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Marcos Peckel

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Carboneras

Cabe aclarar que Israel no adquiere el carbón directamente de Colombia, sino a través de multinacionales suizas y americanas que lo explotan.

28 de agosto de 2024 Por: Marcos Peckel

Por estos días, en los medios, las redes y otros espacios de la fauna informativa, se han manifestado opinadores, incluso en este diario, que han expresado su apoyo y satisfacción por la prohibición de la venta de carbón a Israel, justificándola como una forma de rechazar el llamado ‘genocidio’ palestino.

Más allá de la casi certera violación de acuerdos comerciales, libertad de empresa, libre comercio y propiedad privada, y las demandas que van a surgir, la prohibición de la venta de carbón, si se implementa, poco o nada ayudará a la causa palestina y dejará a nuestro país en una precaria situación frente a la seguridad jurídica que los inversionistas extranjeros requieren, pues se sentaría un precedente nocivo en que las inversiones podrían estar sujetas a los caprichos del gobierno de turno.

Quinientos millones de dólares, cifra aproximada de la venta de nuestra riqueza natural a Israel, no es una cantidad menor, como desestimaba un alto funcionario del gobierno. Son regalías, empleos y bienestar para una región que los necesita. Cabe aclarar que Israel no adquiere el carbón directamente de Colombia, sino a través de multinacionales suizas y americanas que lo explotan. Este mineral se utiliza en Israel para la generación de electricidad, que sirve tanto a su población como a los territorios palestinos, incluido Gaza. Ocasionalmente, Israel vende electricidad a Jordania y Egipto. Si se lleva a cabo la prohibición, Colombia deberá encontrar un mercado para las 800,000 toneladas métricas que exporta anualmente a Israel.

Entre los que apoyan la prohibición de la venta de carbón se encuentran personajes que no se han tomado la molestia de condenar la masacre y las atrocidades de Hamás del pasado 7 de octubre, ni mucho menos mencionar a los 108 secuestrados que aún languidecen en los túneles de Gaza. Con tal nivel de hipocresía, no se busca ayudar a los palestinos, sino deslegitimar a Israel y fomentar el odio institucional hacia un Estado que ha sido amigo y aliado de Colombia en las buenas y en las malas.

Si realmente quieren apoyar a los palestinos, deben cambiar el discurso demonizador que fomenta el odio y promueve el boicot por uno que abogue por la convivencia, condene el terrorismo, rechace el antisemitismo, acepte sin reservas la existencia del Estado de Israel como Estado-Nación del pueblo judío y apoye la solución de dos Estados para dos pueblos. Más aún, deberían propender por rescatar la herencia histórica, cultural, social y religiosa de los palestinos en lugar de utilizar artilugios retóricos para intentar destruir la historia judía de 3.500 años, pues este es un ejercicio destinado al fracaso.

Lo mismo que ocurrió durante las protestas en universidades de Norteamérica y Europa, cuyas consignas llamaban a la destrucción del ‘ente sionista’ y a una ‘Palestina libre entre el río y el mar’, sin hacer alusión alguna a la identidad palestina. Estas manifestaciones se convirtieron en simples festivales antisemitas, donde además se acosaba a estudiantes y profesores judíos.

Israel, líder mundial en energías renovables, conseguirá su carbón en otro lugar, Colombia tendrá que ver qué hacer con el carbón que se queda sin exportar, y las comunidades del Cesar y La Guajira, que se manifestaron en contra de la prohibición, pero no fueron tomadas en cuenta para la expedición del decreto 1047 del pasado 14 de agosto, ‘llevarán del bulto’.

Nada se logra cuando la causa palestina se manifiesta a través del odio, nada.

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