Columnistas
Bandera blanca
No puede ser que el presidente de todos los colombianos este dedicado a gobernar para las minorías, cuando las leyes de la democracia indican todo lo contrario.
Según el evangelista Lucas, si un rey se da cuenta de que sus tropas son inferiores en número a las de un ejército que se avecina, enviará emisarios a los supuestos atacantes para buscar condiciones de paz. Puro sentido común. Quizás con base en ese texto bíblico, el papa Francisco propuso hace unos días a Ucrania que tuviera el valor de izar bandera blanca ante las tropas de Rusia, no como señal de rendición, sino como un llamado a cesar hostilidades y conversar.
La realidad es que Ucrania carece de la fortaleza necesaria para derrotar militarmente a los rusos. A nadie le cae bien Putin, pero no se puede ocultar que gobierna con mano dura un país enorme, con muchas fuentes de recursos naturales. Rusia ha evadido el cerco económico que la Otan construyó a su alrededor, pues al señor Gas y a don Petróleo los reciben en todas partes.
Los ucranianos no tomaron a bien la invitación del papa, entre otras cosas, porque las guerras generan sus propias dinámicas que cuesta mucho erradicar. Arthur M. Schlesinger, historiador y político norteamericano, dijo alguna vez: “Todas las guerras son populares los primeros treinta días”.
Pero no solamente en los conflictos bélicos se debe izar la bandera blanca. El gobierno chavista de Venezuela debe honrar la palabra que dio en Barbados para celebrar elecciones democráticas y transparentes, sin acudir a la descalificación sistemática de sus posibles rivales.
En el plano interno Colombia necesita de muchas banderas blancas, la semana pasada ocurrieron agrios enfrentamientos verbales en el seno del Congreso, lo cual es condenable por todo aspecto. Por esencia, los parlamentos son, precisamente, lugares donde se construyen consensos en la forma más civilizada posible.
Pero quien necesita de manera urgente sacarse bandera blanca a sí mismo es el ciudadano Gustavo Petro Urrego. No puede ser que el presidente de todos los colombianos este dedicado a gobernar para las minorías, cuando las leyes de la democracia indican todo lo contrario. El 80% de la población colombiana reside en centros urbanos. A las minorías todo el respeto.
Una misión pedagógica debería tomar a su cargo la tarea de que el Presidente de Colombia aprenda que es un ‘primus inter pares’ y no un dictador excluyente. No puede entenderse que se fomente una rebelión popular contra la Corte Suprema de Justicia para obligarla a tomar una decisión propia de su fuero corporativo. Recuérdese lo del pasado 8 de febrero.
Está en un grave error el presidente con su continua e indebida presión al Congreso de la República para que saque adelante unas propuestas de cambio que no son nada diferente a propuestas, debatibles por naturaleza. El Poder Legislativo se ejercita mediante la fabricación de consensos. Ojalá en forma civilizada y no mediante las garroteras que observamos la semana pasada.
Urgente enarbolar la bandera blanca constitucional porque al presidente Petro, en pleno Puerto Rellena, se dejó llevar por sus recuerdos de candidato permanente y propuso nada menos que una Asamblea Constituyente. Antonio Navarro, sin duda la figura más seria de la izquierda, se apresuró a decir que este no era el momento para una Constituyente.
De Antonio Navarro es una reflexión que se debe hacer constar en cualquier biografía del actual presidente: “Petro nunca desmovilizó el espíritu”.
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