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Santiago Castro | Foto: El País

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Dos años de aprendizaje

Que los errores de los otros países eran porque habían perdido el camino del mensaje, pero que aquí teníamos el mensajero correcto.

12 de agosto de 2024 Por: Santiago Castro

Dicen que nada enseña más que un fracaso. Si es así, Colombia entonces ha aprendido más en los dos años del gobierno de Petro que en toda su historia desde la dictadura del General Rojas Pinilla.

Hemos aprendido que el cambio no necesariamente implica mejorar, y que el país no estaba tan mal como creíamos. Que, aunque con brechas, nuestra economía crecía y generaba oportunidades. Que teníamos un muy buen sistema de salud, aunque imperfecto. Y que el gobierno, pese a sus detractores, contaba con gente preparada y competente al mando, especialmente en las áreas de hacienda pública, que lo hacían realista en sus metas fiscales y eficiente en la ejecución.

Pero todo esto lo sabemos porque probamos ya la receta amarga que nos vendió la izquierda radical. Un país en llamas y la idea de la ‘Paz Total’ hecha trizas, con los peores delincuentes de interlocutores políticos en lugar de estar en las cárceles, la economía estancada, la salud patas arriba, el ahorro pensional privado asaltado, la corrupción oficial desatada y tocando las puertas del primer mandatario y su círculo familiar y administrativo más íntimo. Al mismo tiempo, a nivel internacional, nos divorciamos de la única democracia real en el Medio Oriente, nuestro aliado de todas las horas, Israel, mientras callamos ante el terrorismo de Hamás, Hezbollah e Irán, y nos volvemos cómplices de la dictadura asesina de Nicolás Maduro. Los ataques verbales a la prensa libre no cesan, mientras se tilda a todo crítico de fascista o guerrerista.

Lo increíble es que nada de esto debió ser sorpresa. Contrario a los engaños de Hugo Chávez, que ocultaba su inclinación totalitaria, tengo que reconocer de nuevo que Petro sí nos dijo exactamente lo que quería para el país. Asumo entonces que muchos no le prestaron atención o no les importaba con tal de conseguir ese difuso, pero anhelado cambio. Y recordé también el otro dicho que reza que “nadie aprende en cuerpo ajeno”. Es decir, no obstante saber lo ocurrido en Cuba, Nicaragua, o Venezuela, de donde absorbimos 3 millones de refugiados con los que interactuamos diariamente, pensábamos que aquí sería diferente. Que los errores de los otros países eran porque habían perdido el camino del mensaje, pero que aquí teníamos el mensajero correcto.

Pero es que el problema siempre ha sido el mensaje. El socialismo en su versión latinoamericana ha sido sinónimo de miseria, atraso económico y retroceso democrático en libertades económicas y políticas. Colombia solo ha sentido dos años de los intentos de esta corriente por tomarse el país y ya está harta. Y en el caso de nuestro insigne mensajero, el presidente ha demostrado ser, además de un confuso ideólogo de esta disciplina, un pésimo ejecutor, un vago trabajador y el epicentro de una red de corrupción nunca antes vista.

En lo que sí ha probado su talento es en su capacidad mordaz de dividir, incitar al odio, y destruir sobre lo construido.

Podemos haber tenido dos años de aprendizaje, pero al gobierno le quedan aún dos años para buscar imponer su perverso cambio.

¿Creemos que lo hemos visto todo? Lo que sigue es nada menos que asaltar la banca y apropiarse del ahorro del público, y la anulación de los controles constitucionales a través de un sistema ‘Fast Track’ de aprobación en el Congreso, aplicable solo a los proyectos del gobierno. Es decir, van por todo: nuestra plata y nuestra institucionalidad democrática. Pues bien, el aprendizaje real implica adoptar correctivos e implementarlos. Veremos entonces en los próximos dos años, cuanto hemos aprendido en los dos años anteriores.

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