Columnistas
Arepas voladoras
Ni para qué hablar del desorden, el caos diario que impera en la Portada al Mar. Si la María Mulata de Grau pudiera, cuántas historias dantescas y estremecedoras nos contaría.
Una parrillita en una esquina inocente, arepitas y tinto. Una pausa en el camino, energía para seguir el día, charlar un rato, puntos esporádicos. Arepitas blancas, redonditas, deliciosas, nada qué temer.
Igual que una ventanita rota es una ventanita rota, no una catástrofe. Como ‘dice el dicho’, ‘de las aguas mansas, líbrame, Señor.
Las parrillitas inocentes con sus arepitas se han convertido en una telaraña oscura, amenazante. Como esas hojitas que poco a poco se tornan maleza y empiezan a invadir paredes y cimientos.
Voy al grano. Estamos ad portas de un evento internacional muy importante, la COP16, (Conferencia de las Partes, por sus siglas en inglés). Y si la Alcaldía no se pone las pilas, las arepas voladoras se tomarán la ciudad.
Las estaciones del MÍO son puntos favoritos. Un enjambre de motos paraliza el espacio público y la parrilla arepera, aglomera cada vez más gente.
Arepa, café, choclo, a lo mejor intercambio de sustancias non sanctas al menudeo, peleas entre motociclistas por los clientes que bajan en las estaciones y despelote total bajo la mirada impávida de los ciudadanos y autoridades.
Es aberrante ya la pelotera diaria en la esquina de la 100 con 16 que lleva a Jardín Plaza, un enjambre de motos, peatones, jóvenes, viejos, mujeres apelotonados esperando su arepa, su café o lo que sea, mientras el tráfico pita, se desmadra porque la esquina es un nudo gordiano.
Exactamente, lo mismo sucede en la Setenta con Quinta y en la 101 con 16. Me refiero a estos lugares específicos porque transito por ellos, todos los días, pero Cali está invadida de ‘arepas voladoras’.
Lo mismo, no tengo ni idea por qué ningún alcalde ha tenido la autoridad o el valor de quitar los puestos de choclo en la Circunvalación con Avenida Belalcázar. Choclos llenos de veneno por la contaminación vehicular, causando trancones monumentales en horas pico.
Tengo entendido que algún alcalde romántico, pero sin sentido común, quería (o logró) declarar esa venta como patrimonio del pueblo, ya no tan pueblo. Aunque igual de anárquico.
Ni para qué hablar del desorden, el caos diario que impera en la Portada al Mar. Si la María Mulata de Grau pudiera, cuántas historias dantescas y estremecedoras nos contaría.
Estos nudos gordianos, repito el gordiano. Están en puntos claves de la ciudad. No escondidos en callejuelas, la Alcaldía y los funcionarios son responsables de limpiar la ciudad, acabar con esos focos antihigiénicos, ilegales, perturbadores y quién sabe que más cosas.
A ver si le ponen orden al desorden, arreglan las vías que parecen cráteres, agilizan el tráfico. No es mucho pedir para poder ser anfitriones decentes en un compromiso de talla internacional. Lo contrario sería hacer el oso y no estar a la altura.
Por lo pronto, desaparecer las arepas voladoras y lo que conllevan. Me tildarán de no apoyar el empleo informal, pero este desorden y anarquía no se pueden alcahuetear.
Posdata. Sugerencias: lograr que se pinten las culatas mugrientas de los edificios, impartir nociones de cultura cívica a vendedores ambulantes, taxistas, motociclistas. Cada uno de nosotros somos a anfitriones de este evento.
Es nuestra ciudad, la que está en juego. Nuestra imagen. La responsabilidad es de todos. No solo del gobierno municipal. Es ya o nunca. A poner el grano de arena, de civismo, de limpieza. Solo unidos podremos salir airosos. No nos metamos autogoles. Metamos el GOL.