Mejores candidatos
Entre tantos aspirantes debe haber algunos que sean mejores y no apenas menos malos
Entre tantos aspirantes a los concejos, alcaldías, asambleas departamentales, gobernaciones, Congreso Nacional y Presidencia, debe haber algunos que sean mejores y no apenas menos malos. Pero primero hay que identificarlos a través de sus opiniones sobre la realidad nacional en sus libros y otros textos (pues los que no han escrito poco han pensado en eso) para proceder luego a evaluar sus propuestas al respecto al menos sobre cinco puntos, por ejemplo los cuatro a continuación y otro más a cargo del lector; u otros más pero que no sean tantos que todo se diluya, y que, por lo contrario, partiendo de unos pocos se pueda llegar a muchos más y mucho mejor.
Candidatos que sean conscientes de que cada vez es más este un país urbano en el que ya las tres cuartas partes de sus habitantes viven en ciudades pero pese a que hasta hace unas décadas Colombia era un país de ciudades, ya casi la mitad de su población habita en las cuatro más grandes y una quinta parte en su capital, por lo que es urgente empoderar las intermedias y hacerlas sostenibles. Candidatos que estén preparados para manejar ese tema, tanto por su formación académica como por su experiencia pública y experticia al respecto, que estén capacitados para convencer a los electores en ese sentido, y que tengan la capacidad política para gobernar bien en caso de ser elegidos.
Aspirantes a manejar el país que se den cuenta de que está conformado por varias regiones diferentes geográfica, histórica y culturalmente, y que en su mitad occidental hay que adecuar su división departamental, en los departamentos la municipal, en estos la sectorial, y en estos la barrial; y que la otra mitad está conformada por extensas llanuras desocupadas y una porción de la selva amazónica en proceso de deforestación. Que son dos largas costas, varios valles, sabanas y laderas interandinos a diferentes alturas, por lo que cuentan con distintos climas, relieves, vegetaciones, paisajes y tradiciones que hay que evitar que se opongan y que por lo contrario se complementen.
Urbanistas en ciernes -pero urbanitas- que entiendan a fondo que la ciudad es trabajo, vivienda y comercio, más servicios públicos (agua, acueducto, alcantarillado, electricidad, gas, comunicaciones) y de salud, educación, movilidad y seguridad; y desde luego recreación: parques, canchas deportivas, cafeterías, restaurantes, bares, bailaderos, cines, teatros, galerías de arte, museos, escenarios deportivos; y espectáculos y celebraciones tradicionales. Funcionarios que estén preparados ante las providencias que se tomarán debido a la sobrepoblación de las ciudades grandes y a las medidas urgentes de frente al cambio climático, y los efectos de este mismo si no se logra detenerlo.
Políticos que, ya elegidos, asuman que el gobierno debe orientar, planificar, organizar, construir, mantener, y controlar todos los aspectos públicos de las ciudades, a partir de planes de ordenamiento territorial a largo plazo (usos de suelo y viales al mismo tiempo) respetando la propiedad privada pero expropiándola cuando sea un impedimento para el bienestar general de la ciudadanía. Verdaderos políticos capaces de convencer a casi todos de lo que es conveniente para casi todos, a unos más que a otros, ineludiblemente, pero sí, al menos, a la mayoría de la ciudadanía y no apenas a la minoría que, corrupción de por medio, elige a los malos candidatos a todos los niveles.
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