Columnistas
El culatazo electoral del progresismo
Algunos sectores del progresismo asimilaron hace semanas que se les venía un desastre, porque no pudieron ‘articularse’, y cayeron en su preciada tradición de canibalizarse.
Mientras escribo no se ha abierto la primera urna para las elecciones regionales, pero cuando circule ya el país sabrá la magnitud de la debacle electoral del progresismo. Es obvio que la idea de hacer una revolución progresista en el poder regional, que se anunció en los albores del triunfo de Gustavo Petro, no sucedió y más bien terminó en un culatazo sobre el que sus líderes, empezando por Petro, y los responsables regionales, deberían reflexionar.
La idea propuesta en 2022 era preservar las grandes ciudades con alcaldes progresistas, Bogotá, Medellín, Cali y Santa Marta e ir por Barranquilla y Bucaramanga. En cambio, pierden Bogotá, Cali y Medellín, no se toman Barranquilla y había un enorme riesgo de perder Santa Marta.
En Bogotá y Medellín, además del desprestigio de las administraciones, el problema también son los candidatos, sin ideas e insulsos. Gustavo Bolívar es pura demagogia sin una sola propuesta que valga la pena discutir. Juan Carlos Upegui y Albert Corredor son dos clones del exalcalde Daniel Quintero, sin ningún planteamiento diferente al antiuribismo, lo que terminaba dándole vigencia al uribismo que Gustavo Petro declaró superado como era política en su discurso de junio de 2022.
Supongo que algo veían venir cuando Quintero y el gobernador de Magdalena, Carlos Caicedo, renunciaron a sus cargos para ponerse al frente de la campaña de sus candidatos designados.
En Medellín la situación es elocuente. Las encuestas que desagregan por grupos de edad, estrato socioeconómico e identidad política muestran que los candidatos de Quintero pierden en todo. Y como decía un filósofo de Túquerres, todo es todo.
Federico Gutiérrez supera por 50 puntos a los candidatos de Quintero en las preferencias de los estratos 1, 2 y 3; es decir, la gente no los considera los candidatos del pueblo. También les gana por 40 puntos en el grupo de 18 a 24 años; no son los candidatos de la juventud. Y ni siquiera son los de la izquierda, porque en la medición de Invamer el 43% de los que se identifican así, votarían por Gutiérrez y el 34% por Upegui. Hay un incremento de la imagen desfavorable de Upegui del 21% a 34% y a Corredor de 12% a 24% entre septiembre y octubre, coincidiendo con la entrada de Quintero a la campaña.
Cuando las cifras son tan abultadas, responder diciendo que la verdadera encuesta es la de las urnas solo acentúa la mediocridad. Se trata de datos consistentes y homogéneos en las tendencias y entre diferentes encuestadoras, y ello debería concitar la autocrítica. Inclusive si los resultados no son tan graves, pero se confirma la falla general de la estrategia, presentar eso como un éxito, expresa un quiebre en el contacto con la realidad.
Algunos sectores del progresismo asimilaron hace semanas que se les venía un desastre, porque no pudieron ‘articularse’, y cayeron en su preciada tradición de canibalizarse. Varios estaban esperando ver la magnitud de la paliza para empezar a trabajar con miras al 2026, y sobre la mesa ponen el nombre de Quintero como candidato. ¿Quintero?, ¿en serio?
Creo que Quintero solo podría ganar si su contraparte en la derecha es una especie de Javier Milei. Ya quedó visto que el gobierno no pudo posicionar sus candidatos en estas elecciones y no creo que pueda hacerlo en el 26 con ese nivel de destrucción del capital político. Petro ganó la primera vuelta con el 40% y la segunda con el 50%. Pero su capital político hoy es el de Gustavo Bolívar, el 22%.
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