Columnistas
El espíritu caleño
Nos acostumbramos a hablar pestes de Cali. Parecía una competencia de inventos, suposiciones, tragedias, desmanes. Se formó un sindicato, ToConCa -To (todos) Con (contra) Ca (Cali)-...
Puede que no nos gusten, que sean una cloaca, que se alimenten de mentiras, sí, todo es válido, pero hoy por hoy no se puede vivir sin redes sociales. Claro, hay que escoger y al igual que cuando llegas a un bazar y hay ‘de todo’ para decidir con qué me quedo, en redes también se puede diferenciar. Pero es la radiografía de lo social. Por ello leer el ‘optimismo’ con que varios caleños y caleñas recibieron a Eder, da grima.
¡Es increíble! Surgen palabras de admiración hacia Fico, porque “ya Medellín, volvió a ser Medellín” y al mismo tiempo (¿y realizaciones?) de los dos alcaldes, ellos van muy bien y Cali no. Entonces es cuando necesariamente hay que mirar la dinámica oculta de esta comparación, hay que auscultar el corazón caleño y encontrar que nuestra ‘enfermedad’ está en las entrañas y no tanto en las realizaciones externas.
Por tirarle a Ospina, se concluyó que nada bueno sucedió aquí en 4 años. Hubo momentos en que parecía se disfrutaba hablando mal de la ciudad. Nos acostumbramos a hablar pestes de Cali. Parecía una competencia de inventos, suposiciones, tragedias, desmanes. Se formó un sindicato, ToConCa -To (todos) Con (contra) Ca (Cali)-, que no se disolvió a pesar de que la administración anterior terminó.
Entonces, aclaremos: no existirá Alcalde o Alcaldesa o Dios que ‘sane’ el alma caleña, si no se realiza un compromiso individual con la ciudad, donde podamos (al menos) esperar con una mirada alentadora.
Todos los gurúes, psicólogos del comportamiento, coach, todo lo que tiene que ver con salud mental, repiten e insisten que es la actitud la que hace la diferencia. Sí, la parte económica es importante, pero la felicidad no te la proveen solo millones en el banco. Oppenheimer lo dice claramente en su libro ‘Cómo salir del pozo’. Se necesita un mínimo, o una situación normal para alcanzar la satisfacción. Pero de allí en adelante, el exceso o la abundancia no proveen felicidad. Repito, es la actitud, la gratitud con lo que se tiene, lo que da salud mental.
Por ello, la salud mental de Cali está en peligro, en serio peligro. No hay ni siquiera el beneficio de la duda de que podamos mejorar. No se cree, se le apuesta a lo negativo, a dudar de los nombrados, a que este trabajó con x, que esta tiene tal idea, de que fulano no da la talla, no van a servir, ninguno es capaz. No han empezado y ya están denigrando.
Los paisas llevan el mismo tiempo con nuevo Alcalde y ya ‘creen’ que la ciudad está diferente. El alma caleña, envenenada, no permite la confianza y la credibilidad.
Entonces la principal tarea es devolver la fe, generar esperanza. Propongámonos entonces a no escuchar a los ‘envenenados’, a aquellos que destilan miedo, tragedia, mala leche. Un compás de espera donde todos debemos aportar, así sea con el lenguaje. Nos van a acabar el pesimismo, el odio, el resentimiento.
El alma caleña es la herida, la que necesita cuidados intensivos, a la que hay que enfocarle todas las miradas. Se requiere una intervención para construir esperanza, pero no esperando el cambio solo por parte del Alcalde o su gabinete. Hay algo turbio en el corazón de la ciudad y es lastimoso saberte parte de una comunidad tóxica, que disfruta con los problemas, con el rencor, con la cizaña, con el odio. ¿Qué karma paga Cali para haber envenenado su espíritu?