El pueblo

O povo –El pueblo-, aparece en varios artículos de la Constitución de Brasil.

We the people -Nosotros el pueblo-, escribieron los Padres Fundadores en el preámbulo de la Constitución de Estados Unidos.

“El pueblo… decreta”, dispusieron los constituyentes colombianos de 1991 cuando aprobaron la Carta que nos rige.

Napoleón Bonaparte clamó: “Quiero que mis cenizas reposen en los bordes del Sena en medio del pueblo francés que tanto he amado”, tal como se lee en la placa puesta en Los Inválidos, donde se conservan los restos del Emperador.

En Roma, uno de los más famosos sitios turísticos es La Piazza del Popolo –La Plaza del Pueblo-.

En México, la presidenta Claudia Sheinbaum todos los días en su charla mañanera se dirige a ‘el pueblo’, que recientemente copó el inmenso Zócalo para escucharla.

Y en la Revolución Francesa de 1789, en la de los Soviets de 1917, en la cubana de Fidel Castro, y hasta en los regímenes de la más exquisita derecha, ‘el pueblo’ es el principal protagonista. Hitler dispuso la fabricación del Volkswagen, el carro del pueblo.

En nuestro lindo país colombiano, ‘el pueblo’ cobró especial papel protagónico con Jorge Eliécer Gaitán, quien en todos sus discursos lo invocaba, al punto de que llegó a creer que él mismo era el pueblo: “Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo”, y esa sentencia salió de sus labios hasta el 9 de abril de 1948, cuando cayó asesinado y ‘el pueblo’, enfurecido por la muerte del líder, casi acaba con Bogotá.

Ahora, el presidente Petro ha tomado ‘el pueblo’ como sujeto principal de su gestión de gobierno. Todo lo que hace es en función del pueblo, y de tanto repetir el estribillo, millones de colombianos lo respaldan, y esa cifra le permitirá a uno de los suyos ir a segunda vuelta en la elección presidencial de 2026, y si la oposición no presenta un rival de alta competencia ‘el pueblo’ seguirá mandando en la Casa de Nariño.

No veo en la oposición un proyecto capaz de derrotar el progresismo petrista, porque una oposición que se limita a atacar al Presidente sin mostrar una alternativa viable, no funciona. Ya se acabó el cuento de Venezuela. Ya terminó eso del castrochavismo. Colombia no está en la olla ni la gente con la idea de expulsar el progresismo del poder.

Lo importante es que ese progresismo presente un candidato o candidata en quien ‘el pueblo’ confíe, y que su discurso sea convincente. Ya veremos si es Gustavo Bolívar o Carolina Corcho u otro de la cuerda de Petro que pueda alcanzar puntajes importantes. No creo que Vicky Dávila o Miguel Uribe, u otros semejantes, tengan alguna posibilidad de convocar ‘el pueblo’ para triunfar en las dos vueltas del próximo año.

En columna reciente escribí que la consulta popular no saldría adelante, pero le permitiría a Petro avanzar en la campaña presidencial con miras a la victoria de uno de los suyos. El Presidente, en uno de sus trinos, –honor que me hizo- se refirió a esa columna para explicarme que su idea de la consulta no era para ‘mamar gallo’, y que de resultar triunfante, la reforma laboral sería de obligatoria aprobación por el Congreso.

Ese razonamiento me convenció y he llegado a la conclusión de que esa iniciativa oficial es un gana gana para Petro, ganándola o perdiéndola. Y el Presidente, que conoce a fondo los vericuetos de la política nacional, cualquiera sea el resultado, dirá como Gaitán que “el pueblo es superior a sus dirigentes”, con consulta o sin consulta.