Columnistas
El engaño político
Al elegir un candidato, no escogemos qué partes de su programa nos gustan.

La molestia con el engaño es una de las expresiones más críticas a los políticos. Todos los candidatos engañan. Una cosa es lo que dicen en campaña y otra lo que hacen en el poder. Lo que no se comprende es que el origen del engaño está en la esencia de la democracia.
Al elegir un candidato, no escogemos qué partes de su programa nos gustan. Debemos aceptar el ‘paquete completo’ tal como lo diseñó. Votamos por él porque nos parece el menos malo o el más cercano a nuestro pensamiento. Pero, una vez en el cargo, muchas de sus decisiones no nos gustan y las promesas que nos motivaron a votar por él son incumplibles. Por su lado, la mitad de la población que votó en contra, se ve obligada a convivir con un programa que rechazó.
Esta situación genera descontento, escepticismo y arrasa con el respaldo al elegido. Aún asumiendo que se habla con la verdad. Cuando en realidad nos encanta que nos engañen. Queremos oír propuestas atractivas, inmediatas y fáciles de entender. Un político astuto identificará los temas que más preocupan y ofrecerá soluciones simples y efectistas.
El ciclo esperanza-frustración es parte del juego democrático. Pero cuando el engaño tiene como propósito destruir la democracia, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Si Lenin o Hitler hubiesen revelado sus verdaderas intenciones, su votación habría sido minúscula. Son muy conocidos los videos de Chávez y de Fidel, en los que se presentan como defensores de la libre empresa, la propiedad privada y las instituciones democráticas, comprometiéndose a entregar el poder cumplidamente.
No se puede decir que el engaño del Gran Narciso haya sido excepcional. Aunque acudió a una notaría para garantizar que respetaría la Constitución, un análisis cuidadoso de sus propuestas, el lenguaje de sus discursos, sus simpatías y alianzas, combinado con su reconocida ineptitud, permitían predecir la debacle.
El aumento del crimen organizado y desorganizado, la fuga de capitales y talentos, el derroche, la corrupción y el nepotismo sin precedentes, junto con la caída de todos los indicadores de prosperidad, son el resultado de unas ideas equivocadas y la ejecución de un equipo de gobierno discapacidado, ignorante y sin experiencia de gestión.
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