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Ejemplo

Ser coherente entre el discurso y las acciones logra conectar con la sociedad y se obtiene transformaciones deseables en los comportamientos.

14 de agosto de 2023 Por: Alfonso Otoya Mejía
Alfonso Otoya Mejía

De las tareas más difíciles que enfrenta un líder, es lograr el cambio de comportamientos de los individuos de una sociedad. Para lograr esto, más que leyes, órdenes o decretos se requiere ejemplo. El presidente Petro ha planteado una agenda de cambio para el país, donde el respeto a la vida es el foco.

Sobre el cambio climático y la protección del medio ambiente, el Presidente ha sido un crítico del uso de hidrocarburos. Ataca de manera reiterada esa industria, además de criticar el comportamiento de aquellos que por sus trabajos o gustos son usuarios frecuentes de aerolíneas. Sin embargo, su rutina diaria envía un mensaje muy diferente. Él y su gabinete viajan de manera frecuente por el país y el mundo. Incluso viajó de Europa a Colombia por un fin de semana, sin que existiera un hecho que requiriera la atención presencial del mandatario por tan corto periodo.

Desde la campaña presidencial el uso de aeronaves privadas para el desplazamiento de Petro fue muy frecuente, sabiendo que este tipo de vehículos son los que más contribuyen a la huella de carbono. Más allá de las implicaciones económicas de estos desplazamientos, si nos ceñimos a la línea que plantea el Presidente en el uso responsable de los recursos naturales, pareciera que el comportamiento de este gobierno frente a este tema no está alineado con su discurso.

Recuerdo a una política europea que para llegar a un foro de cambio climático se bajó de su nutrida caravana de vehículos dos cuadras antes del lugar del evento y se montó en una bicicleta. Creo que hay mucha demagogia y muy poco ejemplo. El mensaje que se envía resulta confuso y no son claras las verdaderas razones que motivan al Presidente a atacar a este sector tan importante de la economía.

Otro énfasis que se hace desde el discurso de respeto por la vida es el ser humano. Se emiten leyes y decretos para tener unas fuerzas militares y policía más cercanas al ciudadano, donde el poder de las armas no sea el mecanismo que garantice el cumplimiento de las normas. Sin embargo, desde la Casa de Nariño no pareciera que el respeto por el otro fuera prioridad y esto se evidencia en los comportamientos. La agenda no se respeta, se llega tarde de manera habitual y se cancelan compromisos a última hora sin importar el tiempo de las personas o los recursos utilizados para dichas reuniones fallidas.

Igualmente, el lenguaje en los discursos y redes sociales frente a periodistas y líderes de opinión es agresivo y poco respetuoso. Si el poder se usa de manera atropelladora desde el Ejecutivo, seguramente los demás funcionarios públicos adoptaran este comportamiento.

Ser coherente entre el discurso y las acciones logra conectar con la sociedad y se obtiene transformaciones deseables en los comportamientos. También atrae personas inteligentes que comparten los mismos lineamientos de cambio y permiten estructurar equipos eficientes que ayudan a consolidar las transformaciones. Igualmente, la falta de coherencia es letal pues devela agendas ocultas, intereses calculados y beneficios excluyentes para determinados grupos de la sociedad.

Al final el liderazgo se convierte en un liderazgo mesiánico y solitario. Pareciera que el cambio que busca Petro no es un cambio de fondo en las actuaciones de la sociedad, sino más bien un cambio de las personas que se benefician del uso del poder. Nuestra sociedad necesita reformas que nos permitan avanzar sobre lo construido, no discursos que solo promueven transformaciones cosméticas.

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