Opinión
‘Del sueño al desastre’
Nasser causó sensación y delirio. ¿Se imaginan? Después de años de ocupación colonialista aparece un líder árabe que le habla a todo el mundo árabe con promesas de liberación e independencias
El título de esta nota lo tomé de un documental divulgado por YouTube sobre la vida y obra del líder egipcio Gamal Abdel Nasser durante los 50-70. Una historia que viví y sufrí en mi Egipto natal y conozco bien, el paso de Nasser al mando de Egipto fue significativo.
Cambios drásticos, patriotismos, nacionalismos, islamismos, xenofobismos lo marcaron para siempre. Nasser llegó al poder en Egipto en medio de un grupo de oficiales llamados ‘libres’ y un golpe de Estado que derrocó al rey Faruk. Asolapado detrás de un líder moderado y respetado (Mohamed Naguib) a quien rápidamente descartó para no soltar el mando hasta su muerte en 1970.
Nasser causó sensación y delirio. ¿Se imaginan? Después de años de ocupación colonialista aparece un líder árabe que le habla a todo el mundo árabe con promesas de liberación e independencias largamente anheladas. Y cumplió en parte: neutralizó a los fanáticos Hermanos Musulmanes, liberó a las mujeres del velo y otros impedimentos y equilibró sus derechos en el matrimonio, prohibió la poligamia, nacionalizó el Canal de Suez, construyó la necesaria represa de Assuan, creó el movimiento no-alineado... Aportó un gran momento de esperanza. Pero no lo hizo correctamente, sino por medio de una máquina de represión propia de los dictadores más crueles.
Para llevar a cabo sus proyectos monumentales nacionalizó, reformó sin medir consecuencias, se asoció y disoció con aliados y enemigos, expulsó a las minorías o las ahuyentó sofocando la tolerancia que reinaba en el país y era su gloria, y lo peor comprometió a Egipto en guerras ajenas que terminaron por arruinarlo. Basta hablar de la costosa guerra civil en Yemen en la que miles de egipcios perdieron la vida, la guerra del Canal de Suez (nacionalizado antes de tiempo) que casi le cuesta su cargo o la aplastante guerra de los Seis Días (1967) contra Israel que él mismo provocó y que, hasta hoy en día se considera la más humillante derrota de todas las historias de guerras en el mundo.
A su muerte en 1970, Egipto estaba de rodillas y en manos de los grupos islamistas que la hundieron aún más. A pesar de todo, Nasser murió literalmente venerado por su pueblo que por millones salió a despedirlo en su funeral. Su fracaso fue una tragedia árabe. Y no solo por la miseria que dejó, sino por la pérdida de la esperanza de los egipcios de vivir en un país moderno y secular. De la esperanza al desastre.
Ejemplos similares los tenemos cerca. Recordemos a Cuba en 1959 y el júbilo que transmitió cuando Fidel Castro marchó hacia La Habana y Fulgencio Batista salió corriendo. Llegó Fidel hablando de moderación, de restaurar la Constitución, de reinstalar las libertades fundamentales de expresión, de movilización y otros, de no incurrir en expropiaciones o expulsiones, etc. Y le creímos y nos alegramos. Pero mintió.
Llegó, se apoderó e hizo todo lo contrario de lo prometido: nacionalizó, expropió, liquidó las industrias de los ‘oligarcas’ que sostenían la economía, decapitó la inteligencia y la libre expresión y montó paredones para castigar a la oposición. También se dedicó a expandir su influencia participando en guerras lejanas en Latinoamérica e incluso África. Y en asocio con la URSS casi provoca una guerra nuclear (La crisis de los misiles) contra EE.UU., en plena Guerra Fría.
Resultado: tenemos una Cuba que después de seis décadas de intentos marxistas sigue represiva y dependiente de una tarjeta de racionamiento para comer. El sueño se torna pesadilla. Con el agravante de contaminar, entre otros, a la vecina Venezuela que tomó su camino y corre la misma suerte desde que apareció el fallecido Hugo Chávez hasta el actual Nicolás Maduro para convertir al país más rico del mundo en uno de los más pobres. Siete millones de refugiados venezolanos testimonian su fracaso. Qué Dios nos libre.
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