Columnistas
Colombia y Trump: entre la dependencia y la presión
La política de ‘América Primero’ podría restringir la inversión estadounidense en sectores estratégicos en Colombia, como infraestructura y energía, afectando el flujo de capital y frenando proyectos clave para el desarrollo colombiano.
La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 representa incertidumbres para Colombia, particularmente en seguridad, comercio y política exterior. Este segundo mandato coloca a Colombia en una posición compleja, con una presión creciente en temas de seguridad y menos respaldo en comercio y medio ambiente. Para enfrentar esta realidad, el país deberá fortalecer su diplomacia y diversificar sus alianzas, con miras a lograr mayor autonomía en sectores clave y prepararse para una relación bilateral con Estados Unidos marcada por demandas unilaterales y escasas oportunidades de cooperación mutua.
En el ámbito de la lucha contra el narcotráfico, Trump sigue apostando por una política de “mano dura”. Durante su primer mandato, presionó a Colombia para aplicar medidas de erradicación forzosa de cultivos ilícitos y reactivar la aspersión aérea con glifosato, suspendida en 2015 tras ser clasificada como “probablemente cancerígeno” por la OMS. Esta estrategia buscaba reducir las 143,000 hectáreas de coca reportadas en el país, pero ignoraba los costos sociales y ambientales, generando resistencia en las comunidades afectadas. Como es usual, esta postura limitaría la autonomía del país, aún dependiente del financiamiento antinarcóticos estadounidense, que en 2019 superó los 300 millones de dólares.
En temas de migración y relaciones multilaterales, la política de ‘América Primero’ de Trump afectaría la gestión de la crisis migratoria venezolana, que involucra a más de 2,5 millones de migrantes en Colombia. La reducción del apoyo de EE. UU. a organismos como la ONU complicaría el acceso de Colombia a asistencia humanitaria y financiera, aislándola en su esfuerzo por gestionar la migración masiva, que ejerce una presión extrema sobre sus sistemas de salud, educación y empleo. A su vez, el tránsito migratorio a través del Tapón del Darién y hacia la frontera sur de México coloca a Colombia en el centro de la atención regional, sin los recursos suficientes para abordar estos flujos ni cooperar de manera efectiva con los países de destino. Ante la falta de apoyo multilateral, Colombia estaría en una situación difícil para gestionar esta crisis migratoria que amenaza con desbordar sus capacidades.
En el ámbito comercial, el enfoque proteccionista de Trump no afectaría productos colombianos como el café o las flores, pero sí podría tener repercusiones en sectores específicos. Durante su primer mandato, Trump impuso aranceles al acero y aluminio, una medida que indirectamente impactó a exportadores colombianos de insumos metalúrgicos y maquinaria. Además, productos agrícolas como frutas tropicales y aguacates podrían enfrentar mayores restricciones de entrada si se endurecen las normativas arancelarias o fitosanitarias. Otro sector vulnerable es el de servicios, ya que Colombia es un proveedor creciente de outsourcing y tecnología para empresas estadounidenses, y una política restrictiva podría limitar esta oferta. Finalmente, la política de ‘América Primero’ podría restringir la inversión estadounidense en sectores estratégicos en Colombia, como infraestructura y energía, afectando el flujo de capital y frenando proyectos clave para el desarrollo colombiano.
Por último, tras la euforia de la COP16 y los compromisos climáticos, Colombia podría enfrentar dificultades en la conservación de su vasta biodiversidad sin el respaldo de EE.UU. La cooperación estadounidense ha sido fundamental en la lucha contra actividades como la minería ilegal y la deforestación en la Amazonía. Sin embargo, el bajo interés de Trump en apoyar políticas ambientales globales podría limitar la capacidad de Colombia para proteger sus recursos naturales, cruciales para el 10% de la biodiversidad mundial. Ante esta realidad, Colombia tiene la oportunidad de estrechar alianzas con Europa y otros actores comprometidos con la sostenibilidad, buscando un frente común que le permita cumplir con sus metas climáticas y preservar su invaluable riqueza natural.
En definitiva, Colombia enfrenta una encrucijada compleja que exigirá flexibilidad diplomática y una visión estratégica para adaptarse a esta nueva relación con EE. UU.
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