Columnistas
Confianza
Hasta ahora nuestras instituciones han mostrado su fortaleza y han sido un muro de contención frente a tantas equivocaciones, pero tienen el riesgo de debilitarse...
Los daños que viene haciendo Petro en todos los frentes son de todo tipo y alcance. Podrían ser muchos más si no fuera el incompetente administrador público que ha demostrado ser, tanto en su paso por la alcaldía de Bogotá, como en estos dos largos años que lleva en la presidencia. Esta situación se acentúa de manera dramática cuando se ha rodeado, en una gran cantidad de casos, de personas desconocedoras de los temas, ignorantes de lo que es la gestión pública y dedicados, en cambio, al activismo sustentado solo en obstinadas posiciones ideológicas.
Como si todo lo anterior fuera poco, se ha venido descubriendo que el gobierno, del que se presentaba como adalid de la lucha contra la corrupción, está por caracterizarse como uno de los gobiernos con los escándalos de corrupción más grandes de los últimos tiempos. Aparecen y aparecen casos alrededor de entidades como la Ungrd.
Petro, embelesado con sus elucubraciones teóricas y pretendiendo pontificar sobre todos los temas, mientras todas esas cosas pasan, deja que los que gobiernen, a su manera, sea lo que María Jimena Duzán llamó “la camarilla que gobierna a espaldas de Petro”.
Todo lo anterior es, sin duda, muy preocupante, pero hay algo que debería estar preocupando aún mucho más y es que se está perdiendo la confianza. Hasta ahora nuestras instituciones han mostrado su fortaleza y han sido un muro de contención frente a tantas equivocaciones, pero tienen el riesgo de debilitarse si no cuentan con el respaldo decidido de todos los que creemos en un futuro promisorio para Colombia. La inversión, como se ha visto, está cayendo y, por ende, el crecimiento económico seguirá siendo precario.
Si a esto se le suman planteamientos, en borrador, como la propuesta en Asobancaria de aumentar las inversiones forzosas de los bancos, la confusión puede ser mayor y más la desconfianza. Por cuenta de ese planteamiento ya salieron profetas del desastre a afirmar que eso es el equivalente al Corralito argentino y que estamos cerca de que se congelen los depósitos de los cuentahabientes y, por cuenta de esas afirmaciones amarillistas, ha corrido, incluso, el rumor de que hay que sacar el dinero y tenerlo en efectivo ‘debajo del colchón’.
Flaco favor le hacen esos planteamientos a la situación nacional. Las personas del común, abrumadas por las malas noticias, desconcertadas por los ‘palos de ciego’ del gobierno y saturadas de pesimismo con las noticias internacionales, pueden terminar creyendo ese tipo de afirmaciones y contribuir a generar caos y una mayor pérdida de confianza. Aumentar las inversiones forzosas, que desde hace muchos años existen, puede no ser la más oportuna de las medidas, pero está lejos de ser el Corralito argentino.
Petro seguirá haciendo daños, pero será solo un triste episodio de nuestra historia si entendemos que Colombia es más que Petro y nos preocupamos es por creer en el futuro, fortalecer lo bueno y, sobre todo, trabajar con compromiso por construir confianza en un país que tiene muchas posibilidades y que no puede dejarse debilitar por cuenta de un gobierno que solo mira hacia una ideología hoy ya pasada de moda.
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