Columnistas
El futuro del trabajo
Crecieron en un entorno diferente, con riesgos y oportunidades nuevas, un mundo que requiere trabajadores flexibles, creativos, curiosos, acostumbrados al cambio y listos para aprender algo nuevo.
No sé en qué momento empezó nuestra tradición del cafecito mañanero por WhatsApp. Lo cierto es que las conversaciones de tres amigas de siempre, en pijama, con un café, por supuesto, se han vuelto indispensables. Desde tres ciudades distintas conversamos de la vida, las noticias, el trabajo, y siempre, siempre, sobre nuestros hijos casi adultos, ocho personajes entre 17 y 25 años, y sus andares.
La conversación de este Año Nuevo no fue excepción, y como siempre terminamos compartiendo los planes de universidad y las búsquedas de trabajo de cada uno, el estrés de padres e hijos, el suspenso, la necesidad de empujarlos y orientarlos, y la tensión que eso genera de parte y parte. De ahí la discusión se hizo más profunda y despertó una reflexión sobre las prioridades y la definición del éxito que tienen nuestros hijos, tan diferente a la nuestra. Sin generalizar ni caer en la típica crítica de “estos jóvenes de hoy”, nos dimos cuenta de que hay una enorme brecha entre los parámetros, las metas y las prioridades nuestras frente a la generación que nos sigue. Y no es para menos. El mundo, y por consecuencia el mercado laboral que heredan y el talento que se requiere es otro. Aconsejarlos no es fácil, más allá de recordarles la importancia de la honestidad, lealtad, empeño, disciplina, entusiasmo y el buen trato.
El resto es otro paseo. El típico veinteañero creció en el mundo digital, se hizo adulto en la virtualidad de la pandemia, se entera de las noticias en el móvil, y tiene acceso a información y personas en el mundo entero. Ha visto a sus padres trabajar toda la vida para lograr educarlos, muchas veces en una o dos empresas y reconocen el sacrificio sin querer repetirlo. Añoran el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, buscan experiencias y horas flexibles, planean viajes a lugares remotos, hablan de aventuras, de explorar la naturaleza y sentir emociones y priorizan las experiencias. Planean empezar una empresa o emplearse en un lugar que les prometa un propósito y un significado compatible con sus valores. Quieren crecer, aprender de muchos temas. Puede ser cocina, alpinismo o inteligencia artificial. No son aficionados a madrugar ni usar corbata y tacones. Sueñan correr maratones en varias ciudades y prefieren andar en patineta. Les parecemos muy cuadriculados.
Nuestros hijos adultos no tienen miedo de cambiar de trabajo cada año, no ven la carrera laboral como una línea recta sino como un carrusel. Aspiran a ser los dueños de un negocio, así sea de frutas. Se preocupan por el medio ambiente y respetan la diversidad.
Son creativos, y aun los más aplicados consideran seriamente la opción de trabajar de barman en una isla. Tienen contactos en todas partes. No terminan un libro ni tocan un periódico, pero están enteradísimos. Los padres nos volvemos locos cuando plantean sus prioridades. Nos preguntamos: ¿Cómo se van a sostener, por qué no aterrizan? Les damos razones y ejemplos, ideas y listas de posibles puestos. Ellos asienten con la cabeza y miran el teléfono a ver quién les ha escrito. La verdad es que no quieren hablar con nuestro amigo que trabaja en una multinacional, ni con el muchacho mayor, tan pilo, al que le va bien en un banco. Las discusiones dan vueltas sin resolución. Nos preguntamos cómo van a pagar una casa, ahorrar para el futuro y lograr una vida estable.
Después de esta larga conversación, al terminar la llamada, las tres concluimos que al final quizás ellos tienen razón. Crecieron en un entorno diferente, con riesgos y oportunidades nuevas, un mundo que requiere trabajadores flexibles, creativos, curiosos, acostumbrados al cambio y listos para aprender algo nuevo. En muchas carreras e industrias han sido desplazados por las máquinas y tienen que valerse a punta de talento. La estabilidad tal vez no es tan indispensable como la felicidad, y sus sueños son tan válidos como fueron los nuestros en su momento. Válido, que avancen a su manera. Eso sí, mientras sean trabajadores y honestos, porque eso no pasa de moda.
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