Columnistas
De dientes para afuera
¿Cómo es posible que una persona que admira hasta el delirio pueda a su vez generalizar de formas tan enfermizas y lesivas para la sociedad?
A propósito de la ejecución de los Juegos Olímpicos, reflexiono acerca del comportamiento de las personas respecto de los logros deportivos en esta y otras competencias internacionales en las que los colombianos brillan.
Como son ya varios años en el uso del WhatsApp, me sirve esta herramienta para analizar la forma como se expresan muchas personas durante el desarrollo de los encuentros deportivos en diferentes grupos de esta red social y puedo notar la pasión, el orgullo y la admiración que suscitan nuestros deportistas y que llevan a algunos al paroxismo y a la mayoría de periodistas a la hipérbole; comprendo su sentir, aunque en mi caso personal aun amando al deporte entrañablemente, mis celebraciones son un poco más sosegadas. “Son unos héroes, los más, unos verracos, que machera, wow, ufff, invencibles, divinos, tan bellos…”.
Estos calificativos van dirigidos, en una gran mayoría, a jóvenes que provienen de humildes familias en las que la pobreza es una compañera constante y la falta de oportunidades es quizás la motivación que los impulsa a esfuerzos, estos sí heroicos, en donde se combinan paternidades o maternidades tempranas, estudios a veces nocturnos para el entrenamiento diario, trabajo, informal muchas veces, para ayudar al hogar de los padres quienes brindan al hijo deportista, y posiblemente a alguno más, su apoyo representado en un techo que los cobije a todos, tal como se hace en los sectores populares de nuestro país, con la solidaridad como plataforma de la sobrevivencia colectiva.
Volviendo a los mismos grupos de WhatsApp, del paroxismo y la hipérbole, se encuentran allí también, más frecuentemente de lo que uno quisiera, observaciones que cuestionan a las negritudes por perezosas, a los indígenas por taimados, a los pobres por su pereza, a los sindicalistas por retardatarios y a los gobiernos por la falta de apoyo para los deportistas, sin siquiera detenerse a pensar que estos deportistas provienen de allí mismo, de las entrañas de la Colombia popular que es casi toda, en un país en donde se considera de clase alta a quienes ganan más de 4 millones y donde el 75% de la población gana menos de dos millones de pesos al mes.
¿Cómo es posible que una persona que admira hasta el delirio pueda a su vez generalizar de formas tan enfermizas y lesivas para la sociedad? ¿Es tan difícil encontrar una ligazón entre la situación general de las comunidades colombianas y las dificultades de estos deportistas?
En lo personal considero a algunos pronunciamientos colectivos que ensalzan a nuestros deportistas como oportunistas, en cuanto a que solo satisfacen en la persona un ‘sentimiento nacionalista’ que lo hace sentir feliz, exacerbado por algún comentarista que acude a la divinidad como aliada de los colombianos en el logro alcanzado y poco se traduce este sentimiento en acciones de la vida diaria que lleven realmente a un mejoramiento de las condiciones de vida de aquellos quienes tanto nos enorgullecen.
¡Un amor de dientes para afuera!
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