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Opinión

Candidatos angélicos y maléficos

El candidato que conquiste la opinión y tenga el apoyo de organizaciones políticas, sin que parezca que ese apoyo es producto de una simple transacción burocrática o de intereses económicos

2 de septiembre de 2023 Por: Óscar López Pulecio
Óscar López Pulecio

No existen antecedentes en Colombia de una elección popular de alcaldes o gobernadores que haya sido producto solo del voto opinión, que son aquellos votos que no tienen relación con una organización política. Ello quiere decir dos cosas: la primera, que las carreras políticas no se improvisan, pues un político tiene que darse a conocer a la comunidad con su presencia, con su trabajo, con sus ideas, todo lo cual toma tiempo; la segunda, que para ello se requiere de una organización.

En Colombia toda organización política está bajo sospecha, pues goza por principio de la desconfianza de la gente. Se cree que son corruptas, que sus cuentas no son claras, que priman en ellas los intereses personales del líder y de quienes se acercan a él. Hay mil razones para creer que esas sospechas son fundadas. Pero descalificar a todo el mundo en aras de una concepción angélica de la política, es un camino seguro de fracaso en política. Casos se han visto.

El voto de opinión es por supuesto muy importante en las elecciones uninominales, pues la gente ajena a la política tiene que ser convencida de alguna forma de las bondades del candidato. Un escándalo mediático, cierto o inventado, es lo peor que puede pasarle porque en las grandes ciudades el voto de opinión tiene cada vez más peso. Pero, el candidato que conquiste la opinión y tenga el apoyo de organizaciones políticas, sin que parezca que ese apoyo es producto de una simple transacción burocrática o de intereses económicos, tiene el triunfo asegurado. Necesita ambas cosas.

Dos ejemplos nacionales extremos para ilustrar el asunto: Andrés Pastrana y Gustavo Petro. Pastrana construyó una sólida carrera política, antes de llegar a la Presidencia, un mucho impulsado por la inercia del privilegio. Se dio a conocer como una figura amable y confiable en un noticiero de televisión, fue elegido Alcalde de Bogotá que es el segundo cargo de elección popular más importante del país, formó un exitoso grupo parlamentario bajo su liderazgo, fue candidato presidencial y llegó a la segunda vuelta, donde fue derrotado por Ernesto Samper; fue elegido Presidente, derrotando a Horacio Serpa, gracias al agotamiento del Partido Liberal en el poder.

Gustavo Petro tuvo una sólida carrera política, como dirigente popular, hecho a pulso, fue elegido Alcalde de Bogotá, logró un gran reconocimiento por su valentía e integridad en sus debates como Senador de la República que lo convirtieron en jefe de la oposición, fue candidato presidencial y llegó a la segunda vuelta donde fue derrotado por Iván Duque; fue elegido Presidente, derrotando a Rodolfo Hernández, gracias al agotamiento del Centro Democrático en el poder. Ambos han sido una mezcla de apoyo de la opinión pública, de distintos orígenes sociales, y apoyo de organizaciones políticas, ambas cosas fundamentales en sus triunfos.

A nivel departamental y local el asunto es el mismo. Más notorio en la elección de gobernadores, pues estos no pueden ser elegidos sin el apoyo de las maquinarias políticas municipales que están muy bien establecidas desde hace tiempos. En las grandes ciudades el voto de opinión pesa más, pero según lo indican los hechos y los datos, no tanto todavía como para sobre esa base improvisar una campaña. Allí, las encuestas no mienten: ni los puros candidatos angélicos, ni los puros candidatos maléficos existen.

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