Columnistas
Cabodeaño
Hasta llegué a pensar que era un sosías de Jesucristo y que nuestra pandilla era un calco del apostolado de Galilea.
Ayer, 25 de septiembre, pero de hace 48 años, murió en Cali mi padre don Jesús Arbeláez, mientras leía la carta de despedida que le enviaba Gonzalo Arango desde Bogotá, acompañada de una bella acuarela con un ángel de Angelita. Y el mismo día del año siguiente murió Gonzalo Arango en un estrellón en la carretera hacia Villa de Leyva -donde hoy pervivo- mientras con el alma de luto asistía a la misa de aniversario. Mi hermano Jan Arb, que también se llama Jesús Arbeláez -y devino además en poeta del nadaísmo-, nació el mismo día que el Profeta. Extraño designio.
Para Elmo Valencia, para Jan y para mí, que tuvimos tempranos acercamientos con Buda y con Jesucristo, como Eduardo Escobar, Alfredo Sánchez y Augusto Hoyos, con Gurdjieff y con Krishnamurti, Gonzalo era un adelantado, un elegido, un iluminado. Más que “el profeta de la nueva oscuridad”, como comenzó autollamándose, “el profeta de la nueva luz en las tinieblas”. Hasta llegué a pensar que era un sosías de Jesucristo y que nuestra pandilla era un calco del apostolado de Galilea. Y lo comprueba el olor de santidad en el que murió y sigue esparciendo. Aunque para muchos de los integrantes del grupo era la representación del Eróstrato, del Bakunine, del anarquista, del nihilista, del antitodo.
Elmo me reclamaba antes de cada 25 de septiembre que escribiéramos una nueva apología del profeta y buscáramos de qué pueblo o de qué sala nos invitaban para celebrarle la ritual ceremonia. Tal vez para facturar unos pesos, porque “hay que vivir del muerto”, reía. Eduardo Escobar también lo hacía, con menos frecuencia, pues no le gusta moverse de su retiro anacorético de San Francisco y menos por escasa pecunia.
Michaell, el hijo de la primera mujer nadaísta de Gonzalo, la gringa Rosa Girasol, desde hace más de diez años viene celebrando cada 18 de enero, cumpleaños del profeta, también su ágape en bares de varias ciudades de Colombia y el mundo, donde envía desde Nueva York videos con poemas y proclamas de Gonzalo en su propia voz, que terminan con la lectura de poemas de neo o post nadaístas de la localidad.
Tantos años han pasado y el profeta sigue tan campante mientras sus sobrevivientes bebemos whisky en su memoria. Y seguimos escribiendo y publicando libros. Incluso muchos de los que se fueron yendo con él y dejaron obra sin empastar.
Acaba de aparecer, de Eduardo Escobar, Escritos en contravía, publicada por Intermedio; de Álvaro Medina, su novela planetaria Sol marchito; de Armando Romero en Grecia e Italia traducciones de Cajambre y Un día entre las cruces; de Dukardo Hinestrosa Esquema de una sociedad imperfecta, en Los Ángeles; de Rafael Vega, en Pinterest, una nueva edición de Río abajo; de María de las Estrellas, Cumpleaños del Tiempo, en Ruido ediciones, y de este fulano anda circulando bajo el sello FCE, Mi reino por este mundo.
Además de la historia del nadaísmo por Laura Rubio; de Juan José Cadavid Ochoa, Nadaísmo, un principio imposible, centrado en la obra de Amílcar Osorio; y de París nos llega Porfirio Barba Jacob y Gonzalo Arango, Ecrivains colombians entre marginalité et avant-garde, de Eduardo Cortés Nigris. Están en turno de impresión Entre piernas, libro de cuentos de Jaime Jaramillo Escobar; El cielo de París de Elmo Valencia; Oh Puente Ortiz y Los cantares de Jan Arb, y las obras completas en francés, en París, de María de las Estrellas y Luis Ernesto Valencia, traducidas por Boris Monneau. Más la reedición de los Reportajes de Gonzalo, de Nadaísta Bandido de Jaime Espinel y de El amor en grupo de Humberto Navarro. La Biblioteca Nacional tiene una edición virtual de más de 500 página titulada 33 poetas nadaísta de los últimos días, y La Casa del Libro Total está preparando la edición de toda la obra del Nadaismo.
Bien o mal, he cumplido, escribió Gonzalo en una de sus últimas reflexiones. Y sigue cumpliendo, de la mano de sus discípulos. Y de los nuevos generadores de entusiasmo por el nadaísmo, también poetas, como Manuel Moreno, Wahider Cardona, Andrés Uribe Botero y Tatiana Arango. Dios salve a Colombia que el Nadaísmo se salva solo.
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