El río Cauca
Es perentorio pensar en el río Cauca en función del medio ambiente y el cambio climático; en sus posibilidades deportivas y recreativas; y para transporte, principalmente caña de azúcar, como ya ha sido propuesto y se utiliza en Brasil.
14 de sept de 2022, 11:35 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:58 p. m.
Wade Davis en su bello libro ‘Magdalena / Historias de Colombia’, 2020, deja en claro la importancia de ese río en la historia del país, desde las décadas finales del Siglo XX con el auge de la violencia, el narcotráfico y la corrupción, definitivamente favorecido por su quebrado relieve y sus climas tropicales sin estaciones. Pero aún no se ha escrito un libro paralelo al de Wade Davis sobre el río Cauca, justamente uno paralelo al Magdalena, con la Cordillera Central al medio, como se pueden ver desde Las Tinajas, mostrando su importancia para el Occidente del país, el valle alto del Cauca, y la Cali metropolitana de la tercera década del Siglo XXI, en ‘la esquina privilegiada de América’.
En ‘El alférez real’, 1886, de Eustaquio Palacios, el río Cauca no es importante, y a Cali se la liga históricamente con el ‘río de la ciudad’, que tomó su nombre, y a su largo se extendió la pequeña villa colonial hacia la Cordillera Occidental y, al oriente, hasta el río Cauca; y ya en el Siglo XX otros pequeños cinco ríos de alta pendiente que cruzan oeste-éste la nueva ciudad lineal, norte-sur, desde la Cordillera Occidental al río Cauca: el Pance, el Cañaveralejo, el Lili, el Meléndez, el Aguacatal, que junto con el Cali y el Cauca, que recorre el valle sur-norte, son ‘los siete ríos de Cali’, a los que eventualmente habría que sumar el río Frayle pues la ciudad ya avanza hacia Villa Gorgona.
Sin embargo, poco se recuerda los barcos de vapor que iban hasta la Virginia o el Club Náutico a donde los fines de semana se iba a pasear por el río Cauca en lanchas de motor, o las extensas inundaciones que ocasionaba el río, y de sus humedales solo quedan fotografías como una muy diciente del de Aguablanca, prácticamente ese lago que ahora tanta falta le hace a la Sultana del Valle. Lago que ahora se podría tener dentro de un gran parque en la Base Aérea, conservando la Escuela de Aviación, pero llevando los aviones de combate a Palmaseca, para poder navegar a vela o al menos remar, porque una ciudad sin agua, ya sea un amplio río, un lago o el mar, no es tal ciudad.
Pero ignorando las condiciones geográficas del río Cauca se lo canalizó codiciosamente, por medio de altos jarillones, para ampliar los cultivos en su orilla oriental, y para aumentar los terrenos ‘urbanizables’ en la occidental, e irresponsablemente se ocupó, que no urbanizó, con viviendas para gentes de bajos recursos, su orilla occidental pese a estar por debajo del nuevo nivel del río, irónicamente llamadas de ‘interés social’. Y sigue pendiente la amenaza de que el jarillón se rompa con un temblor fuerte, pues ya está debilitado por las invasiones que a esta fecha no se han terminado de reubicar, y se inunde alrededor de una tercera parte de la ciudad y colapsen los servicios públicos.
Es perentorio pensar en el río Cauca en función del medio ambiente y el cambio climático; en sus posibilidades deportivas y recreativas; y para transporte, principalmente caña de azúcar, como ya ha sido propuesto y se utiliza en Brasil. El río es el borde oriental de la esperada Área Metropolitana de Cali, y el otro, igual norte-sur, sería el piedemonte de la Cordillera Occidental; y entre Cali y Jamundí, su componente sur, habría una zona verde y agropecuaria, y otra entre Cali y Yumbo, su componente norte, conformando ‘cinturones verdes’ para cada una; y al centro su eje urbano-regional norte sur a lo largo del par vial de las calles 25 y 26, con una autopista urbana y el tren de cercanías al centro.
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.