Columnistas
Contexto externo grave
Es bueno que los colombianos no olvidemos del contexto internacional en el que nos movemos.
Estamos obsesionados por el conflicto y la violencia que padece la sociedad colombiana. Nos preocupa menos lo que sucede en los países fronterizos. Pero nos inquieta aún menos confrontaciones como las de Ucrania y Rusia o la guerra que vincula a Israel, con los palestinos, El Líbano, Siria e Irán, entre otros países en el Oriente Medio. Hay otros conflictos esparcidos por el mundo. Se destacan los análisis que tienen fundamento en la geopolítica para explicar lo que sucede. Algunos que comparto destacan la competencia entre los USA y China por la primacía del poder en el mundo, el papel secundario de la Unión Europea y de la Otan, el neozarismo totalitario de Rusia y la guerra frontal entre Israel y los grupos musulmanes extremistas que niegan de plano ya sea la existencia del Estado judío o del Estado palestino. Casi todos reiteran la impotencia de la Nacionaes Unidas para frenar el conflicto.
Detrás de esta lectura de quienes ganan y quienes pierden se superpone un análisis de las vertientes de ‘la izquierda y la derecha’ que lleva a consideraciones bastante desafortunadas, como que la izquierda respaldaría, en América Latina, a Venezuela, Nicaragua y Cuba, países con gobiernos totalitarios, o bien en Europa a Rusia o en Asia a China, países muy distintos, pero también totalitarios, o bien en Oriente Medio a Irán y las acciones de Hamás o Hezbollah. La derecha, por su parte, apoyaría todas las vertientes totalitarias neofascistas comenzando por la liderada por Trump. ¿A dónde ha caído el análisis crítico de la sociedad, aquel que toma distancia del poder, aunque participe del poder del Estado, como nos recuerda Marcuse que debe ser su esencia?
Independientemente de la objetividad requerida por los análisis sociopolíticos, más allá de las ideologías en juego, los conflictos globales contemporáneos plantean un problema ético fundamental para la humanidad: lo que está sucediendo ante nuestra mirada pasiva de los noticieros es una masacre humana inadmisible y la posibilidad de escalar la guerra a niveles impredecibles por la amenaza nuclear. Si Hamás y Hezbollah han desarrollado claras acciones terroristas contra el pueblo judío, la respuesta del gobierno israelí ha sido desmesurada y brutal, también terrorista, afectando al pueblo palestino o musulmán de otros países. Más de 42.000 muertos en Gaza, en su mayoría pobladores, mujeres y niños. Esto es humanamente inadmisible, más allá de la confrontación política. Éticamente, no se puede defender a los unos contra los otros, ya que lo que está en cuestión es la vida misma de personas indefensas.
Como lo destacó Hannah Arendt, desde la Segunda Guerra Mundial la violencia política ya no se funda en la aniquilación o sometimiento de una de las partes en favor de la otra. Con las armas nucleares ambas partes pierden, es decir, pierde la humanidad. En Oriente Medio y en Ucrania, las partes ya han hablado de uso de armas nucleares ‘de mediano alcance’.
Es bueno que los colombianos no olvidemos del contexto internacional en el que nos movemos. Nuestra guerra mucho más convencional, aunque difícil de entender, ha cambiado su modalidad. Es menos rural-rural y más urbana-rural o mejor regional. Busca el control territorial de la población, de los recursos económicos y de las administraciones locales. Hay terrorismo y gran afectación de la población civil. No se sabe claramente qué es negociable o no negociable en el conflicto y para los diversos actores armados. Pero, no toda situación fue anteriormente mejor. Puede haber salidas. Lo que se requiere son proyectos políticos que puedan convencer de que se busca una sociedad mejor que deponga las armas.
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