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Gabriel Velasco

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El caballo que tira del carro

Ya es hora de que las empresas se enfoquen en apoyar y en exigir avances en los temas que afectan su entorno, para lograr la transformación social que el país necesita.

13 de junio de 2024 Por: Gabriel Velasco

Cada vez observo con mayor preocupación el nacimiento y expansión de un discurso populista, con evidentes rasgos antiempresa, en el que se ha caracterizado al empresario como una especie de enemigo que recibe todos los beneficios del Estado, quitándoles posibilidades a las clases más vulnerables. Se ha generado un universo de mitos y mentiras alrededor de la empresa y del empresario, que ha llevado la discusión a un plano de lucha de clases, donde se retrata al empresario como alguien malo y sin corazón, al que solo le interesa maximizar sus utilidades.

Se ha querido plantear una falsa disyuntiva entre los derechos económicos y los derechos de las personas, como si estos derechos no pudiesen confluir y como si a los empresarios de Colombia solo les preocuparan sus intereses económicos y no la familia, el trabajo, la salud de los colombianos, el desarrollo social y la equidad.

Siempre que se habla de los empresarios grandes, se omite recordar que algún día esa gran empresa fue un emprendimiento, que fue tal vez una pequeña empresa que surgió de la nada, luchando contra todas las adversidades, a punta de esfuerzo, trabajo y dedicación. También se les olvida que en Colombia, al día de hoy, más del 95% de las empresas son Mipymes, las cuales generan el 71,4% del total del empleo y el 30% del PIB, y cualquier obstáculo o problema que afecte a las empresas en general, afecta a las pequeñas en mayor medida.

Esa dialéctica donde pintan a la empresa como el enemigo no es nueva y por ello hace muchos años ya Sir Winston Churchill decía: “Algunas personas miran a la empresa privada como un lobo que hay que abatir; otros la miran como la vaca lechera que hay que ordeñar. Pero muy pocos la ven como el caballo sano que tira del carro”.

Lo cierto es que la empresa no divide, la empresa une y genera progreso. La empresa debe ser entendida más bien como ese lugar común donde confluimos y convivimos todos: trabajadores y sus familias, los proveedores, el Estado que recibe los impuestos, la comunidad, el medio ambiente y los accionistas, entre otros. Es la casa de todos. El rol de la empresa no es otro que lograr que a todos los agentes o actores de esta ‘casa común’ les vaya bien.

Así a algunos les cueste creer y entender, la empresa es esa institución social que busca que se maximicen los beneficios para todos sus agentes. Sí, señores, la idea es simple: que a todos los que conviven en esta ‘casa común’ les vaya bien. No solo a los accionistas, como lo quieren hacer ver por ahí. Si se destruye o se ataca a la empresa —punto de encuentro donde se generan beneficios comunes—, créanlo, no se va a poder generar desarrollo.

En contraste con esta realidad, los empresarios en su narrativa no han sabido mostrar el aporte que hacen a la sociedad y se han enfocado en defender, con razón, aspectos relativos a la competitividad. Ya es hora de que las empresas se enfoquen en apoyar y en exigir avances en los temas que afectan su entorno, para lograr la transformación social que el país necesita.

Esta columna la escribí ya hace unos años para otro espacio, pero la verdad es que quería retomar la discusión. Intenté hacerlo buscando una nueva forma de aproximarla y el resultado no me satisfizo, mientras que la versión original me pareció que estaba más vigente que nunca.

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