Columnistas
Con Venezuela en su sueño por la democracia
Lo que sí refleja mi sueño es el anhelo de que la pesadilla que viven los venezolanos termine.
En estos días he soñado que Edmundo González se va a posesionar el 10 de enero de 2025 como presidente de Venezuela. Dicen los expertos que los sueños premonitorios son aquellos en los que el cerebro trabaja una idea para luego materializarla. En este caso, ese presentimiento depende de los propios venezolanos, de sus líderes y la comunidad internacional.
Lo que sí refleja mi sueño es el anhelo de que la pesadilla que viven los venezolanos termine: que la crisis política, económica, social y humanitaria sufrida por tantos años se resuelva porque soy una convencida de que el país hastiado del régimen está listo para la transición. Es también el sueño de más de 19 millones de personas sin acceso adecuado a salud y alimentación. De más de 7,7 millones de personas que han migrado en uno de los más graves éxodos del mundo. De estudiantes, trabajadores, periodistas y opositores a quienes las autoridades persiguen, procesan penalmente y encarcelan, al punto de que más de 1800 presos políticos padecen la injusticia, cifra superior a las de Cuba y Nicaragua.
Eso sí, el 10 de enero ‘va a arder Troya’. Edmundo, elegido con una votación apabullante difícil de desconocer, ha insistido en que regresará a Venezuela para juramentarse como presidente, a pesar de las amenazas de Maduro. Su anunciado retorno enfrentará una fuerte resistencia del régimen de Maduro que ha intensificado la persecución legal y judicial contra él y María Corina Machado. El dictador está decidido a permanecer en el Palacio de Miraflores utilizando métodos de represión para seguir atornillado al poder.
Para que el sueño de González en la Presidencia ocurra, será vital la persistencia del propio pueblo venezolano: para hoy la oposición ha convocado una gran protesta nacional e internacional para defender el resultado de las urnas; esas movilizaciones pacíficas no pueden extinguirse si la gente quiere recuperar su democracia. Y también será decisivo el soporte de la comunidad internacional: González ha sido reconocido como presidente electo por el G7, el Parlamento Europeo y por distintos países de Europa y América, incluido Estados Unidos hace unos días.
Una vez en la Presidencia, el sueño realizado traerá retos enormes. Restaurar la independencia de las ramas del poder público y la funcionalidad del Estado será un desafío político complejo, pero no imposible si hay una convocatoria nacional plural. Poner en marcha un sistema judicial independiente es indispensable para proteger derechos humanos y abordar los crímenes cometidos durante el régimen. Estabilizar la economía dependerá de reformas estructurales y apoyo externo técnico y financiero, incluida la inversión extranjera –que sin duda se reactivará si hay perspectivas de estabilidad política y jurídica–.
En la reconstrucción, la diáspora jugará papel central, puesto que muchos están dispuestos a regresar y contribuir a la recuperación de su país. Para devolver el bienestar de la gente será necesario revivir las libertades económicas y el respeto a la propiedad privada asaltada con expropiaciones y reformas impositivas; renovar los servicios públicos; mejorar la atención en salud y la educación en calidad y cobertura. En un país rico en recursos, atraer inversiones para recomponer el sector petrolero y energético será determinante para financiar ese renacimiento nacional. Y, por supuesto, erradicar la corrupción enquistada en todos los niveles estatales, será condición para impulsar los cambios.
Queridos Edmundo y María Corina: es un momento crucial para su país. A pesar de los desafíos y las dificultades nunca se ha estado tan cerca de lograr el cambio que tanto han soñado todos los venezolanos. Sigan adelante con su liderazgo. No se rindan y mantengan viva la firmeza y valentía que han demostrado. Su voz y su espíritu hacen soñar a toda la América democrática en que está cerca un mejor futuro para Venezuela. Si bien soñar no cuesta nada, ese sueño compartido por la inmensa mayoría de venezolanos es fuerza, es esperanza, es el primer paso para fortalecer la unidad y determinación de los ciudadanos y multiplicar el apoyo internacional que permitirán restaurar el Estado de derecho, la dignidad y prosperidad que su país merece.
Amanecerá y veremos.