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Medardo Arias Satizabal

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Dalí, 1:30 a.m.

Muy por el contrario, la historia lo ha demostrado, barcos que han llevado nombres arrogantes, provocadores con el mar y con el creador, sucumben al naufragio; verbigracia el Titánico (Titanic), o el Tritonia que explotó con dinamita frente al puerto de Buenaventura en 1929.

28 de marzo de 2024 Por: Medardo Arias Satizábal

En la madrugada del pasado martes, Salvador Dalí, lejos de Figueras, cruzó el río Patapsco en Maryland con el propósito de llegar a Sri Lanka. Su navegación era serena, lejos de la curiosidad que causó cuando llegó a Nueva York en un carguero y fue descendido hasta el muelle dentro de un huevo de avestruz, del que saltó para emoción de los neoyorquinos.

Antes de chocar con Francis Scott -doblemente famoso porque este nombre responde al poeta creador del himno de los Estados Unidos y es el mismo nombre del creador del Gran Gatsby- apagó sus luces, no se sabe si por desidia o por ironía simbólica. ¿A quién se le ocurre hoy bautizar a un carguero enorme, con pesada alma de contenedor, con el nombre de uno de los más geniales pintores de mundo?

Esta ha sido tradición en la navegación, la de bautizar barcos con nombre de descubridores y artistas, solo que esta buena costumbre se dio cuando la navegación era a vela -el tiempo de los famosos Clippers- y con los barcos de tres mástiles y bodega a proa, con el castillo al centro o a popa. La compañía italiana de vapores, la misma que tuvo obligada recalada en Buenaventura durante muchos años -entonces el cónsul de Italia en Cali era mi querido amigo Umberto Ascione- tuvo barcos como hombres famosos en su historia: El Cristophoro Colombo, el Americo Vespucci, el Verdi, el Rossini, el Donizetti.

Muy por el contrario, la historia lo ha demostrado, barcos que han llevado nombres arrogantes, provocadores con el mar y con el creador, sucumben al naufragio; verbigracia el Titánico (Titanic), o el Tritonia que explotó con dinamita frente al puerto de Buenaventura en 1929. Tritón en la mitología griega es el equivalente de la sirena; mitad hombre y mitad pez, representado con un tridente en la mano. Se decía que podía calmar la furia del mar con solo soplar en su cuerno. En la historia del Pacífico colombiano quedó el recuerdo de ‘El vencedor’, el que se fue a pique en una Semana Santa.

Lo que no se podría imaginar hoy es que un portacontenedores con 299.000 metros de eslora y 48,2 metros de manga, con capacidad para desarrollar 22 nudos de velocidad, construido hace 9 años en Corea del Sur, del tipo Neopanamax y con registro en Singapur, podría llevar el nombre de Salvador Dalí. Encuentro de un carguero demasiado prosaico con un genio de la pintura.

La otra paradoja del destino es que se estrella contra una de las bases del puente bautizado con el nombre de Francis Scott Key, patriota estadounidense, abogado y escritor, que acuñó los versos del himno de esta nación: “En la orilla, escasamente visible entre la niebla del mar/ mientras la horda arrogante del enemigo en temeroso silencio reposa…/ Y este sea nuestro lema: ‘En Dios está nuestra confianza’/ ¡Y la bandera estrellada triunfante ondeará sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes!” (The Star Spangled Banner, la Bandera de Estrellas Fulgurantes).

El otro Scott, el autor del Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald, imaginó la vida de un hombre sin historia que apoyado en una gran fortuna logra insertarse en la oligarquía de Manhattan con grandes fiestas animadas por big-bands, regadas con los mejores caldos escoceses, canapés contratados en la mejor tienda de Quinta Avenida, mujeres deslumbrantes y coches de colección. Gatsby quedó para la historia de la literatura con un carro color lavanda, sus camisas cortadas en Saks y sus lámparas de cristal traías en camión desde Tiffany´s. Su historia es parecida hoy a la de los influencers que tienen cinco millones de amigos. A su funeral no asistió nadie; se fue como llegó, pues sobre su tumba solitaria nadie puso el fuego fatuo y deslumbrante del dinero.

El choque del carguero Dalí con el puente Francis Scott permite múltiples lecturas. Por estar estos dos nombres involucrados el mundo del arte, encontré mérito suficiente para esta reflexión.

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