Columnistas
Cali y su segunda feria
La COP16 que concluye hoy se convirtió en la más grande del mundo en términos de asistencia pero también se vivió la mayor campaña educativa que se ha hecho sobre el medio ambiente en Colombia.
Nadie habría creído, cuando hace ocho meses Cali fue escogida para ser la sede de la Conferencia Mundial de la Biodiversidad, que una reunión a puerta cerrada de burócratas internacionales y expertos en medio ambiente, de efímeros gobernantes y ministros de turno, podría convertirse en un evento de ciudad, en una gran fiesta de la vida con la fuerza para espantar cualquier amenaza, como ha ocurrido en estos diez días.
Una ciudad con el ánimo postrado, con la cicatriz del estallido social viva -aún lo está- que ha dado en sentirse pequeña ante cualquier desafío, quejosa por escasez de recursos, caótica en su día a día y sin el vigor de una economía que hace décadas dejó de ser pujante. Pero de repente el azar que la puso como anfitriona de la gran cumbre de la biodiversidad -un asunto que parecía inasible, incomprensible, una categoría retórica-, despertó una vitalidad dormida, una curiosidad frustrada por falta de alternativas y dinamizó la posibilidad de re convertirse en la ciudad del gran encuentro. El alcalde Alejandro Eder, la gobernadora Dilian Francisca Toro y el Gobierno Nacional en cabeza de la Ministra del Medio Ambiente zanjaron diferencias y se unieron alrededor de un gran propósito, y lo lograron construir algo inédito: la COP de la gente.
Los más impactados fueron los burócratas que con el tema recorren el mundo dándose cita de conferencia en conferencia, de cumbre en cumbre. La última en Dubai de donde Muhamad se trajo la COP cuando Turquia declinó y Cali le ganó el pulso a Bogotá. Por primera vez en mucho tiempo, sin consideraciones políticas, el Gobierno Nacional acompañó la designación con recursos, apoyo técnico y logístico y una ambiciosísima agenda que redundó en un amplio diálogo participativo alrededor de la protección ambiental.
No solo fueron los miles y miles de personas, caleños y asistentes de distintos lugares los que pudieron familiarizarse con iniciativas y emprendimientos verdes llegados de toda Colombia, combinado con al menos 60 conferencias, charlas, relatos de experiencias desde pequeños pueblos hasta capitales, programadas diariamente en colegios, universidades, en cuanto escenario vuelto lugar de encuentro a lo largo de toda la ciudad. La COP16 que concluye hoy se convirtió en la más grande del mundo en términos de asistencia pero también se vivió la mayor campaña educativa que se ha hecho sobre el medio ambiente en Colombia.
Un momentum que el alcalde Eder bien podría aprovechar de cara a la ciudad, como intentó hacerlo en el despegue de su gobierno cuando afín a su propósito de reconciliar la ciudad tendió la mano para construir puentes con sus contendores y sellar la grieta de esa herida que no se ha sanado desde aquellos días aciagos cuando brotó tanto odio enconado por décadas, tal vez, generaciones y pensar en construir un Acuerdo por Cali. Concertado. De largo plazo, pensando en grande para hacer de esta segunda Feria, un gran pacto con un propósito colectivo.
Un acuerdo que permita pensarnos como sociedad más allá de las diferencias y polarizaciones coyunturales, que se convierta en una gran carta de navegación a largo plazo para avanzar hacia la ciudad soñada, una semilla de esperanza que recupere tanta ilusión desvanecida.
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