Columnistas
Delirio sobre el Chimborazo
Residentes, estudiantes, familias, turistas, todos en incertidumbre por la carta delirante del mandatario colombiano que reta a Trump a que lo ‘tumbe’.
El 23 de agosto de 1927, los inmigrantes italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, fueron condenados a la silla eléctrica en Massachusetts, acusados de robo a mano armada y asesinato, en un juicio que despertó protestas en todo el mundo por las dudas que existieron con respecto a su culpabilidad y por tratarse de ‘dos reconocidos anarquistas’, en un momento en que la cacería de rojos en el mundo despertaba la reacción inmediata de los grandes sindicatos obreros.
Gustavo Petro acaba de recordar a estos dos personajes de la historia estadounidense y reclama con ellos ‘lazos de sangre’ en la extensa carta que decidió enviarle al presidente Trump, a través de su cuenta de X. Quizá por su ancestro italiano. Fue acicateado por tener que reversar su decisión de no dejar aterrizar aviones del servicio migratorio estadounidense con nacionales deportados.
Como ya es de público conocimiento, la carta despertó la reacción inmediata de Washington, con promesa de aranceles que llegarían al 50 % en solo una semana, sentencia de muerte para la industria colombiana que exporta desde hace muchos años a este país, su principal socioeconómico.
No solo se verían afectados el café, las flores y el banano, sino más de 1200 productos que hoy, después de cumplir severos protocolos de control de calidad, llegan a las tiendas y supermercados de Estados Unidos.
Pero, una de las más severas advertencias fue cernida sobre los funcionarios del gobierno actual, a los que se negaría la visa USA. La medida cobijaba -hasta el momento no se sabe si la embajada en Bogotá reinició ya funciones- a la población colombiana en general. Residentes, estudiantes, familias, turistas, todos en incertidumbre por la carta delirante del mandatario colombiano que reta a Trump a que lo ‘tumbe’. Se compara con Salvador Allende y asegura que si ello ocurre su desaparición “pesará en la memoria de la humanidad…”. O algo parecido. O sea, es serio que Petro se ve así mismo como un redentor del mundo, de color verde o de otro color, pero un redentor.
Dice, entre otras cosas, que “Estados Unidos le parece aburrido” y toma vuelo a la manera de un Luther King de Zipaquirá y va a los ‘slums’, a los barrios negros de la América profunda, donde dice sentirse cómodo.
Entre líneas, tilda a Trump de esclavista hijo de emigrantes y a Musk de provenir de una cepa ‘nazi’. Se entiende entonces el lío en el que Petro metió al país, para, en pocas horas, reconsiderar su actitud belicosa al darse cuenta que terminaría lanzando al país por un desbarrancadero.
Colombia todavía no es Cuba, Venezuela o Nicaragua; hasta el momento apuesta al juego democrático, solo que su presidente tiene de pronto delirios allendistas y piensa que Colombia puede vivir sin Estados Unidos, sin exploración de gas o de petróleo, y con una nueva vocación de país sembrador de maíz ‘para alimentar al mundo’.
Como el escolar de Zipaquirá, le comenta a Trump de sus gustos literarios. Le dice que gusta de la poesía de Whitman, apellido que escribe mal, además de otros errores gramaticales que delatan serias deudas del mandatario con la sintaxis.
En la cima de su inspiración dijo que Colombia es el país de la belleza, una nación que, debemos reconocerlo, se desangra hoy en Catatumbo, y que somos además el territorio de unas hipotéticas mariposas amarillas, las mismas que, hasta donde sabemos, solo las vio Mauricio Babilonia.
En ese país de ficción que Petro lleva en la cabeza, se ve también así mismo como el coronel Aureliano Buendía, un símil que no le va mal, pues acaba de conocer el hielo del poder. Un diario europeo tituló ‘Petro fue humillado’.
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