Cuando gana la ‘Sele’

Cuando juega la ‘Sele’, aparece el júbilo, nos desconectamos de lo que nos divide y concentramos nuestra energía, nuestra fuerza mental positiva, para que en la cancha las cosas salgan bien. Y cuando gana la ‘Sele’, la emoción inunda el ambiente, la sonrisa aparece en el escudo patrio que llevamos dentro; nos dejamos contagiar de un sentimiento que, gústenos o no el fútbol, pocas cosas en la vida de un país como el nuestro produce la emoción de una victoria.

Cuando juega la ‘Sele’, como ahora le llamamos a costa de ‘El ritmo que nos une’, la pegajosa canción de Ryan Castro y SOG, que suena por todas partes, recordamos lo que amamos y hacemos a un lado la tristeza… Podría ser una anestesia, podría ser una oportunidad, ojalá lo viésemos más como lo segundo, y encontrar en esa emoción un caudal de posibilidades.

Andamos felices con los dos triunfos frente a Paraguay y Costa Rica, con la buena racha de la era de Lorenzo, con las jugadas de ensueño de James Rodríguez, brillante con la camiseta tricolor, y ese gesto de cederle el cobro de penal a Lucho Díaz. Con la dedicación del gol de Davinson Sánchez a Jhon Lucumí, cuya lesión en el primer partido de Colombia en la Copa América lo obligó a ver la Selección desde la tribuna. Con la camaradería que se percibe entre los jugadores; con las palabras dadas al final de los encuentros, con esos mensajes que nos llenan de ilusión.

Afuera de la cancha la alegría es contagiosa, el orgullo patrio es infinito, las expectativas son grandes. Seguramente tanta emoción nos vuelve triunfalistas y surgen quienes temen ese estado, para aguar un poco la fiesta. Si bien, en otrora, el exceso de confianza nos ha cobrado duro, las lecciones deben servir, sin dejar que ello nos prive del buen sabor que produce este entusiasmo, por encima de si le ganamos a Brasil, si seguimos avanzando, o si somos campeones.

Hay especialistas en capitalizar la alegría colectiva, para que permee todas las esferas sociales. Y de eso necesitamos tanto en Colombia. No se trata de desconocer las dificultades, los problemas estructurales, lo que debe cambiar, ni pretender que un partido de fútbol lo solucione. Pero si nos creyéramos más el cuento, si viéramos el vaso medio lleno, la historia sería bien distinta.

Ángel Bonet, conferencista, experto en liderazgo y en nuevos modelos de negocio en la economía, dice que el fútbol siempre ha tenido un impacto social significativo en todo el mundo; con su capacidad para unir a las personas de diferentes culturas, razas y nacionalidades, de trascender las barreras sociales y de creado un sentido de comunidad. “Este deporte ha sido un catalizador para la cooperación, la amistad y la solidaridad, tanto dentro como fuera del campo de juego. Ha demostrado ser una herramienta poderosa para abordar temas sociales, como la igualdad de género, la inclusión y la lucha contra el racismo; el fútbol ha dejado una huella perdurable en la sociedad, promoviendo la diversidad, la unidad y los valores positivos”.

No vamos a ignorar que ha habido tragedias en torno al fútbol, o pensar que todo lo que viene de él es color de rosa; pero a lo que van estas líneas, como tantas otras en torno a lo que nos une, es a la posibilidad infinita de leernos de una manera distinta, de palpitar con lo nuestro, con lo que valemos y con todo lo que nos identifica. De extender ese instante de alegría pos triunfo a una actitud permanente, que nos permita levantarnos, porque sabemos lo que tenemos.

Que ese estadio absolutamente amarillo que hemos visto esta semana, a kilómetros de distancia, sea una metáfora del sentir colombiano, que supera lo deportivo y se convierte en una inspiración para construir, crecer y creer. Cuando gana la ‘Sele’, Colombia es grande y ese debería ser un estado del alma. @pagope