El español y las palabras más feas

¿Qué hace que una misma palabra pronunciada por dos personas diferentes tenga connotaciones tan distintas? Evidentemente hay palabras que se escriben igual pero tienen significados diferentes. ‘Helado’ es una delicia de postre, pero referido a seres humanos, causa depresión. Incluso, a pesar que hablemos el maravilloso castellano, la Academia de la Lengua Española es receptiva a acoger vocablos de uso común en algunos países, así no sean de uso generalizado entre los hispanoparlantes.

Tal vez el mejor ejemplo fue la explicación inusual por parte de la Academia de la palabra ‘abudinear’, debido al manejo en redes, seguramente bodegas, orientadas desde Colombia para convertirla en sinónimo de robar. Hoy hay maneras de popularizar una palabra con la manipulación digital, aspecto que deben cuidar las autoridades del idioma para evitar el manejo perverso de nuestro bello idioma.

Sin duda hay palabras bonitas y feas. Sobre las primeras se ha escrito mucho, pero sobre las otras no tanto. He revisado encuestas en estos últimos 10 años y hay similitudes. Periodistas del ABC de Madrid en 2013 encontraron que la palabra más desagradable es ‘seborrea’, la alteración de la función de las glándulas sebáceas del cuero cabelludo. Le siguen entre otras ‘diarrea’, ‘prurito’, ‘sobaco’, ‘carraspera’, ‘inguinal’ y ‘ganglio’.

Hay entre las anteriores palabras muy desagradables, pero otras causan extrañeza que estén allí. Por ejemplo, yo debo reconocer que ‘inguinal’ me parece una de las más sensuales palabras del castellano, pero eso va en gustos. Ciertamente, muchas veces hacemos imágenes mentales con el idioma. ‘Sobaco’, por ejemplo, es definido como la zona cóncava en la unión del brazo y el tórax, pero si a esa noble definición anatómica le agregamos un matorral de pelo grueso y un olor que no tiene sinónimo y que se denomina ‘chucha’, se hace inevitable mandar al ‘sobaco’ a la cola de las palabras. Y ‘chucha’ va detrás.

Observo que en la lista de palabras feas en opinión de los españoles, muchas tienen ‘ch’, como ‘chuspa’ y ‘chéchere’. ¿Tendrá que ver la influencia idiomática del nuevo mundo? Hay incluso otra muy colombiana, ‘chichipato’, referido a ese personaje tacaño que todos hemos padecido. En otra encuesta radial hecha en España en 2022, les fue muy mal a ‘mojón’, ‘ladilla’, ‘forúnculo’, ‘bazofia’ y ‘boñiga’. Seguramente para un madrileño de mucha ciudad y poco campo, influye que ‘boñiga’ lleva la ‘ñ’, que sale muy golpeada en las encuestas, y la connotación de excremento de la vaca. Para otros, huele a naturaleza, a infancia, a aire puro y la ‘ñ’ se acerca a la ‘niñez’ y no a la ‘ñoña’.

En mi investigación local, coincidimos en algunas: ‘sobaco’ por ejemplo, pero le agregamos ‘verriondo’, ese calificativo que pretende magnificar, pero reduce a la ordinariez. Para contrastar la estética de una palabra frente a lo que ella significa, pierde la materia ‘mazamorra’, delicioso manjar con una pronunciación que no la honra. Pero tal vez la palabra más repudiada que encontré entre nosotros es ‘hediondo’. Quien la pronuncia adquiere un hedor espantoso. Yo no entiendo cómo a algún humorista-emprendedor se le ocurrió bautizar así precisamente a un restaurante. No he ido del susto a que me ofrezcan de plato del día, Mondongo don Jediondo.

Y no se trata de querer hablar bonito para mejorar el idioma. Los adornados para hablar se rajan. Yo prefiero alguien que reconozca “tengo daño de estómago” y que por favor no diga “voy a hacer del cuerpo”. Esa expresión no la agradece ni siquiera el bacteriólogo que espera el coprológico.

Nuestro castellano es la segunda lengua más hablada en el mundo. Maravilloso idioma que nos invita a describir el mundo y las situaciones con sencillez, autenticidad y con las más agradables y descriptivas voces.