia que de mantenerse lo podría dejar por fuera en la primera vuelta.
Este susto se refleja en los ataques permanentes que el candidato realiza a todos los contrincantes que tienen posibilidades. Tristemente, no son ataques ideológicos, son ataques personales. Esto no tiene nada de nuevo, y el estilo de política que hace Petro se basa en eso, en el desprestigio y no en las ideas.
Sin embargo, para alegría de quienes no lo queremos de presidente, su afán populista y politiquero lo está llevando a lo más bajo de las contradicciones y la arrogancia. Hace unos meses fueron los agresivos ataques contra Alejandro Gaviria en el lanzamiento de su campaña, quien públicamente ha reconocido el tipo de espiritualidad que práctica.
Petro, quien, por su adoctrinamiento comunista y su ideario, durante años había renegado de la religión y la iglesia, salió a reafirmar su visión cristiana del mundo. Una contradicción ideológica fundamental, pero populistamente acertada.
Las incongruencias no pararon ahí. Hace un par de semanas, con motivo de la demanda ante la Corte Constitucional sobre la penalización del aborto, Petro se pronunció como un candidato que ahora se autodefine provida. De nuevo una jugadita ideológicamente contradictoria con sus declaraciones del pasado, pero que le permitió sellar acuerdos políticos con varios grupos cristianos.
Afortunadamente, los colombianos no se dejan engañar tan fácilmente. Las bases que han mantenido ese movimiento político durante tanto tiempo y que parecía que lo hacían inatajable, se han visto desilusionadas por un líder que está siendo desenmascarado. Ángela María Robledo quien acompañó a Petro como candidata a la vicepresidencia marcó una fuerte línea de distanciamiento frente al candidato. Un caudillo que no está pensando en el bienestar de todos, ni en el posicionamiento de una línea ideológica, sino que aspira a tener el poder para imponer su mesiánica visión del mundo. Poco a poco va pelando el cobre.
Falta mucho tiempo todavía para pronosticar si en esta campaña electoral se materializará lo ocurrido en la historia electoral reciente.
Donde los candidatos que marcan adelante en las encuestas muy temprano y que realizan campañas largas no llegan a la presidencia y se desinflan al final. Serpa y Vargas Lleras serían los casos más evidentes.
Es claro que las maquinarias políticas y los partidos tradicionales controlan y controlarán el Congreso de nuestro país. El sistema y el calendario electoral diseñado por ellos mismos los favorece y permite que las microempresas electorales se mantengan enquistadas en el congreso y con la fortaleza suficiente para controlar la política local. Sin embargo, los colombianos han ganado gran independencia de estas maquinarias en cuanto a la elección de presidente hace referencia.
Espero que en estos siete meses que faltan para la primera vuelta electoral, sean suficientes para desenmascarar y dejar en evidencia ante sus bases a esos caudillos populistas que buscan el poder para sus propias banalidades y no para construir un mejor futuro como sociedad.
Aún no destaparé mi carta para las elecciones de 2022, pero lo que sí está claro es que espero no llegar a junio del próximo año con el complejísimo dilema de decidir si votar por Petro o por Hernández.