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El país más poderoso y mejor dotado del mundo en materia de información, acaba de descubrir que su presidente Joe Biden envejeció mal y a los 81 años ha perdido su capacidad...

12 de julio de 2024 Por: Liliane de Levy

¿La izquierda ganó las legislativas en Francia? No puede ser, si era minoría, ¿Donald Trump miente? ¡Qué va! Lo están difamando. ¿Joe Biden está senil? De ninguna manera, está apenas distraído. El cambio climático es un embuste; la diversidad triunfa aunque selectiva (un oxímoron) mientras que el antisemitismo recuerda los sombríos tiempos hitlerianos.

Los sondeos se equivocan, los analistas pierden el sentido común, los datos se contradicen, la incoherencia es la nueva normalidad. Y así vamos, de sorpresa en sorpresa, completamente desinformados, sin entender mucho lo que acontece e incapaces de predecir el futuro nuestro y de nuestros hijos. Una situación inquietante que surge al mismo tiempo que una tecnología avanzada y muy sofisticada pone a nuestro alcance la información en forma inmediata.

Sin embargo, los tramposos que a ratos nos gobiernan se han vuelto aún más avanzados y sofisticados para poder dominarnos. En Estados Unidos se viven momentos de total confusión. El país más poderoso y mejor dotado del mundo en materia de información, acaba de descubrir que su presidente Joe Biden envejeció mal y a los 81 años ha perdido su capacidad física y mental y debe irse a su casa a descansar para ceder su puesto a alguien más conveniente. Lo descubrieron solo ahora después del lamentable espectáculo que nos infligieron los demócratas durante el debate presidencial contra el republicano Donald Trump al ver a Biden ausente, olvidadizo, caminando y hablando mal sin teleprompter y con dificultad para mantenerse despierto.

Él mismo lo confesó después del triste debate. Sin embargo, a la salida del encuentro que reveló claramente su estado de salud, su esposa Jill lo esperaba feliz, aplaudiendo y diciendo: “Lo hiciste muy bien, Joe, contestaste todas las preguntas”. Luego, acompañada de un coro de apoyo, pidió con desbordante entusiasmo: “Cuatro años más”. O sea la reelección de su esposo. Su comportamiento revela una negación ciega a una realidad que tanto ella como la Casa Blanca en general adoptaron desde hace un par de años.

El presidente Biden es sin duda un político experimentado y un hombre decente que representa con decoro al Partido Demócrata. Además, cumplió la hazaña de derrotar a Donald Trump -del Partido Republicano- en las últimas elecciones presidenciales. Sin embargo, a lo largo de su primer mandato envejeció mal y se desmoronó física y mentalmente. Y, por lo tanto, no debe aspirar a una reelección de cuatro años como el mandatario más poderoso del mundo. Su deterioro es obvio, pero la gente que lo rodea no lo quiere admitir y cometen el pecado de ignorarlo y maquillarlo.

La gente se preocupa, cuando circulan imágenes del presidente cayendo o enredado para hablar sin teleprompter o confundiendo nombres y números, o llamando a saludar a personas fallecidas, sin saber por donde entrar o por donde salir de un recinto.

Mientras tanto, los voceros de la Casa Blanca se limitan a minimizar los tropiezos o a negarlos del todo. Y -duele decirlo- los medios son cómplices del engaño. Ya no informan objetivamente, sino que se volvieron partisanos que defienden su causa política y sus intereses. Y perdieron credibilidad. En este caso especial -relacionado con el estado de salud de Biden- el odio de los medios a Trump contaminó la información y existe la creencia que el único contendor capaz de ganarle a Trump en las elecciones es Joe Biden. Aún así como está, senil e incoherente. Por ello, corremos el peligro de tener a Biden por cuatro años más. O a su proclamada sucesora, Kamala Harris, que no cuenta con mucha aprobación en la opinión norteamericana.

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