Columnistas
El fin de Hamas o el fin de Israel
Netanyahu actúa como un comandante estrictamente militar, a quien le parecen secundarios o irrelevantes los cálculos reputacionales...
Con la confusa situación en Siria aún en evolución, donde un dictador laico prorruso fue despuesto por un terrorista fundamentalista islámico vinculado a Al Qaeda, pero que ahora parece que es pronorteamericano, el panorama del Medio Oriente es dificilísimo de interpretar. Sin embargo, hay una cosa clara: no habrá paz mientras exista Hamas y en Israel el liderazgo lo tenga Benjamín Netanyahu, quien personifica como ningún otro político el sentido de urgencia en la supervivencia de Israel, que se expresa en la transformación radical de la relación de poder en toda la región.
Hamas le dio a Netanyahu el escenario de su resurrección en medio de una crisis política por corrupción. La estupidez del ataque a los kibutz el 7 de octubre de 2023 durante la celebración del Simchat Torah hizo que en Israel se cerraran filas en torno al primer ministro que más que una retaliación, se propuso unos objetivos estratégicos ligados a cambiar el balance de fuerzas, a cualquier costo, teniendo como Norte el aniquilamiento político militar de Hamas, pero incluyendo lisiar militarmente a Hezbolá, dejar al régimen ayatola de Irán bajo riesgo existencial y acabar con Siria como una ruta de armas desde Irán hacia Líbano.
En ese propósito, Netanyahu actúa como un comandante estrictamente militar, a quien le parecen secundarios o irrelevantes los cálculos reputacionales, como la pésima reacción internacional por la crisis humanitaria causada en Gaza con ofensiva israelí. No le importan, su objetivo es destruir a cualquier costo a Hamas como entidad política y organización militar. Netanyahu no cuenta los cadáveres civiles del campo enemigo.
En este camino de aniquilación, Netanyahu se ha apartado de forma repetida de los consejos de los Estados Unidos. Por ejemplo, Washington aconsejó una operación aérea que evitara una sangrienta y destructiva operación terrestre que fue la escogida por los israelíes. Era más costosa, cierto, pero se ajustaba al estilo de operación de Hamas, que usa vías subterráneas de movilización logística. “Desde arriba se puede emparejar el césped, pero no se puede arrancar la maleza” dijo el premier.
El ataque de 2023 cambió por siempre la percepción de Israel sobre la posibilidad de que una Gaza liderada por Hamas coexista con un Israel seguro. Cualquier propuesta de paz o cese al fuego que no entienda esta premisa va a fracasar, como pasó con las hechas por el gobierno de Joseph Biden. Netanyahu las ha rechazado por que solo acepta un cese de fuego parcial para intercambiar a los rehenes en manos de los Hamas, por palestinos presos en Israel. Como dijo en junio pasado, luego del intercambio, la guerra continuará hasta la aniquilación de Hamas.
Tras la caída del régimen de Assad, Israel lanzó un ataque aéreo para destruir el arsenal de las fuerzas de defensa sirias y evitar que cayeran en manos del nuevo líder emergente, Abu Mohammad al-Julani, recientemente sacado de la lista de terroristas más buscados por los Estados Unidos y sobre cuya cabeza ya no se ofrecen 10 millones de dólares. Contrario a Biden, Netanyahu no cree en yihadistas moderados ni redimidos.
En el conflicto del Medio Oriente, Palestina ha sido un leitmotiv, pero en sus dramáticos desenlaces los palestinos siempre son el eslabón débil, sonbre todo con la debacle árabe en la guerra de los Seis Días.
En 1993, en la cumbre de Oslo, Israel reconoció que Palestina tenía derecho a autodeterminarse y los palestinos que Israel tenía derecho a la seguridad. Esos avances quedaron borrados cuando en 2023 la existencia de Israel se fundió con la destrucción de Hamas.