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El regreso

“Tengo un compromiso inquebrantable con la verdad”, dice Mancuso. ¿Cuál verdad? ¿Lo que ya ha dicho sin pruebas?

3 de marzo de 2024 Por: Francisco José Lloreda Mera
Francisco José Lloreda Mera

El regreso al país de Salvatore Mancuso no es para pagar por los crímenes que ordenó y cometió, contribuir al esclarecimiento de la verdad del paramilitarismo o resarcir en lo posible el dolor de los familiares de las víctimas de esa cruenta máquina de guerra. No. Tiene un fin político y electoral: es parte de la estrategia para debilitar la oposición, distraer al país de sus verdaderos problemas, y darle un aire a la izquierda en el 2026.

Mancuso es, con los cabecillas vivos y muertos de las Farc, el Eln, el M-19, el Cartel de Medellín y el de Cali, el mayor responsable de la violencia en Colombia en las últimas décadas. Se le asocia a más de 60.000 hechos delictivos, sumando los que él cometió y de los que es responsable por línea de mando en las AUC. Un hombre cruel que ordenó masacres, asesinatos, desapariciones, secuestros y desplazamientos.

Ese es el héroe nacional, el que llega al país en hombros del presidente Gustavo Petro, vitoreado por Iván Cepeda y el Pacto Histórico, luego de que fuesen estos quienes denunciaran el paramilitarismo y lo señalaran de ser el culpable de los más execrables crímenes, a la par de Carlos Castaño y de Rodrigo Tobar Pupo. Ese es el nuevo gestor de paz, y el nuevo mejor amigo del primer Mandatario y de la recua que gobierna.

“Tengo un compromiso inquebrantable con la verdad”, dice Mancuso. ¿Cuál verdad? ¿Lo que ya ha dicho sin pruebas? ¿Que el expresidente Uribe siendo gobernador de Antioquia ayudó a conformar y fortalecer grupos paramilitares, que el exvicepresidente Santos les pidió montar una estructura armada en Bogotá? ¿Que empresas emblemáticas, incluida Ecopetrol, ayudaron a financiar la causa que lideraba?

A eso viene, a tratar de enlodar a quien ordenó su extradición y a muchos de quienes le hacen oposición al Gobierno a reabrir una caja de pandora, conocida para distraer al país de la discusión de los graves problemas que el presidente Petro no ha logrado resolver y que, por el contrario, empeoran, a crear cortinas de humo mientras avanza comprando conciencias para imponer a las buenas o a las malas un modelo fracasado.

Dice Mancuso que “honrará su palabra con el Presidente” y que está listo a instalar una mesa técnica “para el cierre definitivo de las negociaciones de Ralito”. ¿A qué se refiere con reabrir el Acuerdo de Santafé de Ralito del 2003? Si esa es su misión, perfecto, pero que se reabran también los acuerdos con las Farc y el M-19. Para muchos sería reconfortante ver a Rodrigo Londoño y Gustavo Petro, purgando cárcel.

Las víctimas del paramilitarismo y de las atrocidades cometidas por las Farc y el M-19 se sentirían reivindicadas en su dolor, si se rebobina la historia y se reabren esas negociaciones, no para darles las mismas concesiones: para que se haga justicia. ¿Ese es el acuerdo a hurtadillas del Presidente con Mancuso, aquel que honrará, o solo se trata de apuntar a la cabeza de unos escogidos, ser un francotirador de la izquierda?

De enemigo acérrimo a dócil sirviente del Presidente. Es Salvatore Mancuso, el temido jefe paramilitar, el que inundo de terror y sangre a Colombia. Regresa como adalid de la verdad a juzgar a vivos y muertos, con un chaleco que lo blinda de las balas y de la justicia. Su objetivo: generar caos. Enfangar a políticos, militares y empresarios contrarios a las ideas del Mandatario, reivindicar a la élite de izquierda que desgobierna, y darle respiración artificial a un proyecto político cuestionado con miras a las próximas elecciones, asumiendo que se realizan.

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