Columnistas
Don Cristóbal, el despojado
En esas cartas no solo están sus quejas a los reyes en un memorial de agravios, sino también la lista de la tripulación de la Pinta, la Niña y la Santa María...
En las capitulaciones que Cristóbal Colon firma con los Reyes Católicos antes de emprender su primer viaje de descubrimiento, sus majestades le entregan sin saberlo el dominio de medio mundo y por supuesto, se arrepienten después. En ese documento le otorgan a perpetuidad a él y a sus herederos la autoridad real en los dominios orientales a encontrar, el nombramiento de Virrey y Almirante de la Mar Océana, la tercera parte de las nuevas tierras, el octavo de las mercancías que allí se exporten y el diezmo de los beneficios reales.
Colón, ya enfermo en Sevilla, pobre, acusado y destituido de sus cargos, recopila en el llamado Libro de Privilegios, todos sus reclamos por los incumplimientos reales, que envía a la reina Isabel, a punto de morir, muy ocupada en los negocios más importantes de la salvación de su alma, en los cuales ha hecho tantos méritos con la expulsión de sus reinos de moros y judíos, y el establecimiento de la Santa Inquisición. Muere Colón sin obtener respuesta. Su hijo Diego insiste en la reclamación y obtiene los ducados hereditarios de Veragua y Jamaica, sin dominio territorial, y una compensación perpetua en dinero, que se paga hasta nuestros días. Hoy existe el XX Duque de Veragua y se llama Cristóbal Colón.
Con esos títulos y ese dinero la familia Colón, cuyo origen nunca fue revelado por el Almirante ni a sus hijos, presuntamente proveniente de Génova, aunque hoy se cree que es portuguesa, entra a la nobleza de España. Con buena fortuna porque ya en 1716 el II Duque de Berwick Jacobo Fitz-Stuart, descendiente de un hijo ilegítimo del Jacobo II Estuardo, Rey de Inglaterra, noble español quien también era Duque de Liria, (título al que se sumará en el siglo XIX el Ducado de Alba), se casa con Catalina Colón de Portugal, VIII Duquesa de Veragua, descendiente del Almirante. A raíz de ese enlace van a parar al Palacio de Liria documentos y recuerdos del Descubridor.
En 1892 Rosario Falcó XVI Duquesa Consorte de Alba, interesada en la historia, encontró en el enorme archivo del Palacio de Liria, sede de los Duques de Alba en Madrid, un paquete con documentos destinado a la basura, que resultaron ser 24 cartas autógrafas de Colón dirigidas a los reyes católicos, a su hijo y a sus amigos. Con esas cartas, otros documentos colombinos, objetos virreinales, pinturas y escudos de armas, se acaba de inaugurar en Madrid la exposición “América en la Casa de Alba” en un acto presidido por Carlos Fitz-Stuart y Martínez de Irujo, XIX Duque de Alba.
En esas cartas no solo están sus quejas a los reyes en un memorial de agravios, sino también la lista de la tripulación de la Pinta, la Niña y la Santa María y un esbozo del primer mapa de la Española, documentos que se exhiben por primera vez, más muchos otros incluyendo 236 escudos de armas otorgados por Carlos V, Juana I y Felipe II a conquistadores, ciudades recién fundadas y como dato sorprendente, a nativos del Nuevo Mundo, ennoblecidos para equipararlos con la nueva nobleza conquistadora y bendecir el mestizaje. Martin de Moctezuma, hijo del emperador, recibe el suyo por la ayuda brindada a Hernán Cortez en la destrucción del imperio de su padre.
La exposición tiene el tono de una reparación tardía a Don Cristóbal, el despojado, descubridor del Nuevo Mundo, usufructuado por sus descendientes.
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