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Condenados a una mala educación

A pesar de los golpes de pecho y de las declaraciones de intención efectuadas por el gobierno actual, la situación no tiene cara de poder mejorar.

15 de enero de 2024 Por: Antonio de Roux
Antonio de Roux

En Colombia la educación a cargo del Estado es mediocre, deficiente a la luz de los estándares aplicados internacionalmente. A pesar de los golpes de pecho y de las declaraciones de intención efectuadas por el gobierno actual, la situación no tiene cara de poder mejorar.

Las pruebas Pisa, que miden la calidad de la educación y cuyos resultados se publicaron el mes anterior, son elocuentes. El indicador señala que en vez de avanzar continuamos hundidos, por debajo de los mínimos aceptables. La cuestión pareciera inexplicable porque coincide con un incremento continuado de los recursos que se entregan al sector educativo: para este año las partidas respectivas crecieron cerca del 20 %, y el presupuesto asignado al ministerio excede al de la mayoría de despachos.

La solución a este mal persistente sería concretar un acuerdo entre el gobierno y Fecode para adoptar estrategias rigurosas en materia de calidad, incluyendo nuevos sistemas para la evaluación integral del desempeño profesoral.

El vínculo entre la organización sindical que agrupa a los docentes y el proyecto político de Petro es notorio, hasta el punto que se investiga un posible aporte de aquel sindicato a la campaña del hoy presidente por valor de quinientos millones de pesos. Pero aunque este gobierno tenga las condiciones y poderes para lograr un gran consenso que garantice la calidad de nuestra educación, la mala noticia es que tal acuerdo no se materializará.

La realidad es que Fecode actúa como un partido político de estirpe marxista, cuya lógica electoral interna lo hace bastante reacio a la aplicación de evaluaciones rigurosas. La calidad, la pertinencia, la formación integral, las habilidades, el futuro de los educandos y sus posibilidades de acceso a una buena universidad parecen no importar; como tampoco importaría el que los niños y adolescentes de Colombia tengan que tragarse versiones controversiales o distorsionadas de la historia y los procesos sociales.

Por otra parte, Petro, a pesar de sus lamentos y reclamos, difícilmente hará algo por cualificar la educación. No está dispuesto a priorizar los intereses de las nuevas generaciones si eso le crea problemas con un socio cuyo potencial electoral es innegable.

Por eso evita pisar mangueras y sus reformas se dirigen a la educación superior, a construir y mejorar las aulas. Este sería un propósito loable si en esas instalaciones se impartiera esa enseñanza de calidad a la que los alumnos tienen derecho.

Fecode ha escogido un camino al parecer no compartido por buena parte de sus bases, pero al igual deja la impresión de que la organización toda no tiene compromiso con la calidad de la educación impartida, es por tanto indiferente ante el futuro de los educandos y se rige por las orientaciones propias de una izquierda recalcitrante, fundamentalista. Tal es lo que expresa el publicitado mensaje navideño que aquel colectivo le presentó a país, el cual comenzaba expresando: “Llama la atención el giro político que algunos países toman hacia la derecha, lo cual revela una escalofriante continuidad del proyecto colonial, un proyecto inseparable del auge del capitalismo parasitario y de las grandes desigualdades de riqueza y poder que persisten en todo el mundo, propias del salvaje neoliberalismo… El imperialismo responde con una violencia psicótica y desenfrenada…” etc., etc.

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