Columnistas
Clase media
La Nación no podría suplir lo que dicha clase aporta sin riesgo de quebrar la economía como ocurre en países con gobiernos que han asfixiado la iniciativa privada
Era Cali una provincia de no más de 25.000 habitantes aproximadamente hacia 1896, cuando ya se le reconocía como plaza comercial sin rival en la región según lo registran historiadores. Contaba con una rica variedad de tiendas, imprentas, almacenes de mercancías, boticas, talleres de ebanistería, manufacturas, alfarería, cerrajería, mercado agrícola, caminos a Buenaventura y otras poblaciones, lo cual se tradujo en un próspero intercambio de bienes y servicios.
Desde esos albores generaciones de todos los sustratos sociales impulsaron la rueda de la historia hacia el desarrollo de la ciudad, con logros en actividades mercantiles, profesiones, centros de enseñanza, construcción de edificios, obras y equipos humanos que velaron por la provisión de servicios públicos básicos para la vida y bienestar de la comunidad desde los primeros tiempos, por citar algunos: el acueducto público concebido inicialmente para abastecer de agua a la fábrica de destilación de licores (1803, 1824) ; y la expansión de la energía eléctrica de la que dependían fuentes de empleo y la producción industrial y agrícola, mediando la expropiación de instalaciones eléctricas de compañía extranjera, para dar paso a soluciones combinadas, entre ellas, la Central Hidroeléctrica de Anchicayá, planteada desde 1941. Durante el Siglo XX muchas familias crecieron con vínculos o empleos en empresas emblemáticas y de grata recordación para los caleños de antaño.
Dinámicas semejantes se dieron en otras ciudades del mundo occidental y al amparo de éstas se gestó un proceso histórico con un pensamiento proyectivo hacia el emprendimiento o mejores condiciones de vida. De ahí la idea de progreso y que a esa amplia franja de residentes y nuevos pobladores se les reconozca como clase media por esa voluntad de superación, integrada por profesionales, técnicos, empleados, servidores privados y públicos, industriales en pequeña, mediana o gran escala, en nuestro caso colombianos todos en su mestizaje, incluso extranjeros europeos que se platanizaron. Con menor o mayor fortuna ellos constituyen hoy por hoy una más de las fortalezas del país.
La clase media se caracteriza por su movilidad social y ascenso económico y formativo, muchos la alcanzan viniendo de sectores populares. Ella genera buena parte de la riqueza del país y de los ingresos de la Nación, porque irriga medio circulante al ofrecer y satisfacer necesidades, y paga impuestos de renta y patrimonio, tasas, contribuciones, retenciones en la fuente, prestaciones sociales, seguros, etc., que sirven al Estado para la atención del gasto y salarios de empleados públicos. La Nación no podría suplir lo que dicha clase aporta sin riesgo de quebrar la economía como ocurre en países con gobiernos que han asfixiado la iniciativa privada.
Se trata entonces de un sector fundamental resultado de fuerzas de la historia que merece respeto y cuidado porque llegó con probado trabajo y honestidad. De ahí que se rechace la indebida calificación de arribista - que significa actuar sin escrúpulo - dada a la clase media por el señor Presidente, agravio que revela su carácter y desconocimiento de la realidad. Olvida que actúan de tal modo, quienes incursionan en la politiquería, la extorsión, la corrupción o el narcotráfico, por lo cual más valdría que enfocara hacia ellos sus juicios y gestión, a fin de que el país vaya por un mejor camino.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!