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Constituyente

Sin una verdadera inclusión y compromiso, el proceso puede convertirse en un escenario de confrontación más que de consenso.

7 de julio de 2024 Por: Hugo Armando Márquez
Hugo Armando Márquez, columnista.
Hugo Armando Márquez, columnista. | Foto: Luis Regino Castro

“En tiempos de crisis, la innovación es la única salida”, dijo Einstein. Una asamblea constituyente en un país políticamente caldeado puede ser vista como una tabla de salvación o como un catalizador del caos. La copa América y la Eurocopa distraen un poco, pero ni con su bello embrujo sirvieron para que la necesidad de polarizarnos se fuera un rato.

Constituyente o no, esa es la cuestión por estos días. Como si todo dependiera de esto, como si fuera un negro o blanco, un derecha o izquierda, un gatos o perros, como si tuviéramos que escoger entre que nuestros padres nos vean teniendo sexo o ver a nuestros padres tener sexo. Como si en ella exclusivamente estuviera la solución a nuestros males o la debacle para hundirnos en una miseria.

La clave radica en quiénes son los actores que lideran el proceso y su capacidad para promover un diálogo inclusivo, transparente y realmente representativo de la diversidad nacional. Sin una verdadera inclusión y compromiso, el proceso puede convertirse en un escenario de confrontación más que de consenso.

Le tememos a los cambios, le tememos a movernos en la vida y a enfrentar nuevas experiencias, y es un temor que en algunos pasa porque si sale bien -y se está en oposición- se acaba la posibilidad del juego y la relevancia. Una asamblea constituyente implica reescribir las reglas del juego político, un ejercicio para traer esperanza y renovación, pero también incertidumbre y temor.

Pero decepciona que también exista el temor a gobernar. Completaremos dos años con buenas intenciones, con retórica maravillosa y grandilocuente, con el sueño de una Colombia nueva. Pero todo eso se reduce a pamplinas que se burlan de la inteligencia colectiva. Para tomar decisiones y lograr resultados que serán legado en salud, competitividad, comercio, política social, inclusividad, educación, etc., se requiere voluntad y ganas de hacerlo. Por eso se llaman decisiones, porque según esta palabra -como indica su origen en latín- se escoge entre varias opciones. Escoger y hacer. Por ejemplo, escoger ejecutar y hacer. Ser gobierno y no creerse víctima siempre y a toda hora. Si se es tan débil y tan víctima ¿Cómo podrá llevarnos a una Colombia mejor? ¿Con qué fuerza?

Las experiencias internacionales ofrecen lecciones valiosas. En Sudáfrica, la asamblea constituyente jugó un papel crucial en la transición pacífica del apartheid a una democracia multirracial. Fue un proceso inclusivo que involucró a diversos sectores de la sociedad y que buscó construir un futuro común sobre la base del respeto y la igualdad. Por otro lado, en Venezuela, la asamblea constituyente de 2017 fue vista por muchos como una herramienta del gobierno para consolidar su poder, profundizando la crisis política y social del país.

La verdadera utilidad de una asamblea constituyente radica en su potencial para transformar la crisis en una oportunidad, para convertir la confrontación en diálogo y para reimaginar un futuro donde todos los ciudadanos tengan un lugar y una voz. Constituyente si es para innovar y tener un futuro planeado, no para distraer la atención y tapar la incapacidad. Constituyente por vías institucionales, por consenso, con bienestar común.

Como pueblo, anhelamos sentir alguna vez agradecimiento y orgullo por nuestros dirigentes y líderes, no solo sentirlo por nuestros deportistas.

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