Discursos incendiarios

Incendiarios. Así pueden describirse los discursos del presidente Gustavo Petro y de la vicepresidenta Francia Márquez el Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo.

La señora Márquez no tuvo el mínimo atisbo de sensatez cuando en medio de las marchas en la capital del Valle lanzó frases como “No me da pena decirlo: ¡Que viva la primera línea!”. Ni cuando, hablándoles a quienes la critican, les dijo “que se jodan”, o cuando insistió que en que la oligarquía “asesina” a los trabajadores del país.

Otra vez, como generalmente lo hace cuando se pronuncia, la Vice destiló rabia, odio, resentimiento. De nuevo, apeló a su condición de “mujer de pueblo” para justificar sus palabras, e insistió en que solo a los jóvenes de la primera línea “les dieron bala hace dos años. Algunos fueron vilmente asesinados, a otros los encarcelaron y a otros les sacaron los ojos”.

Sí, en muchos casos así fue. Pero se le olvidan a Francia los policías asesinados, los civiles muertos que no hacían parte de la primera línea, los millones de caleños y vallecaucanos que no pudieron durante dos meses moverse libremente, salir de sus casas porque los apedreaban -en Ciudad Jardín y también en Mojica o en Floralia-, comprar lo básico en los supermercados o en las tiendas de sus barrios, poner gasolina porque no había, o llegar al hospital porque las barricadas no dejaban pasar las ambulancias.

Se le olvida que en Cali esa protesta se convirtió en una lucha de clases, violenta en no pocos casos y arengada en su momento por un alcalde que no tuvo los pantalones para detener lo que sucedía, que además se escondió cuando más ardía la ciudad y que cuando reapareció se dedicó a atizar el fuego con sus declaraciones.

Sobre todo, se le olvida a que después de esas semanas nefastas, dolorosas, que terminaron de destruir la economía y la confianza ya afectadas por la pandemia mundial, Cali y el Valle empezaron un proceso de reconciliación, lento si se quiere, con muchos ausentes también, pero real y bien intencionado. Que avanza y busca cerrar esa brecha que, se debe reconocer, es gigantesca en la región y difícil de sanar por completo.

Por ello, vicepresidenta Francia Márquez, los vallecaucanos le pedimos que defienda a los jóvenes, a los marginados, a los que no tienen oportunidades, pero también que se mida en sus palabras y comprenda que esta sociedad para la que usted trabaja desde que fue elegida, la conformamos todos, incluso los que no votamos por usted, los que tenemos algunos -o muchos- privilegios, que somos honestos, trabajamos o generamos empleo, y tratamos de servir a los demás. Los odios, los rencores, no construirán una Colombia mejor. La invito a unirse a ese proceso de reconciliación, de deponer los ánimos, de trabajar unidos, que iniciamos los caleños y vallecaucanos.

Un mensaje que debe extenderse al presidente Gustavo Petro, quien dejó preocupado a más de medio país luego de su ‘balconazo’ del lunes pasado, en el que se echó su conocido discurso lleno de retórica y lugares comunes. Lo que entendieron los colombianos cuando aseguró que “el intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución”, es que, si no se le copia en el Congreso y se aprueban sus proyectos, llamará a la calle y a la confrontación -¿incluso violenta?- a sus seguidores, desconocerá la separación de poderes y transitará el camino del autoritarismo.

Presidente, necesitamos cambios, algunas partes de sus reformas son necesarias y bien intencionadas, pero no puede imponerse sin concertar, sin dialogar, sin escuchar las voces sensatas. Puede que la mitad de los colombianos estén con usted, o menos según las encuestas, pero debe gobernar para todos, velar por todos, mantener la democracia.

Tranquilidad y confianza, es lo que se espera que usted y la vicepresidenta transmitan, a Colombia y al mundo del que en buena parte dependemos. No lo están consiguiendo.