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Felicidad en casa

y los otros personajes del teatro de la vida: los propios de la casa, los transeúntes de la calle al lado, los vecinos y los ciudadanos.

1 de diciembre de 2021 Por: Benjamin Barney Caldas

Más de la mitad de las personas en el mundo, y cada vez son más, están obligadas a buscar la felicidad en casa… y en la ciudad en donde esta está; ya sea en sus labores cotidianas, sus actividades recurrentes o en los eventos ocasionales, solas o acompañadas y por supuesto allí está parte del problema como de su solución: evitar que el infierno sean los otros, como advirtió Jean Paul Sartre, y que por lo contrario sean el paraíso para lo cual es conveniente una buena casa, y casi todas lo podrían ser en una buena ciudad que complemente a las que no lo son, aunque muchas sí se pueden mejorar, pero hay que recurrir a la imaginación, estética y buen sentido del tiempo y el espacio.

La felicidad en casa, ese estado de grata satisfacción espiritual y física, como sencillamente la define el DEL, tiene que ver con él Carpe Diem del poeta romano Horacio en el sentido de beneficiarse del día, vivir el momento, aprovechar el tiempo y no malgastarlo, y por lo contrario disfrutarlo plenamente percibiendo y gozando de los productos y utilidades de algo, de su comodidad o conveniencia, y en definitiva sentir placer (DLE) y mejor si es algo continuado. Ya sea solos, con la pareja, la familia propia, los parientes cercanos y lejanos, los amigos y los desconocidos; parte de la felicidad de uno es que los demás se den cuenta y se sumen a ella en casa o en la ciudad.

Hay actividades diarias en las que es fácil encontrar la felicidad como desayunar, almorzar o comer, o como bañarse, pero ya es preciso contar con un baño edénico (con luz natural, plantas y vista); y sencillamente estar en casa es grato como igual leer allí, o si no, entonces mejor salir a la calle, a la ciudad. Respecto al trabajo o estudio en casa ya no solo depende de esta sino de lo que se esté haciendo y de los que junta el internet muchas veces separándolos mucho con solo su foto tiesa, o hasta el punto de que parecen una letra muerta (la inicial en mayúscula de su apellido) que habla y no una persona a la que se pueden intentar leer su pensamiento en su mirada y sus gestos.

Pero hay labores cotidianas en las que no es tan fácil encontrar la felicidad, como cocinar porque toca y no porque se quiere y entonces sí que es todo un placer, y mucho más sí se va probando lo que se cocina acompañándolo con una copa de vino haciendo creer a los invitados que se lo está catando. Pero limpiar, barrer, trapear y similares ya demandan mucha imaginación y alternativas para que sean casi un placer, principiando porque no sean tan repetitivos y considerando que lo inmaculado no necesariamente es más grato y que a veces es lo contrario dependiendo desde luego de la casa; pero nada que parezca recién desempacado ni tampoco nada que la mugre afee: es el equilibrio entre ellos.

Los eventos, hechos imprevistos o que pueden acaecer (DLE) sí son sin más pura felicidad; una fiesta, una inauguración, una celebración y hasta cualquier suceso inesperado, porque precisamente es lo que no está repetido lo que hace especiales y gratos a los eventos; y un divertimento, por ejemplo, es algo de carácter ligero cuyo fin es divertir. Así, la felicidad en casa es la suma aleatoria (pero también a veces la resta) de sus varios eventos, labores y actividades, en conjunto con los que brinda la calle, el vecindario, el barrio y la ciudad… y los otros personajes del teatro de la vida: los propios de la casa, los transeúntes de la calle al lado, los vecinos y los ciudadanos.
Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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