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Hugo Armando Márquez
Hugo Armando Márquez | Foto: El País

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Dos tazas de nostalgia, una de alegría

A muy poco de que termine, llegan a la mente los seres amados que no están más con nosotros, los negocios que no se lograron, las oportunidades perdidas, los empleos finalizados y un sinnúmero de peros...

31 de diciembre de 2023 Por: Hugo Armando Márquez

Lleno de esperanzas, y luego de pasar por la mística experiencia de expulsar un cálculo renal, me preparé para darle la bienvenida al 2023. Desde el corazón y con la inocencia de creer que vendría algo más que las consabidas chiva, burra negra, yegua blanca y buena suegra, me comí las uvas, guardé lentejas en mis bolsillos y creo que hasta pinte de amarillo unos calzoncillos.

Pensé que era tema solo mío, que es de esas manías de andar quejándose por todo, pero al ir hablando con más y más personas me di cuenta que -en general- fue un año muy difícil. 2023 no fluyó cómodamente para la mayoría, pero es que tampoco en Colombia es una constante que eso suceda. Pasamos año tras año en una montaña rusa de emociones y ajustes, nos enorgullece el sabernos una sociedad ‘guerrera’ y que ‘se da mañas’ para hacerle la trampa al centavo y así sobrevivir. Y sobrevivimos, no vivimos.

En 2023 nos exacerbamos por la inseguridad en alza, por las incoherencias de los dirigentes, por sus decisiones acomodadas a sus intereses y porque no hay dinero que alcance. Nos ilusionamos con las viejas promesas de nuevos mandatarios, nos indignamos al ver que así se cambie de orientación ideológica en el gobierno, la tentación de amañar los procesos y las decisiones sigue siendo una realidad instalada.

Y en medio de todo, seguimos riendo y buscando encontrar razones para hacerlo.

Así que ya a muy poco de que termine, llegan a la mente los seres amados que no están más con nosotros, los negocios que no se lograron, las oportunidades perdidas, los empleos finalizados y un sinnúmero de peros que nos hacen pensar que este es un año para el olvido. Pero también nos llega el aprendizaje y la fortaleza adquirida por obligación. Ciertamente, este será un año inolvidable, se quedará en nosotros con lecciones de resistencia frente a las adversidades y uno que otro engaño.

Y resistir, exigir, pedir, se deberían convertir en propósitos. Más allá de la consabida dieta, ejercicio y alejarse de los vicios. Todo tan loable como inalcanzable. Exigir mejoras y honestidad, pedir sensatez y no militancias, resistir ante los sectarismos y los pajazos mentales para disfrazar la realidad cuando va mal.

Las buenas voluntades siempre se sienten bien y se justifican porque el corazón cree que ayudan a tener un poco en calma la consciencia. Pero son las obras y las acciones las que ayudan a que empujemos realmente hacia algún lado. Con retórica hemos sido alimentados.

Que sea un propósito convertir el 2024 en un año aún más inolvidable que este que termina. Que lo asumamos con la certeza que no son las uvas, ni las lentejas, ni la ropa interior, lo que explica la cadena de sucesos en nuestras vidas: son las acciones y decisiones que individualmente y en conjunto ejecutamos. Esta es una vida llena de sorpresas por suceder, bella, que tiene todo para ser grandiosa en la medida que así la hagamos ser. Que lo sucedido sirva de experiencia, que las ansias sean de mejorar, que asumamos la responsabilidad de aceptar ser el constituyente primario, como tantas veces nos han repetido.

Tener presente el pasado para evitar repetirlo. No permitir que ningún mesías nos engañe por justificarse. La receta es dos tazas de nostalgia, por una de alegría, sabia rima de Alcolirikoz. Extraordinario 2024 para todos.

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